En EEUU, por ejemplo, donde el dominio conservador de los medios es también muy acentuado, la cobertura de la presidencia Chávez ha sido desequilibrada, dando gran prominencia a las voces críticas a tal gobierno. Pero voces menos críticas, e incluso favorables a tal gobierno, han aparecido en esos mismos medios. Tal como señala Mark Weisbrot (en su reciente artículo en The Guardian) en EEUU Los Angeles Times, el Boston Globe, el Miami Herald, e incluso el conservador The Washington Post, han publicado también artículos favorables al gobierno Chávez, aunque la gran mayoría han sido críticos. Y en el último fin de semana, The New York Times, en su sección Summary of the Week, publicó la visión conservadora neoliberal, representada por Moises Naím, junto a la del propio Mark Weisbrot, Director del Center for Economic and Policy Research, de Washington, que rebatió los datos presentados por Naím, presentando una realidad menos catastrofista que la descrita por tal autor.
Pues bien, les invito a que cuenten las veces que han aparecido artículos críticos de la presidencia Chávez en medios mayoritarios españoles y lo comparen con el número de artículos favorables. Y verán que no ha aparecido ni uno. Incluso El País, el rotativo que se considera liberal (y que por mera coherencia ideológica debería estar abierto a posturas divergentes, incluso críticas de sus editoriales), ha publicado las virulentas críticas al gobierno Chávez del Sr. Moisés Naím (entre muchos otros artículos como los del hiperbólico Mario Vargas Llosa), sin nunca, repito, nunca, publicar un artículo favorable a tal gobierno.
Y ahí está uno de los puntos más vulnerables y defectuosos de la llamada democracia española: el monopolio mediático de los intereses conservadores en el sistema informativo español. Y este monopolio supone un coste elevadísimo para la democracia española. No sólo impide que la población esté bien informada, ofreciéndole un amplio abanico de posturas en sus medios, sino que reduce la calidad del debate político, pues las voces conservadoras-neoliberales, conocedoras de la ausencia de crítica a sus posturas, y dueñas, por lo tanto, de una inmunidad intelectual, dicen y sostienen argumentos basados en datos que son fácilmente demostrables que son falsos.
Veamos, por ejemplo, la crítica de Moisés Naím, que fue, por cierto, uno de los arquitectos de las políticas de austeridad en el gobierno de Carlos Andrés Pérez durante el periodo 1989-1990, siendo ministro de Industria cuando en 1989 ocurrió el Caracazo donde el gobierno disparó contra civiles que protestaban las políticas de austeridad, asesinando a más de 3000 venezolanos. Tal autor, que en su columna en El País se presenta paradójicamente como el gran defensor de los Derechos Humanos, ha sido una voz supercrítica del gobierno Chávez, promoviendo las políticas del Departamento de Estado de EEUU, lo cual explica su gran visibilidad mediática en los medios internacionales sujetos a la hegemonía del gobierno federal de Estados Unidos.
En sus últimos escritos, Moisés Naím, ha estado promoviendo el punto de vista, también transmitido por el gobierno federal de Estados Unidos, de que el gobierno Chávez ha llevado a Venezuela al desastre, creando un déficit público que, según él, representa el 20% del PIB; estableciendo un sector público hipertrofiado que ha ahogado a la economía venezolana; ha generado una deuda pública que es diez veces superior a la que existía en 2003; ha creado un sistema bancario que está colapsándose; y una industria petrolífera nacionalizada (que es la mayor fuente de ingresos al Estado) que está en claro declive, y un largo listado de “calamidades”. Como que en España no hay ninguna posibilidad de que los medios de mayor difusión publiquen análisis críticos de tales aseveraciones, resulta que la población queda pésimamente informada y se cree que Venezuela está en una situación de crisis y colapso.
