1.- Hamás
Las revueltas árabes han trastocado el orden regional y han modificado algunas alianzas en Oriente Medio.
Prueba de ello es el giro de Hamás: hace un año optó por cambiar sus cartas. Se alejó del régimen sirio, castigado por las revueltas internas con el apoyo de actores extranjeros, abandonó su sede en Damasco y, aceptando una invitación del emir, se instaló temporalmente en Qatar, un país que mantiene buenas relaciones con Estados Unidos y que disfruta de peso político en la región gracias a su riqueza en gas y petróleo.
Fue todo un viraje, teniendo en cuenta que hasta entonces Hamás era fiel aliado del eje Teherán-Damasco-Hezbolá.
En febrero de este 2012 el líder de Hamás, Ismail Haniya, formalizó la ruptura con Siria en un discurso pronunciado en la mezquita Al Azhar de El Cairo:
“Desde la tierra de Egipto saludo a todos los pueblos de la primavera árabe, y en especial al pueblo sirio en sus aspiraciones de libertad, democracia y justicia”, sentenció.
El pasado octubre, solo unos días antes del inicio de la ofensiva israelí, el emir de Qatar visitó Gaza y anunció la entrega de una ayuda de 250 millones de dólares. Fue la primera visita oficial que un mandatario realizaba a Gaza desde el triunfo electoral de Hamás en 2006. Detrás de ella se escondía la intención de Qatar de alejar al movimiento de resistencia palestino de Irán, su tradicional aliado en la región.
2.-El nuevo papel de Egipto
Una de las grandes incógnitas que han preocupado a Israel y Estados Unidos es hasta qué punto el nuevo presidente egipcio, Mohamed Morsi, se atrevería a distanciarse de Israel.
En los meses de atrás Morsi ha intentado remarcar sus diferencias con la política de sumisión ante Israel practicada por su antencesor, Hosni Mubarak. No es ningún secreto que los Hermanos Musulmanes egipcios, de donde proviene el presidente egipcio, fueron la organización ‘madre’ de Hamás cuando éste fue fundado en 1987, al calor de la Primera Intifada palestina.
Pero al mismo tiempo Egipto ha procurado mantener sus buenas relaciones con Tel Aviv y con Estados Unidos, del que el Ejército egipcio recibe 1.300 millones de dólares al año, una ayuda que Washington activó tras la firma de los acuerdos de paz de Camp David entre Egipto e Israel en 1978.
En más de una ocasión Morsi ha criticado a Israel por incumplir los compromisos adquiridos en los pactos de paz de Camp David; ha calificado los ataques israelíes a Gaza como “agresiones contra la humanidad” y su primer ministro visitó la Franja en plena ofensiva militar para mostrar su solidaridad con los palestinos.
El presidente egipcio ha jugado un papel clave como mediador en la negociación del alto el fuego. Fue el anfitrión de la reunión mantenida el pasado sábado en El Cairo entre los líderes de Turquía, Qatar y Hamás para buscar una salida a la situación en Gaza, recibió a Hillary Clinton en El Cairo y ha permanecido en contacto directo con Barack Obama, quien le ha telefoneado en varias ocasiones.
Sin embargo, aunque las reglas del juego entre El Cairo y Tel Aviv hayan cambiado en las formas, no lo han hecho en el fondo. A pesar de los ataques a Gaza, Morsi no ha amenazado con romper los pactos de Camp David, que son, de hecho, su gran baza para negociar las ayudas económicas que necesita de sus aliados occidentales.
Lo que sí busca el presidente egipcio es revalorizar el precio de sus acuerdos de paz con Israel y de su fidelidad a Washington. Quizá no sea casual que, justo tras el alto el fuego en Gaza, haya anunciado que asume amplios poderes en Egipto y que anula la efectividad de cualquier decisión judicial contra él o contra el panel que redacta la nueva Constitución egipcia, integrado por sus aliados islamistas.
