Marcha

 

El principito rojo, Xi Jinping, es el gran protagonista del XVIII Congreso Nacional del Partido Comunista Chino (PCCh). Todos saben que él será el próximo secretario del partido y, por ende, el próximo presidente. Le dicen el conciliador, el sonriente. Las malas lenguas vinculan su carrera política con favores familiares. Es que Jinping nació “en una cuna roja”, como dicen los medios chinos. Su padre, Xi Zhongxun, fue fundador de las primeras guerrillas comunistas del norte de China, combatiente en el Tibet, y llegó al cargo de vice primer ministro el mismo año en que en el mundo comunista irrumpía la revolución cubana. Y así, Jinping, se ganó desde sus primeros años de adolescente un lugar en las mesas de discusión de los adultos, y con el tiempo comenzó a hacer carrera. En 2002, su desempeño como gobernador de la provincia de Zhejiang, una de las más ricas del país oriental, le valió la confianza de los altos jerarcas del PCCh, que en 2007 lo nombraron príncipe, nuevo heredero a la presidencia de la primera potencia comercial del mundo.

La pirámide de Beijing

El sistema por el cual China elije a sus dirigentes es, para los occidentales, cuanto menos complicado. Hay que entenderlo como una sólida pirámide, encarnada por el PCCh, único partido chino, en cuya cúspide se encuentra el Politburó, que consta de 25 miembros, y es el órgano que toma las decisiones de mayor trascendencia del país. Sin embargo, no todos sus miembros son iguales. 7 de ellos -aunque en el último congreso, en 2002, este número se agrandó a 9 para incluir a dos de los colaboradores más cercanos del presidente saliente, Hu Jintao-, conforman el Comité Permanente del Politburó, la máxima cúpula de poder del Partido Comunista. Y entre ellos, el Secretario General del Politburó, es considerado el tercer cargo en jerarquía luego del presidente y del primer ministro. El ámbito de elección del Politburó y sus cargos, es el Comité Central del Partido Comunista con aproximadamente 350 miembros. Todos ellos son a su vez elegidos por el Congreso Nacional del PCCh, que actualmente se desarrolla en Beijing, desde el pasado 8 de noviembre.

Si bien existe un órgano legislativo unicameral, Asamblea Popular Nacional (APN), encargada formalmente de la elección de los altos mandos del estado, es el Congreso Nacional del Partido Comunista el que dicta quiénes tomarán las riendas del gobierno, mientras que la APN, compuesta en más del 70% por miembros de la conducción del PCCh -el resto son expresiones minoritarias aún orgánicas al partido- simplemente ratifica el resultado del congreso. Éste se reúne cada diez años para renovar su dirigencia, con una implícita pero taxativa norma de dar lugar a los más jóvenes. Así, resulta que el actual presidente tiene exactamente 10 años más que su cantado sucesor. Éste último es elegido entre los miembros del Comité Permanente del Politburó, cinco años antes de la finalización del mandato presidencial.

Para Xi Jinping no fue difícil llegar hasta allí. Es considerado el heredero político del ex presidente Jiang Zemin, ‘inventor’ de este sistema de sucesión en el poder y líder aún muy influyente en la política china. Fue el mandatario que luego de mandar a reprimir las protestas estudiantiles en Plaza Tienamen en 1989, impulsó el drástico cambio de la política china hacia la apertura a los mercados y la desmonopolización de los sectores de poder del PCCh. De él, y del presidente aún en el cargo, Hu Jintao, el principito rojo tiene mucho que aprender.

El congreso de 2012 cierra para China una “época dorada”, según medios oficialistas. Y los números acompañan. Desde 2002, última renovación del PCCh que consagró a Hu Jintao como presidente y Wen Jiabao como primer ministro, el PBI chino se cuadruplicó. El país oriental pasó de ser la sexta potencia económica mundial al segundo lugar, y el hecho de haber quintuplicado sus exportaciones le valió el primer lugar como principal potencia comercial del globo. Su rol fue fundamental para las economías golpeadas por la crisis financiera de 2008. Fue el salvavidas de sus socios comerciales occidentales, y el impresionante desarrollo industrial, con un crecimiento sostenido en el 8% anual desde hace más una década, le permite tener virtualmente en sus manos el futuro de las principales potencias del mundo. China es propietaria de la mitad de los títulos de estado norteamericanos, y de un cuarto de los de la Unión Europea. Más de la mitad del comercio mundial de productos industriales pasa por las ricas provincias de sus costas del este, y es allí donde se dirime la intensa batalla política interna que hoy se disputa en Beijing. La mayoría de los principitos rojos, candidatos a suceder a los veteranos miembros del Politburó, son o han sido gobernadores, alcaldes o administradores de los intereses estatales en las provincias de cuyos puertos sale la mercadería que consume buena parte del globo. Xi Jinping, obviamente es uno de ellos.