Níkolas Stolpkin
Los resultados de las pasadas elecciones municipales han puesto al descubierto el verdadero rostro de lo que la clase política dominante viene denominando afanosamente como “Democracia”, concepto sujetado desde lo que se subrayó como “la vuelta a la democracia” o “el retorno a la democracia” en 1989.
La puesta en marcha de la inscripción automática y el debut del voto voluntario en las elecciones municipales del pasado 28 de octubre, ha permitido ver con mucha más claridad el rostro de un producto mal llamado “Democracia” que nos vienen vendiendo desde que asumió la presidencia Patricio Aylwin Azócar.
Un tiro por la culata ha resultado ser, para la clase política dominante, el estreno del sistema del voto voluntario. La alta abstención obtenida en las pasadas elecciones municipales ha permitido saber que la clase política no representa a nadie más que a un 41% y que habría de disminuir –más encima– con el 4,26%, obtenido, que suman los votos nulos y blancos. Por lo que el porcentaje exacto de representación sería de 36,74% (eso en cuanto a alcaldes, porque las cifras en cuanto a concejales disminuye aún más: 33% de participación menos 7,41% de votos nulos y blancos= 25,59%).
Ahora pongamos un ejemplo sencillo: si existe una participación del 40% en una comuna, y sale elegido un alcalde con el 55% de los votos ¿cuánto sería el porcentaje real que habría sacado ese nuevo alcalde? Respuesta: 22%.
Cifras como las datas anteriormente darían como para preocupar a cualquiera que esté dentro de la orbita de la clase política dominante. Mas pareciera ser que dichas cifras no resultaran ser tan alarmantes.
La salida de Cristián Labbé y la entrada de Josefa Errázuriz a la alcaldía de Providencia, o la salida de Pablo Zalaquett y la entrada de Carolina Tohá a la alcaldía de Santiago, parecieran “sintetizar” mediáticamente el resultado de las pasadas elecciones municipales, graficando la derrota y la victoria de dos visiones “contrarias” y un “aquí no ha pasado nada”. Todo ello bien condimentado con los famosos “votos perdidos” o “fraude electoral”, para amortiguar quizá en algo los “7,908,155” que se abstuvieron de ir a votar por “su” alcalde.
Los interesados en explicarse los altos índices de abstención todavía los podemos ver “vueltos locos” buscar las respuestas. Pero no hay mucho que buscar, menos cuando se ha pasado de un padrón de 8,285,186 a 13,404,084 electores, producto de la inscripción automática.
Cuando tienes a una “Democracia” siendo irrespetuosa con sus ciudadanos, utilizando una Constitución (1980) fabricada en dictadura, y “bien” administrada y profundizada por la Concertación (entre 1989 y 2009), y ahora proseguida por sus propios “progenitores” ideológicos de la Derecha, y le quitas obligatoriedad al acto de votar, lo que estamos logrando es que los ciudadanos dejen de estar amarrados a un sistema “democrático” que por años le había dicho que si se inscribía o si ya estaba inscrito estaba obligado a ir a votar o de lo contrario arriesgaba tener una multa o problemas con la justicia.
Hoy lo que ha pasado es que, los que antes no habían tenido el interés en ir a inscribirse a los registros electorales, por tratarse de una “Democracia” pobre e irrespetuosa que no les toma en cuenta, ahora inscritos automáticamente siguen manteniendo su posición a un sistema que no hace mucho por los intereses de los trabajadores, estudiantes y pobladores, manteniéndolos como meros espectadores, alejados y desvinculados de cualquier decisión que les pudiera afectar.
Se equivocan garrafalmente quienes tienen la idea absurda de que los altos índices de abstención se debió en buena parte a la campaña desplegada e identificada como “Yo no presto el voto”, convocado por la ACES (Asamblea Coordinadora de Estudiantes Secundarios).
Cuando tenemos la urgencia de ir a la taza del baño y sabemos que debemos ir sí o sí, que venga alguien a “recordarnos” que debemos ir a la taza del baño ya se hace innecesario, debido a la obviedad de lo que involucra la necesidad. Es obvio que debido a la urgencia deberemos ir a hacer nuestras necesidades, y, más aún, cuando ya no hay nadie que nos obligue a ir a la ensalzada “Fiesta de la Democracia”.
