La Santa Alianza del siglo 21 encabezada por el norte revuelto y brutal se habría anotado su mayor victoria política desde el desplome de la Unión Soviética y el llamado socialismo real si hubiera conseguido derrotar al chavismo en las elecciones del 7 de octubre. De este tamaño es el significado del triunfo conseguido por el pueblo venezolano. Implica también el mayor revés sufrido por la contraofensiva lanzada por Washington contra las fuerzas populares de nuestra región. Iniciada con el ataque yanqui-uribista a Ecuador, tiene sus eslabones principales en los golpes de Estado en Honduras y Paraguay, el continuado freno en México al ascenso por vía electoral de una alternativa al neoliberalismo, el restablecimiento de la IV Flota y la proyección de poder militar hasta el sur del continente mediante nuevas misiones y bases militares y planes supuestamente contra la delincuencia organizada cuyo verdadero fin es sembrar el terror y criminalizar la protesta social.
La victoria bolivariana ha sido justo la que se necesitaba en este momento. No sólo ganar sino hacerlo por un margen de más de un millón seiscientos mil votos(11 puntos porcentuales) que hizo imposible la recurrente y mentirosa acusación de fraude de la contrarrevolución a un sistema electoral ejemplo de trasparencia en el mundo. Paralizó los planes para provocar el enfrentamiento y la violencia en las calles y dar el pretexto a la intervención militar imperialista. La maquinaria mediática del imperio propalaba en las últimas semanas la noción de que el candidato opositor ganaba terreno mientras Chávez lo perdía. Ya estaba a la mano el empate técnico que se produciría precisamente en los días de la veda electoral, argumentaban decenas de sesudos analistas políticos. Si tuvieran vergüenza no se atreverían a asomarse más a la luz pública; pero no, seguiremos viendo repetir las mismas mentiras y calumnias a los caraduras escribas y profetas frustrados de El País, CNN y sus homólogos en Latinoamérica.
Otra cuestión a destacar del 7 de octubre es la concurrencia de más de 80 por ciento de votantes, que demuestra fehacientemente el interés en la política de los venezolanos, la confianza en que su voto es contado -y cuenta- y el arraigo en la población de una cultura política que ve las urnas como el medio para dirimir las diferencias de opinión. Esto es un importante logro del chavismo frente al golpismo y el desprecio al pueblo de numerosos líderes de oposición. Qué diferencia con el autoproclamado paladín de la democracia que nunca logra más de 50 por ciento de participación en elecciones presidenciales sobre un registro electoral en que muchos ni se interesan en inscribirse.
Claro que en Venezuela hay problemas. El presidente Chávez ha sido muy crítico de la gestión gubernamental antes e inmediatamente después de las elecciones y ya el chavismo debate el resultado electoral con vista a combatir errores, profundizar la orientación al socialismo y sacar lecciones de inmediato para las elecciones legislativas y de gobernadores de diciembre, también muy importantes.
