Israel y Estados Unidos tratan de boicotear los avances
Emilio Marín
La Arena

Se había acordado en Naciones Unidas y los dos países tuvieron su primera reunión en Ginebra. El objetivo es distender el conflicto y hallar una solución a la causa de la AMIA. Esa distensión tiene dos poderosos enemigos.

Las relaciones entre Argentina e Irán venían mejorando poco a poco desde 2010. Ambas partes buscaban remontar los obstáculos interpuestos desde que en julio de 1994 se produjo un brutal atentado contra la AMIA, mutual israelita en Buenos Aires. Murieron allí 85 personas. Una investigación judicial muy contaminada por los servicios secretos de Israel y Estados Unidos acusó sin pruebas a Irán como supuesto responsable. Comenzó allí el declive de aquella relación, primando la desconfianza mutua.

Argentina reclamó en 2006 a Interpol la extradición de destacados funcionarios, sindicados como organizadores del atentado. Entre ellos el ex presidente Ali Rafjansani, el actual ministro de Defensa, Ahmad Vahidi; el entonces embajador en Buenos Aires, Hadi Soleimanpour, entonces embajador que hoy funge como viceministro de Relaciones Exteriores para Asuntos Africanos, entre otros. Desde Teherán se negaron de plano a tal solicitud y el vínculo prácticamente se cortó.

Hasta la representación diplomática se rebajó en las dos capitales a nivel de encargados de negocios. En Buenos Aires atiende Ali Pakdaman. Esos infundados reclamos judiciales se basaron en la instrucción del magistrado Juan José Galeano, en plena época menemista, que no se caracterizó precisamente por la calidad ni independencia de la justicia. Galeano terminó destituido por el Consejo de la Magistratura y parte de las acusaciones tuvieron que ver con su desempeño en esta causa. Pagó con 400.000 dólares de fondos reservados de la SIDE a uno de los presos, Carlos Telleldín, para que sindicara a unos acusados y salvara a otros.

Al final todos terminaron libres, pero ese expediente armado quedó incólume en un aspecto: la acusación de que el atentado habría sido decidido por Irán y consumado a través de agentes suyos del Hizbollah, libanés. Las piezas de ese rompecabezas no encajaban, pero el Mossad, la CIA y la SIDE, hicieron que congeniaran. Expulsado Galeano de la justicia, el expediente fue tomado tal cual por Rodolfo Canicoba Corral y el fiscal Alberto Nisman, quienes mantuvieron el filo de la lanza contra Teherán.

Se había llegado al fondo del pozo, en la relación de los dos países. El comercio bilateral era de menos de 50 millones de dólares, casi nada. El presidente Néstor Kirchner y luego Cristina Fernández, iban a la Asamblea General de la ONU con dirigentes de la comunidad israelita empotrados en la comitiva gubernamental. Y en sus discursos reclamaban a Teherán las extradiciones. Como no había respuesta positiva, junto a EE UU e Israel, la representación argentina se retiraba del salón cuando comenzaba a hablar el presidente iraní Mahmud Ahmadinejad.

Argentina era parte del boicot y también de las sanciones de la ONU, que imputaban otro hecho incomprobable a Irán: que su programa pacífico nuclear tendría una connotación bélica.

Charlemos un ratito

Frente a ese panorama tan poco auspicioso, en 2010 comenzó un período de signo contrario en las relaciones bilaterales. Como todo tiene que ver con todo, el comercio y las necesidades económicas pusieron lo suyo. Las ventas argentinas fueron in crescendo, pues en 2008 fueron de 84 millones de dólares, 371 millones en 2009, 1.455 millones en 2010 y 1.189 millones en 2011.

En total, contando exportaciones e importaciones entre los dos países, el año pasado el intercambio llegó a 1.200 millones de dólares. En 2012 se superará esa cifra.

Básicamente la república islámica compra alimentos, harina de soja, aceite de soja, maíz, trigo y otros productos. Y el gobierno argentino, feliz con los números superavitarios, ha puesto la vista en una ecuación similar a la que inspira el vínculo con Venezuela: alimentos por energía. Irán es un gran productor petrolero, que hasta ahora tenía por cliente principal a la Unión Europea. Las diversas sanciones de ese bloque imperial, alineado con Estados Unidos, dejará a Teherán una parte de su producción vacante para colocarla en otros mercados, el chino y otros del Movimiento de Países No Alineados.

Pero no sólo mejoró la balanza comercial con Irán sino también ciertos indicadores políticos. En la 66º Asamblea General de la ONU, en 2011, Cristina Fernández propuso a su contraparte realizar el juicio contra los responsables de la voladura de la AMIA en un tercer país. Aunque a Irán no lo satisfizo en lo más mínimo, pues ratifica que nada tuvo que ver con ese atentado, en los hechos se suavizaba el duro reclamo porteño de extradición de un ex presidente y un actual ministro de Defensa, entre otros acusados.

