África tendrá un crecimiento de 4,5 % en 2012 según un análisis elaborado por la por la institución Perspectiva Económica de África (AEO) lo que al parecer resulta una noticia alentadora.

Pero son muchos los desafíos que deben enfrentar las naciones de este continente que resultó uno de los más explotados durante siglos de colonización y más tarde por las medidas neoliberales que se extendieron con fuerza tras la desintegración de la Unión Soviética y el campo socialista europeo en los años 90 del pasado siglo.

Muchas transnacionales han invertido en estas naciones porque los gobiernos del continente no tienen capitales para extraer sus ricas reservas de minerales y petróleo que poseen, y en la mayoría de los casos las ganancias obtenidas salen hacia el exterior y muy poco queda para resolver las grandes necesidades de sus pueblos.

Aunque la Institución señala que los gobiernos deben buscar más igualdad y tratar de satisfacer las grandes necesidades existentes, también ofrece algunas recetas neoliberales cuando afirma que para mantener el crecimiento, los países deben “abrir espacios a una mayor inversión privada, al consumo público, inversión en infraestructura y el consumo privado”.

Asimismo, llama la atención sobre la ampliación de los movimientos reivindicativos, una realidad que esta desbordando la estabilidad de algunos gobiernos pues muchos ciudadanos reclaman una distribución más equitativa de la riqueza y los recursos.

Resulta sumamente difícil incrementar el consumo público cuando el hambre, la miseria y las enfermedades se pasean por muchas regiones de ese continente y miles de niños mueren por inanición o por enfermedades curables.

Ciertamente hay que poner los pies en la tierra, esa misma que escasea en muchos países para que sus nativos la trabajen y puedan autoalimentarse. Sin embargo una minoría las posee en abundancia o naciones más ricas compran grandes extensiones para producir alimentos y exportarlos hacia otros destinos.

Un informe de la FAO denuncio que el incremento de las compras masivas de terrenos en los diferentes continentes, aumenta el riesgo de que más pobres sean desposeídos o se les impida el acceso a la tierra, al agua y a la vida.

Las compra-ventas se realizan entre compañías y gobiernos sin tener en cuenta a las comunidades afectadas y en la mayoría de los casos van acompañadas de expropiaciones pues las legislaciones locales no protegen el derecho de los pueblos originarios.

En los últimos tiempos, alrededor de 30 millones de hectáreas cultivables y de reservas boscosas ubicadas en naciones pobres, equivalente a la mitad de Europa, han sido adquiridas por países ricos y compañías transnacionales.

Uno de los ejemplos más desafortunados es el de la empresa sudcoreana Daewoo Logistic que firmó un contrato con el gobierno de la isla de Madagascar para la obtención por 99 años, de 1,3 millones de hectáreas que utilizará en la producción de maíz y aceite de palma destinados a biocombustibles, a cambio de infraestructura y empleos.
Surcorea también ha adquirido 700 000 hectáreas en Sudán con los mismos fines y se prepara para incursionar en países del continente africano. Una de las naciones más interesadas en esas negociaciones es el rico estado de Arabia Saudita que necesita alimentos para su población y ya ha comprado con esos fines grandes extensiones en Etiopía, Sudán, Indonesia y Tanzania.

Uno de los países que se esfuerza en cambiar la disparidad en la tenencia de la tierra es Namibia. La SWAPO, partido de gobierno, ha declarado en varias ocasiones la necesidad de implementar acciones y leyes en ese sentido.

Recientemente el presidente Hifikepunye Pohamba afirmó que “la política de compra y venta ha fallado en los últimos 22 años y algo tiene que hacerse para enmendar la Constitución para que el gobierno posibilite la compra de tierras al pueblo”

Y puntualizó: “Si no hacemos eso, enfrentaremos una revolución y la tierra puede ser tomada por los revolucionarios”

A mediados de octubre, en una conferencia del Comité Central de la SWAPO, los delegados abordaron el tema y sugirieron que quien posea mucha extensión de tierra debía venderle una parte al gobierno para repartirla entre las personas del pueblo que la hagan producir.

Pohamba explicó que no se habla de confiscación sino de venta y que en los últimos 20 años se ha intentado hacer pero los dueños se han negado.

La mayoría de los propietarios de la tierra son las personas de raza blanca que poseen cerca del 80 %, mientras los nacionales y verdaderos dueños del país, los de raza negra, padecen necesidades por esa situación.

El ministro de gobiernos locales, casas y desarrollo rural, Jerry Ekandjo, gran defensor de una solución razonable a la tenencia de tierra, informó a este reportero que se discute un presupuesto de 5 800 millones de dólares namibios (cerca de 70 millones de dólares USA) para la compra de tierra y posterior entrega a la población.

En resumen, este es uno de los grandes desafíos que tiene el continente africano que durante décadas ha visto como la tierra de sus ancestros ha pasado a manos de las transnacionales y de los extranjeros ricos que se establecieron por tiempo indefinido en sus países.

El cambio de esa situación la tienen en las manos sus pueblos y gobiernos.