Nicolás Álvarez G.


Luego de la ciclópea batalla cultural por la sanción de la Ley de Medios Audiovisuales liderada por el actual vicegobernador de Buenos Aires, Gabriel Mariotto, se ha perdido un valioso tiempo confrontando con un poderoso enemigo que despliega sus recursos construidos y galvanizados durante décadas.

 

El control del grupo Clarín, como brazo comunicacional de las corporaciones transnacionales y el gobierno de los Estados Unidos, pone al gobierno argentino en una situación de dura confrontación mediática en la que está en desventaja.

 

Las técnicas de manipulación y bombardeo desde las fuentes de emisión de los medios ha generado en la psiquis de la población argentina un efecto de penetración ideológica que no alcanza a ser percibido y que por su dimensión, puede traer dificultades en la política comunicacional del gobierno.

 

La estrategia del gobierno consiste en realizar propaganda gubernamental en varios canales de TV abierta, como así también en radio, TV por cable, revistas y páginas web, para informar de los logros realizados por su administración.

 

Esta estrategia carece de efectividad, pues la asimetría en materia de horas (de propaganda gubernamental) contra los efectos de los medios de oposición son una respuesta parcial y débil respuesta a una verdadera maquinaria monopólica del grupo Clarin. Las noticias enviadas a la población  plantean una larga batalla de un medio emisor (Clarín) contra otro (El Estado), sin evaluar este último, el impacto sobre una gran parte de la población inerme ante el bombardeo de noticias y opiniones antigubernamentales.

 

El gran ausente de la batalla es el pueblo, quien parece observar pasivamente como el Grupo trabaja para la destrucción del gobierno de Cristina Kirchner.

 

El poder de fuego del grupo ya convenció a los sectores medios y bajos de la sociedad en 2008 (cuando los puso a favor de la oligarquía agroganadera) y puede ser utilizado nuevamente si a alguna empresa de Clarín se le aplicara la ley de medios.

 

Aunque Clarín se ajustara a derecho acatando la ley, sería muy difícil quitarle el mecanismo de generación diaria de la agenda política del país y que el gobierno no parece neutralizar.

 

Una política comunicacional sin la presencia de medios alternativos y de una sociedad conciente, difícilmente produzca cambios trascendentes en los meses posteriores al 7D, pues no hay aún una organización eficaz que se proponga agendas alternativas a las monopólicas contrarias a los interese nacionales.

 

Así, el 7D se transforma en una fecha que marcará las correlación real de fuerzas con las que cuenta el gobierno, más allá del espacio político denominado “Unidos y Organizados”, que no ha logrado aún el acercamiento con el pueblo, sujeto político que debiera ser el verdadero comunicador de los logros de un gobierno jaqueado por el capitalismo global en su fase más destructiva de las últimas décadas.

 

¿El 7D será el triunfo o el colapso de la política comunicacional del gobierno argentino?

 

Nicoguevara@hotmail.com