Joe Cornejo

APU

 

No tiene sentido discutir el grado de acatamiento del paro. En su larga trayectoria, Hugo Moyano se ha dedicado a construir poder sindical y lo que no alcance con la adhesión de los trabajadores, Moyano lo reemplazará con piquetes. En una Ciudad siempre al borde del colapso como la Capital Federal, el impacto de la medida de fuerza será notable.

Pero el éxito del paro es también el fracaso de su deseo de “saltar a la política”. Algo que el camionero había explicitado en River Plate el 15 de octubre de 2010, cuando se preguntó “cuando habría un presidente obrero”. Moyano remitía a la experiencia brasilera, donde un sindicalista pudo ser el máximo mandatario dos periodos seguidos. Es decir, un partido de clase, o un frente policlasista con conducción sindical.

No es el primer intento en Argentina de la última mitad de siglo, ninguna de ellas con resultado feliz. Durante el peronismo fundacional, el gremialista de la carne Cipriano Reyes constituyó un Partido Laborista que apoyó el arribo de Perón, luego lo enfrentó y terminó con sus huesos en la cárcel. Hacia la segunda mitad de los 60, el líder metalúrgico Augusto Vandor intentó un peronismo sin Perón. En esta ocasión, a Perón le alcanzó con digitar desde España las elecciones provinciales de 1965 a través de su mujer, Estela “Isabel” Martínez. Vandor fue derrotado y posteriormente ajusticiado por un supuesto comando juvenil del peronismo. El último intento, de menor magnitud, fue la rebelión de Saúl Ubaldini contra Carlos Menem y su entonces vicepresidente Eduardo Duhalde. Ubaldini fue candidato a gobernador contra Duhalde, perdiendo de modo abrumador. Cayó en una profunda depresión: fue parte del núcleo fundacional del MTA pero en sus últimos años terminó como diputado por el duhaldismo.

El fracaso del salto a la política se debe a límites estructurales de la clase obrera formal en Argentina y Latinoamérica. También a coyunturas específicas, probablemente tenga que ver el fallecimiento de Néstor Kirchner y otra desaparición menos recordada, la del gran estratega del sindicalismo nacional, Juan Manuel Palacios. Del Bocha se sigue diciendo que era el único hombre que lograba detener la proverbial impulsividad de Moyano. Hoy día, ni siquiera sus propios hijos se animan a contradecirlo.

Si la experiencia política del moyanismo se terminó, es materia de astrólogos. Sin embargo, la virulencia del paro va en ese sentido, después de un largo periplo de alianza con el kirchnerismo (un mandato entero de Néstor Kirchner y otro de Cristina Fernández). Como es bien sabido en política, los aciertos acumulan, los errores dividen. Ese es el actual escenario: cinco centrales obreras, seccionales que paran de gremios que no paran (como Alimentación) y viceversa (Judiciales). Y la fragmentación de la clase obrera suele tener siempre el mismo silencioso ganador: la patronal.