Si antes, cuando existía el voto obligatorio, el llamado de ciertos grupos en contra del actual status quo era a votar nulo o en blanco, debido a las circunstancias, ahora el llamado obvio se ha convertido en llamar a no votar. ¿Cambian en algo las estructuras de Poder al votar nulo o en blanco, o al no presentarse a votar? Claramente ha de resultar lo mismo que votar, ya que las estructuras no cambian significativamente.
Por tanto, todo llamado a votar nulo, blanco o a abstenerse no deja de ser un mero acto simbólico que refleja cierta crítica al desempeño de la clase política quienes supuestamente están por velar por nuestros intereses.
El que un niño tire al suelo el plato de comida o llore porque no quiere comer la comida que le está dando la madre, no quiere decir que ese niño dejará de tener madre. Lo mismo ocurre entre la relación entre gobernantes y gobernados. Los gobernados hagan lo que hagan siempre tendrán gobernantes. El punto es ¿qué tipo de gobernantes deseamos tener? ¿Gobernantes preocupados de nuestro bienestar o gobernantes preocupados más de su propio bienestar?
Aquí no ha pasado nada
Lo que queda por precisar son los porcentajes de quienes no fueron a votar entre una masa apolítica o apática y un acto político conciente. Obviamente la masa apolítica o apática lleva las de ganar por un largo trecho frente al acto político conciente. El vivir dentro de una sociedad individualista y consumista, permitiría llegar a esas conclusiones.
No obstante, cabe preguntarse ¿es la masa apolítica o apática parte de un acto político inconsciente? ¿Cuánto de ella sí lo es? ¿Cuánto de ella no lo es?
También queda por dilucidar cuántos muertos fueron agregados “automáticamente” al nuevo padrón electoral –¡¡¡hasta el propio Salvador Allende figuraba en la lista de los que debían ir a votar!!! O es que… ¿hasta el propio Salvador Allende se abstuvo de ir a votar?– que, por lo visto, no fueron pocos; lo que necesariamente habría de modificar el total del padrón electoral y el… ¿porcentaje real de abstención?
La alta abstención obtenida desnuda la “Democracia” en Chile y refleja una sociedad que dejó hace rato de creer en sus gobernantes.
Aquí nadie ganó, aquí todos perdieron.
La alta abstención comunicacionalmente ha tratado de pasar desapercibida, tapada con el “éxito” de los “ganadores”, a quienes se les debería caer la cara de vergüenza. Pero si la misma abstención se hubiera hecho presente en Venezuela ¿los Grandes Medios Nacionales se hubieran comportado como hasta el momento se han comportado? No olvidemos que en Venezuela en las pasadas elecciones presidenciales la participación popular fue de 81%, y ello con un sistema de voto voluntario. Obviamente allá fue una elección presidencial y acá fue una elección municipal, pero no quita el hecho de que se trataban de actos democráticos dentro de una Democracia.
Lo que hay que preguntarse es ¿en Chile existe democracia o más bien es una caricatura de democracia? ¿Por qué en una democracia como la venezolana nos encontramos con esos altos índices de participación y en una democracia como la chilena nos encontramos con estos altos índices de abstención? ¿Ello no podría hablar de que la Democracia en Venezuela es mucho más desarrollada que la de Chile? ¿Con qué moral entonces la clase política dominante en Chile se da las atribuciones de criticar la democracia venezolana y querer dar lecciones de Democracia a otras naciones?
La abstención, seamos claros, más pareció un acto como cuando se deja en libertad a un niño de dos años para almorzar algo que no le agrada o que por capricho no tiene ganas. Obviamente aquí el niño se ha de retirar, dejando el plato tal como está.
La abstención deja un gran desafío para la clase política chilena en general, en vías de las próximas elecciones presidenciales. Y es evidente que habrán de poner mucho más empeño los que están en el poder y los que aspiran volver al poder.
El próximo año ¿será el año de los “bonos”? ¿Qué trucos se habrán de inventar para que el “niño” se tenga que comer toda la comida? ¿Proseguirá el acto irrespetuoso que se da con el “Sistema Binominal”, sistema que permite la “sana” convivencia entre dos bloques desgastados, políticamente, administradores de los altos círculos de Poder local y complacientes con los altos círculos de Poder foráneo?
