FERNANDO BUEN ABAD DOMÍNGUEZ
No muchas leyes cuentan con la raigambre histórica, de luchas sociales y de significados políticos, como la que sustenta la llamada Ley de Medios promulgada en Argentina. Además de encarnar voces que durante décadas han bregado por la democratización de los “medios de comunicación”; además de ser una ley que sustituye la anterior “ley de la dictadura”; además del consenso y la movilización social que suscitó; además de ser una iniciativa nacional con imbricaciones internacionales por su coincidencia jurídico-política con movimientos similares en Latinoamérica… la Ley de Medios es un emblema entre los distintivos de la etapa política que vive ese país desde el año 2001.
La Ley de Medios argentina ha dejado lecciones de todo tipo, y ha abierto espacios, de análisis y acción inéditos y realmente trascendentales. Por una parte quedó ratificado que proclamar una ley no implica su cumplimiento inmediato y, por otra parte, quedó claro que los argumentos legales reclaman argumentos políticos, movilizados desde las bases, para hacer efectivos los propósitos inmediatos y ulteriores de las leyes. Entre una parte y otra, Argentina ha debido testimoniar un repertorio extraordinario de trampas, elusiones, falsedades y escapismos ensayados por el grupo Clarín (modelo de farándula mediática paupérrima y tergiversación informativa) que, sin ser el único monopolio mediático argentino, es el más amenazante y renuente a acatar la Ley de Medios aprobada por los poderes democráticos y por consensos muy amplios. Ese escenario ha ayudado a esclarecer el espacio de la lucha de clases y Argentina ha ganado gran experiencia en la batalla para la etapa actual democratizadora de la “comunicación”.
Se fijó, legalmente, como fecha límite para desactivar las estructuras monopólicas mediáticas, el 7 de diciembre de 2012. Y eso implica un reloj jurídico, con cuenta regresiva, según el cual el monopolio Clarín habrá de acatar la ley, como todos los demás, si no quiere verse sancionado. Pero el monopolio supone que éste es más poder que todos los poderes y ha iniciado una ofensiva reaccionaria contra la Ley de Medios, el gobierno argentino y contra la presidenta Cristina Fernández. Se trata, en realidad, de una ofensiva embriagada con obviedades burguesas, intoxicada con odio y viciada de origen por la ira de un sector oligarca acostumbrado a la impudicia y a la impunidad. Es decir, nada nuevo.
No debe subestimarse esta ofensiva, tampoco sobre-estimarla. Ya tiene efecto en algunos sectores, incluso de cierta izquierda, y puede tener otros “costos políticos” si las bases sociales, que dan sustento político a la Ley de Medios, no se moviliza, como antes lo han hecho para ratificar sus fines y principios, sin quitar atención a los flancos en que la propia ley deberá ser perfeccionada en el corto plazo. No debe subestimarse la ofensiva oligarca porque, además de los argumentos en defensa de los intereses burgueses, anhela generar un río revuelto de opinología coyuntural, que le legitime un liderazgo opositor que los partidos de derecha no tienen hoy. No debe subestimarse la ofensiva oligarca porque no se trata, sólo, de una pataleta localista cargada con histrionismo de clase y melancolías aristócratas. Se trata, también, de una operación golpista internacional que tiene en la ofensiva mediática uno de sus mascarones de proa favoritos. Como en Libia, Siria…
Por aberrante que suene, una parte de esa ofensiva mediática oligarca en Argentina, atrinchera su demagogia en defensa de la “libertad de expresión”. Llena sus pantallas con palabrería acartonada que desgarra sus vestiduras. Manotean argumentos legaloides y se empeñan en convencer, a sirios y troyanos, de que la Ley de Medios desaparecerá medios y voces para silenciar al “Clarín” de la burguesía. Pocas veces (sin contar a las dictaduras militares) la fiebre lenguaraz de los monopolios ha exhibido su histeria con tan febril lógica de canallas.
Por demencial que suene, se trata de una ofensiva internacional y la oligarquía vernácula se ha hecho acompañar por las voces y los intereses del grupo Prisa de España; CNN de Miami; Televisa de México; Globovisión de Venezuela; Caracol de Colombia; O´Globo de Brasil y Mercurio de Chile… en fin, la red de oligarcas mediáticos en todo el continente. Se dejan encabezar por la SIP (Sociedad Interamericana de Prensa), la Red Mundial de Editores, (incubada por el propio grupo Clarín) y otra pléyade de “comunicadores” serviles a los intereses del capitalismo y de sus púlpitos mediáticos. La crema y nata de la estulticia golpista.
La defensa de la Ley de Medios exige claridad política y fortaleza estratégica. Hace falta un buen frente único internacionalista que hermane la lucha argentina con las otras luchas que, en un sentido similar, están en marcha en todo un continente y buena parte del mundo. Miles de jóvenes (y no sólo), en todo el planeta, son protagonistas de estas luchas –hoy por hoy– y bien vendría romper todo sectarismo apoyándonos en un Frente Único, rico y muy activo que no sólo defienda ésta y otras Leyes de Medios, sino que abrace compromisos de base para seguir corrigendo y mejorando cada uno de los espacios que lo demanden. Bien vendría ser capaces de acompañar a los que ya están en lucha, sumando otras luchas, para que el extraordinario contenido político ganado desde abajo, y desde la historia del pueblo argentino, para la Ley de Medios, se multiplique y enriquezca. La situación tenderá a empeorar y la necedad del monopolio Clarín no se extinguirá sólo porque la ley lo ordene. El desafío no es sólo “local” y no alcanza con las leyes para transformar al mundo.
El autor es Doctor en Filosofía y Teórico de la Comunicación.