En su reciente informe sobre el Estado de la Unión, el presidente Obama reconoció que «Los beneficios empresariales se han disparado a sus máximos de todos los tiempos -, pero desde hace más de una década, los salarios y los ingresos apenas se han movido». Esa frase define la esencia de las tribulaciones económicas de Estados Unidos. Es la causa central de lo que se ha convertido en un desorden económico crónico, y que fue reconocido como tal cuando el Presidente dijo luego que «la nación más grande en la Tierra no puede seguir llevando a cabo sus asuntos andando a la deriva de una crisis fabricada a la siguiente”. Si, por muy distintas razones, los espíritus de Kart Marx y John Maynard Keynes sonríen burlonamente, el de Jean Charles Sismondi, le sonríe con efecto, con la esperanza de que finalmente los Estados Unidos haya tomado una senda económica más acertada.

El Presidente Obama enfocó correctamente el problema cuando admitió que «la reducción del déficit por sí solo no es un plan económico». Luego señaló en la dirección correcta al agregar que «una economía en crecimiento, que genere buenos empleos de clase media, debe ser la estrella guía de nuestros esfuerzos». Los principales objetivos políticos para reparar la economía de Estados Unidos están bien descritos: «¿Cómo atraer más empleos a nuestras costas? ¿Cómo equipar a nuestra gente con las habilidades necesarias para realizar esos empleos? ¿Cómo nos aseguramos de que el trabajo duro conduzca a una vida digna? «

El gobierno de Obama reconoce claramente que los actuales problemas económicos no se resuelven con un ricardiano derrame hacia abajo de la riqueza; como si los Ultra-Ricos fuesen a gastar sus riquezas acumuladas para movilizar al resto de la economía. Los Ultra-Ricos están muy ocupados invirtiendo en los mercados de valores para mantener el valor de sus fortunas digitales. El Presidente Obama parece reconocer, ahora, el valor y la utilidad de una filosofía económica que lleva doscientos años diciendo que es el trabajo el verdadero origen y el fundamento de la riqueza.

El trabajo es lo que permite la creación, producción y acumulación de cosas útiles, eso que llamamos riqueza. Ya en 1818 Jean Charles Sismondi había deducido – con su método de análisis de la dinámica socioeconómica- lo que podemos hoy afirmar como un hecho científico. Esa idea es, en todo caso, el rasgo común detrás de los puntos de vista divergentes de Karl Marx y John Maynard Keynes. Marx desarrolló la idea en una teoría de la violencia que llamó científica; Keynes desarrolló la idea como una ciencia que llamó teoría.

Es ya buen tiempo para que un Presidente de Estados Unidos mire otras opciones que la de «manos libres a las grandes empresas» para reparar la economía de su país, que es, o era, la primera economía en un mundo globalizado. La desregulación económica y el ingenuo confiar en la auto-disciplina, de gente que maneja sus negocios con la sola finalidad de obtener un máximo beneficio en el menor tiempo, no parece una política sabia. La Economía de la Oferta asume que toda producción encuentra comprador; es un error que provoca una procesión de burbujas causadas por la sobreproducción.

Sismondi y luego Keynes, afirmaron que para que una economía funcione de modo uniforme y en beneficio de la prosperidad general, los patrones deben pagar a los obreros lo suficiente para consumir lo que producen. Ambos señalaron que la demanda significa puestos de trabajo, la demanda significa dinero en los bolsillos de las clases trabajadoras.

Si no hay demanda no hay ni ventas ni ganancias. Esa es la regla, no sólo para ese famoso 47% del que hablo el Gobernador Romney, sino para el más del 90% de la población que vive en la economía real, esa donde la gente gasta el dinero que de verdad han ganado. El camino más corto para nuevos puestos de trabajo à la Keynes, es el gasto intensivo en infraestructura física y social, algo que el Presidente Obama también reconoció. Para los republicanos que prefieren lo que recientemente fue apodado “economía zombie” (prejuicios ya sin credito, que no acaban de morir) y se consideran “gente práctica”, absueltos de simples ideas e inmunes a ellas, Keynes ya dijo “ Los hombres prácticos, que se creen exceptuados de recibir influencias intelectuales, suelen ser los esclavos de algún economista difunto.”

En su discurso, el Presidente Obama también anunció otro objetivo importante: «para que crezca nuestra clase media, nuestros ciudadanos deben tener acceso a la educación y la formación que los trabajos de hoy requieren». El Presidente debe haber leído a Sismondi, que dijo exactamente eso en 1827. Este caballero fue un filósofo económico e historiador cosmopolita, pero que nació y murio en Ginebra, cuya obra se vuelve a estudiar en la Escuela de Diplomacia y Relaciones Internacionales de Ginebra, por su modernidad y su visión de futuro. Tal vez la Casa Blanca y el Pentágono puedan dejar en tierra algunos “drones” y cohetes para financiar el despegue de esa inteligente y sismondiana iniciativa. La ignorancia es una amenaza más grave y más cercana a la potencia y prosperidad de Estados Unidos que supuestas conspiraciones de tribus lejanas.

Esperemos, por el bien de los Estados Unidos y del resto del Mundo, que el Presidente Obama sea autorizado a llevar adelante el importante programa expresado en su discurso sobre el Estadio de la Unión. Una Administración Obama más resuelta podría presionar con firme cortesía los de la macabra economía zombie, a los ignorantes, a ese desdeñoso 47% del electorado para que se vayan a un merecido paseo. Como dijo una vez el Presidente Kennedy “ no se le puede ganar a la inteligencia/” . Tampoco se le puede ganar al trabajo. Al final, pensadores como Keynes – y tal vez más aún, su padre intelectual Sismondi- están allí para ayudar.

Umberto Mazzei es Director del Instituto de Relaciones Económicas Internacionales en Genebra.

Colum Murphy es Presidente del Geneva School of Diplomacy and International Relations.