Nil Nikandrov
Strategic Culture Foundation
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Imaginémonos un acogedor piano bar en una tranquila calle de Santiago de Chile, lugar romántico donde las parejas que se citan, tipos que se las dan de artistas y turistas transcurren escuchando viejos éxitos musicales del pasado. Un lugar como este habrá sido donde el agente de la DEA destacado en la embajada de Estados Unidos se encontró con su contacto, un agente de alto rango de la Policía de Investigaciones para discutir detalles tales como cantidades, disfraces, rutas y protección para una operación habitual de narcotráfico, el suministro de cocaína proveniente de Bolivia por vía del Paso de Colina.
Fernando Ulloa, agente de la Policía de Investigaciones fue el primero que destapó la olla del entramado. Su investigación en torno al grupo narcotraficante que suministraba la droga en el distrito capitalino de Maipú le permitió descubrir que colegas suyos estaban comprometidos en ayudar a que la cocaína llegara a su destino. Al desentrañar el misterio, Fernando Ulloa supo que envíos de alrededor de 120 a 200 kilos de cocaína al mes, embalada en cajas etiquetadas como aparatos electro-domésticos, habían estado ingresando a Chile los últimos dos años y que una vez en el país los vehículos que transportaban la droga solían ser escoltados por la policía de investigaciones o personal militar cuya misión era mantener el tránsito seguro. Sin embargo, a estas alturas sus esfuerzos por informar de sus hallazgos fueron ignorados por sus propios supervisores en Maipú.
Como policía honesto, Ulloa no habría jamás imaginado que las instituciones policiales pudieran ignorar su absolutamente confiable información. Cuando sus esperanzas que los altos jefes de la Policía de Investigaciones reaccionaran se esfumaron, Ulloa, con la asistencia de la diputada Mónica Slakett contactó directamente al Ministro del Interior, Rodrigo Hinzpeter Kirberg y en el mes de mayo del 2011 le entregaron un grueso expediente con evidencias incriminatorias. El ministro Hinzpeter aseguró que el problema se resolvería en cuatro días y entregó el expediente al jefe de investigaciones legales del ministerio, pidiéndole a Ulloa no hablar con la prensa de manera de no comprometer la reputación de la Policía de Investigaciones. Ulloa retuvo sus conocimientos durante un año hasta que eventualmente se dio cuenta que los envíos por Paso de Colina continuaban como si nada hubiese pasado. Luego entonces contrató los servicios de un abogado para su propia defensa e hizo público el problema. El gobierno respondió despidiéndolo, manteniéndolo bajo vigilancia e interviniendo su teléfono.Las amenazas contra su persona no se hicieron esperar.
Lo que Ulloa tenía que entender es que su principal opositor era el ministro Hinzpeter, figura de las más influyentes en la política chilena.
Los vínculos de Hinzpeter con Estados Unidos y la derecha israelí son públicos y notorios en Chile, aunque paradójicamente la familia del ministro tiene antecedentes de pertenecer al sector socialista de Salvador Allende y se sabe que uno de sus parientes espió a favor de los soviéticos durante la II Guerra Mundial, trabajando para el famoso Iosif Grigulevich y cubriendo las actividades tanto de los nazis como del FBI. El señor Hinzpeter, contrariamente, es un personaje que pertenece totalmente a la época liberal. Ambicioso descendiente de una familia judía, estudió en el Instituto Weizman y en secreto, recibió entrenamiento militar en Israel.
Hinzpeter se graduó en la Escuela de Ciencias Jurídicas y Sociales de la Universidad Católica de Chile, donde se unió a los grupos estudiantiles pro-Pinochet y más tarde trabajó en el escritorio Simpson Thatcher & Bartlett de Nueva York. Existe el rumor que círculos sionistas de Estados Unidos consideraban a Hinzpeter como prometedor.
