La gran depresión de los años 30 en EEUU fue una catástrofe social. El Producto Nacional Bruto estadounidense cayó alrededor de un 30% en apenas cuatro años, tras el crash de 1929. Al inicio de la crisis, el desempleo afectaba a 1,5 millones de personas. En 1933, llegó a casi 13 millones, según cifras oficiales. Otros datos indican que eran “entre 16 y 17 millones de desempleados, con similares cifras de trabajadores y trabajadoras a tiempo parcial”. En 1931, la clase dirigente empezó a bajar los sueldos. Se estima que dos años más tarde el 87% de las empresas había bajado los salarios un 18% de media.
La clase trabajadora estadounidense jamás se había enfrentado a una situación parecida. Además, en la década de 1920, el sindicalismo había sufrido un fuerte retroceso como resultado de las derrotas y de la represión sindical iniciadas con la recesión económica de 1920-21. Las cúpulas sindicales jugaron un papel lamentable, insistiendo en buscar pactos con la patronal, en vez de luchar. En 1919 hubo 3.600 huelgas; una década más tarde apenas fueron 900, involucrando a poco más de 289.000 trabajadoras. Si en 1920 el 16,7% de la clase trabajadora estaba sindicada, en 1929 la cifra cayó hasta el 9,3%.
En los años posteriores al crash del 29, la clase trabajadora se encontró con un desempleo en vertiginoso ascenso, precariedad laboral desatada, rebajas salariales y con sus herramientas de clase, los sindicatos, perseguidos judicialmente y paralizados por sus propios dirigentes.
Cambio de escenario
En 1932, el demócrata Franklin D. Roosevelt ganó la presidencia estadounidense de manera abrumadora con promesas de reformas. En un intento de estabilizar la economía, Roosevelt introdujo el New Deal: una política de inversión estatal, que incluía algunos derechos sindicales. A pesar de la desesperante situación, la clase trabajadora dio un paso al frente. En julio de 1933 hubo 300 huelgas y en agosto, 400, por el derecho a organizarse. A finales del año, el número de huelgas alcanzó los niveles de 1921.
Roosevelt no legislaba a favor de la clase trabajadora. Su intención siempre fue dar estabilidad a las grandes corporaciones, ayudándolas a recuperar sus ganancias. El jefe de la Administración Nacional de Recuperación (NRA) no dudó en afirmar que “los sindicatos deben estar bajo supervisión del gobierno”. Y más aún: “Los sindicatos ya no son necesarios y las huelgas son superfluas ya que Roosevelt ha creado con la NRA un nuevo instrumento de mediación”.
La clase trabajadora desestimó estos mensajes antisindicales, e incluso en la propia NRA hubo una huelga tras el despido de un empleado por “actividad sindical”. Este nuevo proceso de luchas fue liderado desde abajo por las bases sindicales. Por el contrario, la cúpula de la Federación Americana del Trabajo (AFL) apostó siempre por la conciliación. Un dirigente de la AFL en la ciudad automovilística de Detroit declaró: “Yo nunca he votado a favor de una huelga, siempre me he opuesto a ellas”.
La izquierda radical
Ante la falta de liderazgo de las cúpulas sindicales y la voluntad de lucha de los sectores más combativos de la clase trabajadora, la izquierda revolucionaria, aunque pequeña en número, jugaría un papel importante.
Detroit era el centro de las grandes empresas de automóviles. La AFL, a pesar de su reticencia a luchar, había estado organizando federaciones sindicales locales. A mediados de 1934 había 350.000 trabajadores y trabajadoras organizadas en cerca de 1.700 federaciones locales. Sin embargo, cuando éstas lucharon por su reconocimiento sindical, la respuesta de la dirección fue siempre la misma: “confiad en el gobierno como mediador”.
Auto-Lite —asentada en Toledo, Ohio, cerca de Detroit— fue una de las empresas en lucha. La federación local planteó una huelga para su reconocimiento sindical, pero tras un inicio esperanzador ésta fue derrotada. Lejos de sucumbir, la plantilla de Auto-Lite recurrió a una pequeña organización marxista en busca de apoyo, el Partido de los Trabajadores Americanos (AWP), liderado por un sindicalista de los años 20 radicalizado tras el crash del ‘29.
