Los gestores de la cosa pública hablan de desarrollo, los empresarios sugieren la modernización, los economistas predican el crecimiento, los progresistas narran los encantos de la urbanización. Todos estos grupos creen en los supuestamente elevados fines de los ideales que sustentan. Mientras tanto, pocos admiten que se desfiguran los elementos que se dirigen a las mayorías y que tienen el propósito de llevarles coherencia e integridad.

Los agentes que habían orientado a la sociedad gradualmente se tambalean por la incapacidad de orientar a las generaciones que crecen en un medio digital, extraurbano y superabundante. Existen nuevos actores, que disfrazada e ilegítimamente intentan tomar la posición de patrones del orden público, pero que luego se desenmascaran como incompetentes y oportunistas.

El más envolvente e influyente de ellos es la televisión. Este medio condiciona, entre otros aspectos los negocios y el turismo. Cuando se graba una telenovela fuera de los estudios, el escenario tiene un motivo para atraer visitantes porque fue escogido por una emisora de televisión. El punto de referencia pasa a ser lo que sus presentadores, actores o directores opinen sobre el mundo. Otro aspecto del condicionamiento de la televisión –para citar un ejemplo- es que el periodista Bóris Casói ha conducido un tipo sospechoso de periodismo de opinión.

No escapa a la perdida de la orientación el patrón repetitivo de urbanización en el Brasil, en el cual el desarrollo es un dogma que fácil e irrevocablemente des-ruraliza a la población. Todo proceso desvirtuador de nuestra especie y de otras redunda en desarrollo. Éste es un concepto fascinador que inspira a los grupos dirigentes y sofoca a las mayorías con promesas tan desarrollistas como embusteras.

El mayor indicio de extraurbanidad es la oferta multiplicadora de servicios en los centros ciudadanos que se desorganizan por la obsesión de mercaderías, griterías y suciedad, la inseguridad y los tropiezos de los que siguen los gritos publicitarios. No demoran mucho los consumidores en darse cuenta que no podrán pagar por la voracidad de su deseo consumista, aunque las empresas de crédito ofrezcan su ayuda. A propósito, muchas de estas empresas se especializan en aumentar la desesperación de los consumidores.

¿Quién garantiza una orientación en situaciones en las que se pierden las referencias al interés público y se reitera un modelo de sociedad en la que siempre gana aquel que saca ventaja? La reproducción de esta práctica en Brasil se hace sin que muchos se opongan a la desorientación, ni reconduzcan el proceso educativo. El acto de formar colas expone a este tipo de enfermedad. Otro es la costumbre del brasilero de no gustar de ser corregido cuanto está equivocado.
Todavía, el factor más preocupante del ciclo de desfiguración de los elementos orientadores, es la falta de atención hacia los niños y jóvenes. Ambos grupos etarios y sociales confunden entretenimiento con información, o el ocio con la educación.

Por esta razón, jugadores de fútbol como Ronaldo o Neymar, influyen en los cortes de cabello y se tornan en referencias educativas de personas que los reciben como próceres a través de los medios de comunicación. El héroe marca el gol de la victoria y garantiza la fiesta de los hinchas.
Por un lado el índice de audiencia perpetua (Big Brother Brasil) sacrifica otros programas televisivos. Por otro, la televisión, aunque más no sea por el tiempo de consumo diario, ha sustituido la tarea educativa de la familia, la escuela y las instituciones religiosas. El Estado queda sin saber si los medios de comunicación son sus enemigos o si debe mejorar su relación con ellos en esta era digital.

El mayor desafío de este siglo en Brasil y en los otros países explotados por la economía mundial es como reorientar a los niños y jóvenes sin que caigan en el engaño del crecimiento desenfrenado y del consumo irresponsable. La educación básica y fundamental es por esta razón el eje fundamental que, o se orienta para corregir los rumbos, o se estanca de una vez el ideal de un mejor país. Lo que los hombres de bien desean es un país donde existan mejores condiciones de vida para su pueblo, en vez de un país para leer inglés.

Es estimulante proponer una revisión de nuestras referencias, o sea de quien nos orienta en el contexto de que el fin del mundo se da a través de una crisis ética, en lugar de por hundimientos, explosiones o tsunamis catastróficos. Ha sido difícil poder entender el mensaje de los mayas. La imaginación será más provechosa si se pone a favor de nuestras reformas.

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