El que sería ministro ha sido el más estrecho colaborador de Sebastián Piñera desde el año 2001, sirvió como jefe de campaña y fue nombrado jefe de la policía en año 2010 cuando Piñera fue elegido presidente. Indudablemente que el nombramiento obtuvo la bendición de Washington.
Los chilenos permanentemente se preguntan cómo exactamente Hinzpeter divide su lealtad entre Chile y otros centros de gravedad política. Durante sus dos años en ejercicio, Hinzpeter ha sido un constante dolor de cabeza para el régimen y desde una perspectiva más amplia, una amenaza para la gobernabilidad en Chile debido a sus escandalosas inclinaciones autoritarias. En repetidas ocasiones Piñera ha tenido que salir en su defensa en la medida que el descontento público ha crecido contra el uso de la fuerza contra la población que protesta, contra el alza de las tarifas del gas en Aysén, la represión de las manifestaciones estudiantiles por una educación libre o la campaña de infundios en que Chile era supuestamente cuestionado por grupos musulmanes radicales. Blogueros chilenos permanentemente señalan los paralelos entre las políticas seguidas por Hinzpeter y la manera como Israel trata a los palestinos y algunos incluso señalan que la razón por la que Hinzpeter continúa inmune, pese ser responsable de la dureza desproporcionada, es porque goza de un fuerte respaldo de parte de Israel.
Por otra parte, Hinzpeter alcanzó una notoriedad adicional como asociado con la CIA y el Mossad en la cacería de células de Al Kaida cuando en el mes de mayo del 2010 el estudiante paquistaní Muhammad Saif-ur-Rehman Khan fue detenido en Chile bajo acusaciones más bien ridículas.
Bajo un pretexto baladí funcionarios de la embajada norteamericana invitaron a Khan a la sede de la embajada, invitación que el estudiante ingenuamente aceptó. William Whitaker, supuesto agente de la CIA, lo escudriñó a través de un detector de explosivos, le pidió que le entregara su teléfono celular y luego lo llevó a un cuarto al interior de la embajada. Acto seguido, Khan fue informado que trazas de explosivos habían sido detectadas en su teléfono, el estudiante protestó todo el tiempo por el atropello a sus derechos ya que durante el procedimiento fue desnudado e interrogado al estilo de Abu Ghraib y obligado a declararse culpable de una completamente imaginaria conspiración. Al mismo tiempo, la policía de investigaciones, siguiendo órdenes de Stanley Stoy, representante del FBI en Chile, realizó un allanamiento a la habitación que Khan alquilaba.
Siguiendo una sugerencia de Hinzpeter, los israelíes se participaron en el equipo investigador pero no pudieron identificar ninguno de los contactos del estudiante como un potencial terrorista. Hinzpeter ordenó a la Dirección de Inteligencia Policial de Carabineros, Dipolcar para que interviniera todas las comunicaciones telefónicas de Khan (sin orden judicial) con el objeto de evaluar el alcance y la coordinación entre el joven paquistaní y el senador Alejandro Navarro –quien condenó toda la operación como una provocación—y comprobar si Khan tenía alguna relación con regímenes populares.
Con toda celeridad Hinzpeter desplegó la versión norteamericana luego de la detención, refiriéndose a trazas de explosivos supuestamente detectadas en los efectos personales de Khan.
La noticia fue difundida por los medios sin mencionar el carácter hipotético de las acusaciones y Khan fue encerrado en una cárcel de alta seguridad para enfrentar nuevos interrogatorios. Khan más adelante señaló que Hinzpeter tenía pensado destacar este caso en un escenario mayor de campaña anti-extremista en Chile de manera de justificar el pasaje de una ley anti-terrorista extremadamente severa. A petición del abogado defensor de Khan se realizó una serie de sondeos técnicos resultando que trazas de explosivos se hallaron en el teléfono de Khan pero en ningún otro efecto personal del estudiante. La única explicación plausible detrás de esta paradoja sería que el teléfono de Khan había sido contaminado con una substancia explosiva por los agentes norteamericanos en la embajada. La policía de investigaciones posiblemente hizo otro tanto en el apartamento donde vivía Khan pero esas “nuevas evidencias” no pudieron ser utilizadas ya que la patrulla de carabineros que afuera esperaba la orden de allanamiento, filmó la visita de la policía de investigaciones.