A estas alturas será muy difícil volver a la modalidad del voto obligatorio. La clase política dominante tendrá que seguir soportando la vergüenza que significa no representar al 59% más el 4,26% de los votos nulos y blancos, o sea el 63,26%, o tendrán que ingeniárselas para no dar tanta pena.
¿Volverán los porcentajes de participación superiores al 85% y nunca inferiores que hubieron con el sistema del voto obligatorio? ¿Volverán los porcentajes de abstención nunca superiores al 14,22% en cuanto a alcaldes y 14,30% en cuanto a concejales que hubieron con el sistema del voto obligatorio?
Campo fértil para nuevas fuerzas políticas
La impresión que da, es que hay combustible suficiente como para que entren en terreno fértil movimientos muy cercanos a los que han brotado en los llamados países “Progresistas”, que combustible como para hacer quemar toda la pradera. El caso de Marco Enríquez-Ominami es una prueba de ello (por el alto apoyo obtenido en las elecciones presidenciales pasadas, pero que se diluyeron en un “abrir y cerrar de ojos”, no logrando solidificar ese apoyo.).
Muy distinta sería hoy la imagen de Marco Enríquez-Ominami si hubiese optado, en su momento, por no apoyar la candidatura de Eduardo Frei Ruiz-Tagle.
Franco Parisi y su verborrea “apolítica” e “ilustrada” ¿será el próximo “Marco Enríquez-Ominami”, pero dentro de una coalición de Derecha?
La izquierda con inclinaciones revolucionarias pudiendo tener una oportunidad histórica en estas circunstancias, no ha sabido salir del atolladero de la fragmentación en la cual hoy día se encuentra sumergida aún más. Nada más gráfico de esto que los constantes llamados a la “unidad” dentro de sus propios círculos.
Cuando esa izquierda sepa traducir el escenario en la cual se encuentra y sepa abandonar la cola del protagonismo mediático de fuerzas inestables, como lo son hoy los movimientos estudiantiles (que se diluyen sus discursos en cuanto finaliza “el año”, la secundaria o sus estudios universitarios), y sepa dirigir su fuerza creativa y adentrarse en los sectores de producción como fuerza motriz de cambios, allí ya podremos ver un cambio rotundo dentro de esa izquierda, que hoy acostumbra a ver enemigos donde no los hay; se preocupa infantilmente de querer aparecer “más revolucionarios” que otros, descalificando a los que supuestamente son “menos revolucionarios” que ellos; apoya discursos sin contenido estratégico por el solo hecho de querer “figurar” en la cresta de alguna ola en particular; les encanta ser “puristas” en el lenguaje, sin tener la capacidad de actualizar el lenguaje a los tiempos actuales; les fascina mostrar el álbum nostálgico de algún “viejo sabio”, para así quizá tratar de replicar lo que en otros tiempos junto con otros códigos o niveles de desarrollo pudo hacerse, etc.
El actual escenario provee de un campo fértil para que emerjan fuerzas políticas que quieran disputar el poder como en su momento lo hizo Salvador Allende.
Para la izquierda con inclinaciones revolucionarias radicales, el camino que tienen por delante está lamentablemente lleno de nudos acumulativos y a los cuales deberán dedicarle tiempo para desenredarlos primero, y así poder proseguir sin obstáculos por el camino el cual están convencidos. Lo lamentable para esa izquierda es que esos nudos que se presentan en el camino, en su mayoría no han sido creados más que por ellos mismos.
¿Cómo habremos de lograr una “unidad” si aún acostumbramos a convivir con innumerables nudos y más encima producimos mucho más nudos?
Allí están los resultados: un campo fértil para nuevas fuerzas políticas, sin necesidad de mucho esfuerzo, y un campo infértil para “viejas” formas políticas fragmentadas y atascadas por innumerables nudos autocreados.
El gran desafío para las fuerzas radicales será trabajar el propio terreno para transformarlo de terreno infértil a terreno fértil. Porque no basta con que la rueda de vueltas y vueltas; para crecer en la lucha hace falta de una rueda que dé evidentes avances sobre el terreno.
Nota del autor: Todos los datos o cálculos han sido sacados de acuerdo a los datos proporcionados por http://www.sitiohistorico.eleccione… y http://www.servel.cl Revisar gráficos de documentos adjuntos.
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Níkolas Stolpkin
Analista político nacional e internacional – Political Analyst – Crítico de política y Cultura Contemporánea – AUTODIDACTA