Si se hubieran publicado en España, por ejemplo, las respuestas de Mark Weisbrot, publicadas en el The New York Times y en el The Guardian, se podría haber visto el grado de exageración, hipertrofia y falsedades que contenían los datos presentados por Moisés Naím, entre otros. Mark Weisbrot es uno de los economistas más creíbles en temas económicos internacionales en EEUU. Veamos los datos. El déficit público de Venezuela representa, según el Fondo Monetario Internacional, no el 20% del PIB, sino el 7,4%. En cuanto a la supuesta hipertrofia de la deuda pública en Venezuela, ésta representa el 51,3% del PIB, un porcentaje que es menor que el promedio de deuda pública de la Unión Europea (82,5% del PIB), y menor del objetivo al cual aspira la UE (el 60% del PIB). En cuanto al colapso de la industria petrolera, la cota de producción de petróleo es la que los países productores de petróleo, la OPEC, han acordado. Y su disminución en las exportaciones de petróleo a EEUU responde a una decisión política del gobierno Chávez que intenta diversificar sus exportaciones y no centrarlas en un número reducido de países. Tal reducción en las exportaciones a EUU no tiene nada que ver con ningún colapso, que es inexistente, de la industria petrolera venezolana. Semejante manipulación y falsedad aparece también cuando Moisés Naím habla de la hipertrofia del sector público. En realidad, y tal como muestra Mark Weisbrot (del cual extraigo esta información), el porcentaje de empleo público en Venezuela es aproximadamente un 18,4% de la población empleada, que es inferior al existente en Francia, Finlandia, Dinamarca, Suecia y Noruega.
Mark Weisbrot señala también algunos de los puntos flacos de la economía venezolana, como es la elevada inflación, un problema generalizado en América Latina. Ahora bien, incluso en esta situación problemática, el gobierno Chávez ha podido reducir tal inflación del 28,2% al 18%, reducción que ha conseguido a pesar de un gran aumento del gasto público y muy en especial del gasto público social. Durante los últimos diez años, el gobierno ha aumentado tal gasto un 60%, expandiendo considerablemente su muy insuficiente Estado el Bienestar venezolano, causa de su gran popularidad entre las clases populares. Como bien han documentado los investigadores sociales de gran credibilidad internacional, los profesores Carles Muntaner (de la Universidad de Toronto), Joan Benach y María Páez Victor (de la Universidad Pompeu Fabra), la pobreza ha pasado a ser de un 71% de la población en 1996 a un 21% en 2010, siendo especialmente acentuada la reducción en la pobreza extrema, que pasó de ser un 40% en 1996 a un 7,3% en 2010 (ver el artículo “Los logros de Hugo Chávez y la Revolución bolivariana”, de Carles Muntaner, Joan Benach y María Páez Victor).
Es, por lo tanto, lógico y predecible que Hugo Chávez y el partido que lidera, en unas elecciones democráticas (en las que, por cierto, la gran mayoría de medios de mayor difusión venezolana, controlados por grupos mediáticos de sensibilidad conservadora y neoliberal, estaban en contra), haya ganado 13 de las 14 elecciones nacionales. Todos estos datos no aparecen en los medios de mayor difusión en España, donde maliciosamente se ha demonizado a aquel gobierno. Las causas de esta demonización son fáciles de entender. En primer lugar, Venezuela es hoy en país del mundo con mayores reservas petrolíferas. Los gobiernos estadounidense y europeos que apoyan a regímenes feudales en el medio oriente a fin de asegurarse la provisión de tal recurso, ahora se oponen a muerte a un gobierno que quiere servir a las necesidades de sus clases populares, y que no acepta ser, como lo son los regímenes feudales, mero servidor de aquellos intereses estadounidenses y europeos.
La segunda causa es que América Latina ha estado gobernada durante largos periodos por gobiernos neoliberales como al que sirvió Moisés Naím, que expandieron la pobreza de sus poblaciones de una manera muy notable. Ello creó una respuesta de protesta que conllevó el establecimiento, por medios democráticos, de gobiernos reformistas de izquierda, no sólo en Venezuela, sino también en Ecuador, Bolivia, Argentina y Uruguay, entre otros (que aparecen como las bestias negras), y que elección tras elección continúan siendo reelegidos. De ahí la gran adversidad, pues parte de su vocación reformadora se basa en romper los monopolios mediáticos que han controlado la información en aquel continente. Pero de esto el lector español ni se entera. Y a esto le llaman democracia.
Vicenç Navarro es Catedrático de Políticas Públicas. Universidad Pompeu Fabra, y Profesor de Public Policy. The Johns Hopkins University.