El AWP se basaba en la movilización de los desempleados y el apoyo mutuo. La plantilla de Auto-Lite, con el respaldo del AWP, inició otra huelga. A los piquetes se unieron desempleados locales y la mañana del 23 de mayo de 1934, hasta 6.000 personas bloquearon la planta. Unos 1.500 esquiroles fueron encerrados dentro, los huelguistas construyeron barricadas, quemaron coches y contenedores, rompieron todas y cada una de la ventanas de la fábrica. El 31 de mayo el conflicto se había extendido a toda la ciudad y ante la amenaza de una huelga general, Auto-Lite dejó de producir. Dos días más tarde, la plantilla consiguió una victoria aplastante: el reconocimiento de su federación sindical. Mientras la dirección de la AFL condenaba la huelga, el impulso de la izquierda radical había llevado la lucha a la victoria. Habían derrotado a Auto-Lite.
Las fábricas de automóviles de Flint, Michigan, tuvieron un lugar destacado en la construcción del sindicalismo combativo, especialmente la de General Motors, una de las mayores empresas de EEUU. Allí, los trabajadores y trabajadoras decidieron el 30 de diciembre de 1936 ocupar la fábrica. Tras 12 días de ocupación la policía intentó, sin éxito, entrar en la fábrica defendida con barricadas. El 1 de febrero, como respuesta a una orden judicial que quería poner fin a la ocupación, el sindicato Trabajadores Unidos del Automóvil (UAW) —fundado apenas un año antes— extendió la ocupación a la planta de Chevrolet.
A mediados de febrero de 1937 la dirección de General Motors reconoció el sindicato como legítimo intermediario. Con esta rotunda victoria, UAW pasó de 30.000 miembros a cerca de medio millón en un año.
Rebelión en Minneapolis
En Minneapolis, los camioneros, o Teamsters, no habían ganado una huelga desde 1916. Su afiliación sindical había bajado de 27.000 en 1919 a 7.000 en 1934. Sin embargo, un pequeño grupo trotskista, la Liga Comunista de América, se lanzó a reconstruir el sindicalismo en este sector. Necesitaban una victoria para generar confianza e impulsaron una huelga de camioneros en 67 minas de carbón.
Conociendo las rutas, los piquetes, en lugar de plantarse frente a las minas, frenaron a los esquiroles durante sus recorridos habituales. Primera victoria tras tres días de huelga con temperaturas bajo cero. Miles de conductores se unieron al sindicato Teamsters. Tras ello, se lanzaron a reconstruir el sindicalismo de clase en Minneapolis.
Tras una pequeña tregua, la huelga se reinició a mediados de julio de 1934, paralizando la ciudad. Con la ayuda del sindicato de cocineros y camareros se aseguraron la distribución de 5.000 raciones de comida diarias. Respondieron a la represión policial con encerronas y atacando las filas policiales con camiones. Tomaron el mercado y el centro de la ciudad.
El periódico sindical de los Teamsters pasó a publicarse cada día. Ni tan siquiera los 4.000 agentes de la Guardia Nacional y el decreto de ley marcial del 26 de julio pudieron derrotar la huelga. La clase trabajadora, desafiante, continuó en pie de guerra forzando la intervención del mismo presidente Roosevelt, quien tuvo que obligar a los bancos, al borde de la quiebra, a que dejaran de financiar a las empresas durante la huelga. La resistencia de la clase dirigente se difuminó y los camioneros lograron la mayor victoria de la clase trabajadora estadounidense de su historia.
Éstas y otras huelgas importantes, como la de los portuarios de San Francisco ese mismo año, obligaron al gobierno a no menospreciar la fuerza de la clase trabajadora. La organización de base y la solidaridad ayudaron a recomponer el movimiento obrero tras una década de derrotas, seguida de varios años de catástrofe económica.
Las cúpulas sindicales, que en ningún momento estuvieron a la altura de la historia, ayudaron a crear falsas ilusiones en las políticas del New Deal e impidieron que el movimiento fuera a más. Sin embargo, la renovada fuerza sindical tendría un fuerte impacto en EEUU durante mucho tiempo.
El autor es: militante de En lucha / En lluita
Artículo publicado en el Periódico En lucha / Diari En lluita
http://enlucha.org/site/?q=node/18244
@twittenric