En Occidente deberíamos aprender y, por supuesto, aceptar que la cultura china no se sustenta en la cultura judeo-cristiana; es decir, ni tiene sus fundamentos en lo griego ni en lo romano. Aceptarlo es importante para tratar de comprender qué es el Poder chino, cómo son sus entretelones, que significa la elección de un político para la máxima responsabilidad de dirigir una nación con la Historia de cinco (5) mil años y, quizás, sea fundamental, conocer cuál es la Historia del Partido Comunista Chino desde sus primeros movimientos social-revolucionarios a partir del 4 de Mayo (1919) para comprender ambas etapas revolucionarias desde su Primer Congreso (finales de julio, 1921) al 1º de Octubre (1949) y su segunda expresión como partido ejerciendo el poder institucional-estatal en el marco de la República Popular China.

El capitalismo post-2da. Guerra Mundial en el Pacífico, en su expresión como poder político internacional, ha visto a China como un apéndice de la URSS sustentando sus paradigmas en la “ayuda” proveniente de la URSS lo que le permitió sobre las bases ideológicas capitalistas aquella frase de la “cortina de bambú”. Los ideólogos del capitalismo estadounidense han debido reflexionar sobre dos (2) realidades históricas cuando se expresaron profundas diferencias ideológicas entre la URSS y la RPChina que llevaron a aquel enfrentamiento en la frontera siberiana. La segunda realidad con la que se toparon dichos sinólogos sería aquella frase de la alta dirigencia china a Mihail Gorvachov, días contemporáneas con las realidades expresadas en la Plaza de Tian Anmen, cuando le dijeron sobre las contradicciones entre “la apertura jurídico-legal” y las necesidades de solventar los problemas objetivos de la sociedad soviética; es decir, “el hambre mata las revoluciones”.

Washington, sobre la base de la negociación promocionada por Henry Kissinger con la colaboración de un país de la Europa del Este dio aquellos pasos de estrategia política buscando cambiar aquella frase de Mao Zedong: “tigre de papel”. Fueron aquellos momentos cuando Richard Nixon tuvo, obligatoriamente más que por protocolo, extenderle y darle la mano al líder político (Zhou Enlai) que había negociado la paz en la península de Corea, aquel canciller que en Bandung propuso los “Cinco puntos”, aquel líder y político que representaba “el equilibrio” en las altas esferas de Zhongnanhai, aquel hombre que intercedió por los hijos de altos dirigentes revolucionarios que fueron perseguidos y acusados durante la llamada Revolución Cultural mandándolos a la provincia de Anhui, era ese político que percibió que aquel pequeño hombre (Deng Xiaoping) que fungió como “comisario político” durante la “Guerra Civil”, que había sido su compañero de viaje a Francia en aquel año de los años 20, que era aceptado por el alto estamento militar de líderes revolucionarios, podría cambiar los destinos de aquella atrasada China heredera de las “14 Potencias” y de los “Tratados Desiguales”. Sabía y conocía Zhou Enlai que China era un país muy atrasado; que los “hechos históricos” de los periodos republicanos precedentes debían ser superados y para ello era necesario “jugar ajedrez” pero chino, justamente, lo que Occidente aún no ha comprendido.

Deng Xiaoping propone al Congreso del PCCh en aquel diciembre que China debía cambiar sus políticas hacia la “apertura del capital extranjero” y la “transferencia de tecnología” para transformar la economía estructural china de finales del siglo XIX y los esquemas rígidos de la economía centralizada soviética hacia una economía de responsabilidad social. Aquellos momentos históricos fueron fundamentales porque la dialéctica político-militar se impuso en la lógica de las realidades geopolíticas plus geoestratégicas de China visto el desarrollo de la economía mundial hacia el neoliberalismo y la globalización como etapas fundamentales hacia la “nueva Historia de China”.

En 1981, durante la madrugada entraban al interior de Beijing toda una riada de jamelgos cargados de comida para los habitantes citadinos. En un periodo menor de dos (2) años, después de desmontar las comunas agrícolas que rodeaban Beijing y permitirle al campesinado vender “directamente” sus productos en mercados implementados se comenzó a percibir los efectos de la acumulación, la lógica inflación controlada por el Gobierno Central, la demanda al “buen vivir”, y las expresiones conceptuales en aquella dialéctica de lógica consecuencia producto de aquel “buen vivir”. Esas realidades, al desarrollarse, paulatinamente, gracias a una burocracia anquilosada, llevó al ápice de la crisis social y política por las divisiones a nivel de la sociedad y de las contradicciones a lo interno del PCCh a aquellas realidades que conocemos de la Plaza de Tian Anmen. Fue el ejército quien se vio en la necesidad objetiva de reaccionar vista las indecisiones a los interno de la alta dirigencia china. Aquel “hecho histórico” enseñó a la dirigencia del PCCh la necesidad de actuar con dirigencia y seguridad sobre la base de la seguridad del Estado y los objetivos a futuro.