Todo lo anterior significó un estrepitoso fracaso y aquellos que planificaron la jugada no tuvieron otra opción que abandonar el país. Stanley Stoy reapareció en la Unidad de Manejo de Crisis del FBI donde su experiencia chilena sería bien recibida. William Whitaker reapareció como Cónsul en Tijuana, México encargado de combatir a los carteles de la droga que se atreven a desafiar al control de la DEA. El embajador Paul Simons, quien durante un tiempo de su estadía en Chile tuvo que enfrentar el asedio de la comunidad periodística, finalmente reapareció como Secretario Ejecutivo de la Comisión Interamericana de Control sobre la Drogadicción, CICAD de la Organización de Estados Americanos, OEA. Solamente el ministro Hinzpeter se mantiene en su cargo y sostiene que Khan tuvo algo que ver con agrupaciones terroristas chilenas y musulmanas autoras de una serie de atentados con bombas cerca de instituciones bancarias.
Hinzpeter no pareciera estar muy preocupado por otro escándalo más que estalló cuando se supo que las ganancias producto de las drogas estaban siendo empleadas para socavar los regímenes populares de América Latina. Él confía en que sus patrones norteamericanos e israelíes lo respaldarán pase lo que pase.
La publicación independiente chilena, Panorama, aseguró el 3 de noviembre pasado que la DEA y la CIA estaban comprometidas en la cadena de distribución de narcóticos desde Bolivia y Perú vía Paso de Colina. Citando fuentes confiables, el periodista chileno, Patricio Mery, escribió que esta operación es manejada por la embajada de Estados Unidos en Santiago de Chile con el propósito de utilizar el dinero ilícito para financiar actividades subversivas contra los países con regímenes populares. El relato no da mayores detalles sobre la planificación de la distribución de la droga pero existen serios indicios que la base militar de Concón, construida con fondos del Comando Sur (Southcom) de Estados Unidos podría ser una base de relevo en la ruta de la droga.
De acuerdo con el mismo informe, en este momento la DEA y la CIA tienen en la mira a Ecuador que se prepara para las elecciones presidenciales del 17 de febrero del 2013. Su presidente Rafael Correa con un abrumador 70 por ciento de aceptación, se le considera en Washington como un político inamistoso por su oposición a los designios de largo alcance de Estados Unidos en la región Asia – Pacífico. Una de las quejas principales de Estados Unidos es que Correa cerró la base militar norteamericana de Manta en Ecuador. Últimamente, Correa ha denunciado repetidas veces que la CIA podría estar planificando interferir el resultado de las elecciones ecuatorianas y refirió, siguiendo la línea informativa de Mery, que los ingresos obtenidos se emplearían en políticas subversivas. Igualmente, Correa hizo referencia a las revelaciones del diplomático británico, Craig John Murray, quien señaló que la CIA “oficialmente” destinó 85 millones de dólares –y posiblemente muchos más en realidad—en sus esfuerzos por desbaratar las elecciones en Ecuador.
Correa se abstuvo de acusar públicamente al gobierno chileno de complicidad en esta desagradable jugada pero podría haberla planteado cuando se reunió hace poco con el presidente Piñera.
Hinzpeter está presionando de manera considerable las relaciones tradicionalmente amistosas entre Chile y Ecuador, pero no existe la posibilidad que esta actividad le cueste su cargo al ministro. Difícilmente Piñera se atrevería a enojar a los poderosos mentores de Hinzpeter y por lo tanto en la actualidad no hay peligro para que el suministro de la droga continúe a través del Paso de Colina.