Manuel Herrero Nuñez*
Los organismos especializados de las Naciones Unidas se han comportado como los brazos ideológicos y técnicos de las principales potencias económicas del Mundo bajo la tutela de las empresas transnacionales estadounidenses.
Tales entes poseen entre algunas de sus principales funciones mantener y profundizar el colonialismo doctrinario, el Statu Quo, los negocios y las ganancias de las corporaciones que financian las campañas políticas de los principales partidos de gobierno del G8: laboratorios farmacéuticos, industrias químicas, monopolios alimenticios, empresas automotrices, industrias básicas extractivas y elaboradoras de hidrocarburos y minerales, multimedios audiovisuales (telefónicas, TV, cien, periódicos, portales web), servicios educativos y culturales, de salud, deportivos
De los 16 organismos especializados, uno de ellos tiene como misión promover la innovación y la credibilidad al servicio del desarrollo económico, social y cultural de todos los países, por medio de un sistema internacional de propiedad intelectual equilibrado y eficaz: la organización se denomina WIPO, (siglas en inglés) u OMPI, (siglas en español) y está ligada a la OMC.
A pesar de los extraordinarios esfuerzos por demostrar las bonanzas de este sistema internacional a favor del desarrollo, una corriente internacional de especialistas de la salud, la industria, intelectuales, artistas, profesionales, empresarios, trabajadores y organizaciones no gubernamentales han denunciado a partir de la firma de los acuerdos TRIPS –ADPICS en 1994, las nefastas consecuencias de esta confabulación económica mundial en contra de las economías de los países en desarrollo y los más pobres.
Al decir de estos colectivos en materia de patentes, marcas, diseños industriales, derechos de autor, transferencia de tecnología o defensa de la competencia y consumidores, la propiedad intelectual ha transitado un camino de desnaturalización de sus objetivos originales en los inicios del capitalismo para convertirse en un metabolismo global de dominación, control y generación de ganancias monopólicas de las corporaciones que pagan por medio de tasas sus propios registros de patentes, marcas o derechos autorales y conexos, sin devolver a la sociedad los beneficios que debieran a portar en materia de desarrollo económico, social y cultural, sino causando el retraso y la dependencia tecnológica de los países de los que se apoderan.
Como nunca, el sistema mundial de propiedad intelectual ha permeado las estructuras gubernamentales de los países más débiles económica o moralmente: Asia, la ex Europa Oriental, África o Latinoamérica y El Caribe son víctimas de un plan siniestro de colonización de la ciencia, la tecnología y la cultura a través de variados mecanismos de presión, chantaje y compra de voluntades de investigadores, profesores universitarios, abogados, funcionarios de aduanas, jueces, fiscales, diputados, senadores, ministros o presidentes.
El poder oculto de las corporaciones ha desencadenado la desnaturalización de todos los mecanismos de regulación del sistema mundial de la propiedad intelectual para dar paso a una dictadura colectiva mundial legalizada por los propios gobiernos en el seno de la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual.
La inacción de los gobiernos amerita focalizar la atención en este mecanismo esencial del capitalismo salvaje (capitalismo) que en su fase depredadora final pervierte los instrumentos de desarrollo sostenible de sociedades que desean ser independientes de toda forma de dominación.
* Manuel Herrero Nuñez es Economista