Esta nueva deriva autoritaria del presidente ya ha tenido respuesta en la calle. La pasada noche miles de egipcios que se manifestaban para conmemorar el aniversario de la matanza de la calle Mohamed Mahmoud corearon eslóganes contra Morsi y exigieron su dimisión. Está previsto que hoy viernes las protestas continúen y crezcan en número: Los movimientos sociales están despiertos y dispuestos a provocar nuevos sobresaltos.
3.-Unas fronteras más frágiles
Uno de esos sobresaltos se ha vivido recientemente en Jordania, el único país árabe que, junto con Egipto, firmó la paz con Israel. La estabilidad de Jordania no pasa por su mejores días y eso supone una preocupación más para Tel Aviv. La monarquía jordana ha sido cuestionada por multitudinarias protestas iniciadas hace unas semanas, en las que se exige un cambio de régimen.
Israel también comparte frontera con Siria, un país sumido en la violencia, con un régimen debilitado y con algunos grupos de la oposición que cuentan con el apoyo de actores como Qatar o Arabia Saudí. La situación de ‘inestabilidad’ siria podría afectar además al statu quo actual en los Altos del Golán sirios, ocupados por Israel.
4.- La capacidad militar de Gaza
La capacidad de las milicias palestinas de Gaza es ínfima, y más en comparación con el Ejército israelí, el más poderoso de la región. No hay más que ver las cifras de muertos: 177 palestinos, 6 israelíes.
Sin embargo, por primera vez desde que lanzara su primer cohete contra territorio israelí en 2001, Hamás ha logrado alcanzar las inmediaciones de Jerusalén y Tel Aviv. Nunca antes sus proyectiles habían llegado tan lejos.
Tras esos ataques, Israel desplegó (y, de paso, publicitó) su sistema de defensa antiaérea Iron Dome, fabricado por una empresa israelí, con ayuda económica estadounidense.
5.- Las redes sociales
La presencia de testigos directos extranjeros en Gaza es significativamente superior a la que había en 2008 durante la Operación Plomo Fundido. Este hecho, unido a la creciente fuerza de las redes sociales, con un mayor número de internautas palestinos, ha permitido denunciar la muerte de civiles con una mayor difusión de datos, imágenes y vídeos que han tenido impacto en la opinión pública internacional.
6.- Un statu quo regional en revisión
Estados Unidos se opone a que Palestina sea reconocida como Estado observador de la ONU, y no oculta su gran alianza con Israel. De hecho, Obama ha dicho públicamente estos días pasados, con la Operación Pilar Defensivo ya en marcha, que “Israel tiene derecho legítimo a defenderse”, obviando que Israel es potencia ocupante y que por tanto el derecho a la defensa residiría, si acaso, en el ocupado. La posición de Obama ha satisfecho incluso a los sectores más conservadores de Estados Unidos.
Pero una prolongación de la ofensiva israelí podría sacar a la calle a la población egipcia y jordana, tensar las relaciones de Israel con Egipto, poner en peligro los acuerdos de Camp David, aumentar las críticas contra Tel Aviv en la comunidad internacional, complicar la situación siria e incluso allanar el camino para que una potencia como China, que cada vez teje más relaciones políticas y económicas en la región -fue la primera nación que el presidente egipcio visitó fuera de Oriente Medio- gane influencia en la zona defendiendo, como ya ha hecho estos días, ‘la justa posición de los países árabes en la cuestión palestina’.
Por todo ello, esta vez el alto el fuego ha llegado antes. Aunque ya se sabe que el alto el fuego, en este asunto, siempre es provisional. (Actualizado: De hecho, este viernes un palestino ha muerto y siete han resultado heridos).
Algo se mueve en Oriente Medio. Lo que no cambia es el sufrimiento palestino. Israel continúa incumpliendo las resoluciones de la ONU, ocupando territorios, discriminando y apartando a los palestinos de Cisjordania, cercando Gaza, perpetuando el bloqueo, matando. Lo hace gracias al papel y la complicidad de la comunidad internacional occidental -España incluida- que sigue vendiéndole armas y manteniendo relaciones diplomáticas y comerciales preferentes con Tel Aviv.