La comuna existe cuando ejerce el poder sobre un territorio
JM. Rodríguez
Poder popular y ciudad. Porque lo espacial (o territorial) condiciona cualquier proceso social, el único territorio que tiene, en su propia esencia, un carácter verdaderamente socialista es la ciudad. Ella es el centro de la lucha de clases. Esto lo entendieron bien los comuneros de París cuando le arrebataron esa ciudad, sede de la monarquía, al capitalismo.
La naturaleza socialista de este entramado territorial marcó, a partir de entonces, la historia de la revolución mundial (aunque los partidos revolucionarios siguen sin entenderlo). Por eso estoy convencido que la ciudad es el verdadero territorio para ejercer el socialismo del siglo XXI.
La ciudad como hecho cultural. La ocupación de los espacios naturales por la tribu no fue fortuita, buscó los lugares que ofrecía protección y capacidad de abastecerse de alimentos y agua, es decir, potencial de vida. Tomados esos espacios naturales, los estructuraron según las convicciones cosmogónicas de sus ocupantes: el espacio familiar, sus sitios colectivos, de debates o de culto, y las áreas de producción, que eran también colectivas: los territorios de caza, luego de cultivo y de cría. Sobre esos territorios se ejerció, desde tiempos remotos, control y, también, la fuerza.
La ocupación tribal transformó el territorio natural en espacio cultural (paisaje cultural le dicen) con el que cada pueblo se identifica. En él se mezcla lo natural con lo allí vivido, trabajado y construido a lo largo de muchos momentos históricos. Ese paisaje cultural es, para los que allí nacieron o vivieron, su patrimonio, sus valores, sus recuerdos. Es decir, el territorio socializado es realmente una unidad de lo natural y lo construido, de lo material y lo inmaterial, de lo particular y lo diverso, de las creaciones, tradiciones y aspiraciones. Es todo aquello que otorga cohesión a un colectivo e identidad a cada uno de sus integrantes, que les da organicidad a partir de la cual se establecen proyectos de vida, derechos y deberes, y les debería ofrecer libertad, justicia, estabilidad y fraternidad.
Pero, como lo dije antes, la ocupación, el dominio y sometimiento por la fuerza de las ciudades históricas siempre estuvo presente. En el caso de nuestra América, luego de la invasión española, nuestras ciudades se desarrollaron con desequilibrios sociales y materiales gigantescos, pero, con sus miserias y perversidades, contienen las fuerza sociales despreciadas por la especulación inmobiliaria y el mercado. Las ciudades históricas, es decir, todas aquellas que no surgieron recientemente como ciudades dormitorios (sobre las cuales es bueno desconfiar siempre), con sus vivencias y sus arraigos, y también con sus miserias, son los verdaderos territorios de la gente, son los territorios para la socialización, y esto no es un eufemismo.
Los tejidos de la ciudad. La ciudad tiene dos tejidos que le da existencia y permanencia. Uno es inmaterial, con sus hilos fundamentales: la cultura (impregnada de ideológica), el modo de producción e intercambio y su forma de gobierno. Es el tejido socio-político que convierte a los habitantes en una comunidad de intereses. Pero este solo tejido no hace la ciudad.
El otro tejido que identifica a sus habitantes como miembros de la vecindad, otorgándoles vida estable, es el tejido urbano. Se trata de la estructura físico-espacial de la ciudad y la de sus áreas productivas. Ella, más allá del tamaño y complejidad, es la expresión de una sociedad dominante. Ahora es de la burguesía, como lo es también, la geometría territorial actual, pero, puede ser transformada por el gobierno del pueblo.
Un discurso confuso. Si vemos las leyes comunales vigentes y lo que, en torno a ellas, se discute, podemos notar dos grandes ausencias, conceptual la primera: nunca se menciona la palabra ciudad. Resulta paradójico que en esas cinco leyes la palabra ciudadanía, que es la condición de la gente que vive en la ciudad, aparezca centenares de veces, pero, sin embargo, la palabra ciudad, sólo una o dos veces.
La otra omisión es jurídica: las comunas no tiene ubicación en el entramado del Estado venezolano. No se dice (o se evita decir) que la comuna es realmente una forma de gobierno que, al ejercerse sobre un territorio que está bajo la tutela del gobierno municipal, inevitablemente entra en contradicción con ese poder tradicional de las ciudades burguesas. Esto es crucial pues no se trata de participar, articular e integrarse con ellos, eso que llaman el cogobierno, sino de sustituir ese poder del Estado burgués por otro poder que es el propio poder popular.
La comuna es el gobierno de la ciudad. La comuna es una forma de gobierno colectivo, en mi opinión, el verdadero socialismo. Ese gobierno comunal, no surgirá nunca mientras las comunas estén dedicadas, cada una por su lado, a la atención de las carencias del barrio. No entender esto es obviar el carácter complejo y sistémico de la ciudad. Peor aún, es condenar a consejos comunales y comunas al voluntarismo, creando enormes dificultades para convertirse en un sistema ejecutivo y administrador.
Este sistema lo simplificamos en tres niveles: los consejos comunales atendiendo los asuntos particulares de la vecindad. La confederación de consejos comunales formando las comunas por barrios y trabajando en su desarrollo. La confederación de comunas constituyendo el gobierno de la ciudad, todos de libre nombramiento y remoción en cualquier momento por las asambleas. Estos gobiernos de las ciudades nada tienen que ver con la descentralización neoliberal, por el contrario, constituyen la unidad territorial primaria que, junto a los distritos motores del desarrollo y a los territorios federales estratégicos, conformarán el Estado socialista nacional.