En víspera de la 67º Asamblea, en setiembre último, Ahmadinejad pidió a Argentina una reunión de cancilleres para tratar de encontrar una solución al diferendo. Tuvo eco en la presidenta argentina, que en su discurso en ese ámbito respondió favorablemente a la solicitud. Y el 27 de setiembre, en el Palacio de Cristal neoyorquino, se reunieron los dos cancilleres, Héctor Timerman y Alí Akbar Salehi, junto al vicecanciller Eduardo Zuain y otro funcionario iraní.

Desandar un largo camino de desencuentros no es nada fácil. En la ocasión, los diplomáticos dialogaron y plasmaron su acuerdo inicial en un documento, que decía dos cosas. Que buscarían una solución legal compatible con la legislación de las dos naciones. Y que seguirían el diálogo con delegados en la sede la ONU de Ginebra, hasta llegar a un acuerdo en el asunto AMIA.

Ese primer diálogo en tierra suiza fue el 29 de octubre. Volaron desde Buenos Aires el vicecanciller Zuain, la Procuradora del Tesoro, Angelina Abbona, y la directora de la Consejería Legal de la Cancillería, Susana Ruiz Cerutti.

No hubo mayores novedades ni data precisa de lo allí charlado. No parece exceso de celo sino responsabilidad de las dos partes, para avanzar paso a paso y no echar a perder un proceso tan complicado, con enemigos poderosos al acecho. Lo positivo es que otra vez se habló, sin que ninguno pateara el tablero.

Payasos Mala Onda

Son varios los payasos Mala Onda, que macanean y maniobran para que de Ginebra no surja nada positivo.

Uno de ellos es el gobierno de EE UU, interesado en aislar, sancionar y eventualmente agredir a Irán con el pretexto nunca demostrado de su plan nuclear con fines militares. La Organización Internacional de Energía Atómica (OIEA), dirigida por el japonés Yukiya Amano, no ha sido capaz de despejar todas sus dudas, aunque ha tenido autorización de Teherán para inspeccionar plantas nucleares.

Valga la comparación, Israel, el otro gran enemigo de la reconciliación argentino-iraní, tampoco muestras sus cartas nucleares en Dimona y otras centrales, a pesar de estar prácticamente certificado que cuenta con 200 armas nucleares.

El Departamento de Estado ha estado un poco más recatado en la labor de zapa contra el diálogo de Ginebra y el anterior de Nueva York. Pero no hay un cambio de política. Más bien se dividió el trabajo con su aliado sionista, que asumió el papel de “malo” que tan bien le sienta.

Cuando Timerman se entrevistó en Nueva York con su colega israelita Avigdor Lieberman, el 28 de setiembre, apenas 24 horas después de haberlo hecho con su par de Irán, se vio sorprendido porque la embajada de Israel en Buenos Aires difundió un documento deplorando el encuentro de los funcionarios argentinos e iraníes. El comunicado hablaba de “la gran desilusión” israelita por esa reunión, con lo que se incurrió en injerencia en los asuntos internos de nuestro país y una actitud desleal para con Timerman, que suele reflejar los puntos de vista más proisraelitas en el Palacio San Martín.

Cuando se aproximaba la reunión de los delegados argentinos e iraníes en Ginebra, el 29 de octubre, Israel volvió a disparar con munición gruesa contra ese proceso. El mismo calibre, o parecido, al que emplea para bombardear a los palestinos en Gaza.

Primero habló la embajadora de Tel Aviv en Buenos Aires, Dorit Shavit, quien chicaneó a las autoridades argentinas: “esperemos que no sean ingenuos con Irán” (“La Nación” 14/10).

Luego llegó al edificio de Arenales y Esmeralda el director general de América latina de la Cancillería israelí, Itzhak Shoham, quien hizo lobby en contra del diálogo con los islámicos. Fue recibido por el subsecretario de Política Latinoamericana de la Cancillería, Diego Tettamanti y el director de África del Norte y Medio Oriente de la Cancillería, Hernán Plorutti.

Finalmente, el mismo día que las dos representaciones se veían en el Palacio de las Naciones de Ginebra, se escuchó el disparo de “La Nación” (29/10), con un editorial. Las primeras dos líneas decían: “La decisión del Gobierno de negociar con el régimen de Teherán viola la Constitución, afecta nuestra soberanía y beneficia a los autores del atentado”.

Bien pudo escribirlo Benjamin Netanyahu y publicarlo como gacetilla el ejército israelí. Ese editorial sumaba la defensa incondicional del estado sionista y la crítica feroz a Cristina. Resultado: cero objetividad, como la de las cúpulas de la AMIA y la DAIA.