En el reciente celebrado Congreso del PCCh tuvimos la oportunidad de ver la reaparición del ex-Presidente, Jian Zemin, caminando detrás del ex–Presidente actual, Hu Jintao. Aquella fotografía ha debido poner a los sinólogos del capitalismo y del no-capitalismo a, inmediatamente, proponer proposiciones sobre las realidades reales actuales del PCCh. Jian Zemin apareció sano, fuerte, con su caminar seguro, su mirada directa y frontal, su mensaje de apoyo, aparentemente, incondicional no solo al dirigente saliente (Hu Jintao) sino al dirigente entrante (Xi Jinping). Su presencia aprobaba, directamente, las decisiones del PCCh en contra de la corrupción y el burocratismo. Jiang Zemin le comunicó a los más de 2.000 dirigentes asistentes al Congreso que el sector militar estaba “detrás de la vieja y nueva” dirigencia; que aquellos pensamientos desviacionista culturosos no tenían cabida en la “nueva China”; que la élite dirigencial actual elegida por los delegados al Congreso tenía prosapia, tradición, cultura, educación y firmeza para dirigir a 1.300 millones de personas y consolidar las realidades chinas en el actual mundo en crisis estructural.

La actual dirigencia china, esa que va a dirigir el Gobierno, la Comisión Central Militar, el Politburó, ha venido incorporándose a los poderes constituidos desde hace, aproximadamente, unos tres (3) meses con la conclusión lógica de la elección del Presidenten, Xi Jinping y el nuevo Premier, Li Keqiang pero el ex–Presidente, Hu Jintao ha dejado asentada las políticas que se desarrollaran tanto en el sector militar como en el combate a la corrupción y el burocratismo aseverando que sí no se combate la corrupción se podría perder la revolución china. Duras palabras pero sustentadas en realidades históricas más referentes a las realidades históricas del “partido de oposición”, Guomindang, durante la “Guerra Civil” y las realidades que objetivamente llevaron a la protesta de la Plaza de Tian Anmen. Es decir, aquellos líderes políticos que no perciben los hechos de corrupción en sus provincias, en sus ministerios e incluso a nivel del PCCh podrían sufrir las mismas consecuencias que se expresaron con el “Caso Bo Xilai”. La pregunta que queda por responder en el tintero sería aquella frase que le expresó al ex–Premier, Wen Jaibao, de quien ejercía las máximas responsabilidades de Gobierno, Zhao Ziyang, durante su visita a la Plaza de Tian Anmen durante la crisis cuando le dijo en sencillas palabras que “…prepara la maleta porque no hay salida [a esta crisis]…”

En ese orden de ideas, nos consideramos que el recién elegido Presidente de la República Popular China, Xi Jinping, conjuga todas las cualidades obligadas del líder chino que China necesita para las realidades geopolíticas y geoestratégicas que viene desarrollando el capitalismo mundial contra China; es el líder para continuar las políticas que diseñó, propuso e impulsó Jian Zemin durante su ejercicio como Presidente de la República Popular China; es el líder que es conocido y conoce al estamento militar por dentro no solo por sus tratos con ese sector social sino por sus funciones dentro del estamento militar, por su nivel de preparación intelectual y porque, en nuestro criterio, tiene esa sicología histórica china del Poder que se hizo presente y se consolidó durante la dinastía Ming. En ese sentido, los conceptos que se expresan desde la cultura judeo-cristiana deberían ser repensados.

Caminemos por el recién constituido Politburó. Según El Universal (jueves, 8 de noviembre de 2012, 1-12, Internacional) la nueva constitución del Politburó nos muestra el equilibrio de poderes. Se han elegido dirigentes de Tianjin, Chongqing, Guangdong, Shanghai, miembros del Departamento de Propaganda y de Organización, una dama Consejera de Estado y dos (2) Vice-primeros Ministros conjuntamente con el Presidente, Xi Jinping. Ello significa que el PCCh, en su Congreso, ha decidido alcanzar un “equilibrio de poderes” con la importante presencia de representantes de ciudades fundamentales en la “nueva política de China”. Expresan no solo el equilibrio fundamental sino la necesidad de expresar mayor participación al conglomerado provincial manteniendo la centralización. Representa una “división de trabajo y responsabilidades” hacia los dirigentes provinciales en el marco de las nuevas políticas de enfrentar la corrupción y el burocratismo como la aplicación post-moderna de las tesis maoístas de carácter estratégico-militar. Podría significar una horizontalidad del poder nacional. Es la “nueva China”.

delpozo14@gmail.com