Rúben Ramos
El 03 de octubre, lamula.pe posteó una entrevista que Moisés Naím ofreció a “Letras Libres”. Revista heredera de la farisaica tradición de Octavio Paz y que reúne a fariseos peruanos, venezolanos, mexicanos y de otras latitudes. En la entrevista, Naím vaticina el futuro de la revolución bolivariana y de su conductor, pontifica sobre el destino que debería tener PDVSA y la riqueza del petróleo (“volver a ser una empresa que se ocupe exclusivamente de encontrar, producir y vender petróleo”), y fija “las medidas” que deberá seguir el candidato del sionismo internacional (Capriles), en el supuesto negado de un triunfo. Miente sobre la realidad venezolana con estadísticas pre-fabricadas que nadie cree por falsas y distorsionadas. Acusa a los dirigentes de la revolución siguiendo la letanía preparada por los organismos a los que obedece y sirve. La revista pondera en su presentación, el “brillante” currículum de este personaje destacando sus servicios a la revista Foreign Policy y como “senior associate del Carnegie Endowment”.

Para quienes lo ignoran, el Foreign Policy es la revista que publica la Carnegie Endowment. Junto a la CIA, y a la Heritage  Foundation forman parte de los think tank productores del pensamiento ultraconservador norteamericano. La CIA produce los “Documentos de Santa Fé”, la Carnegie el “Foreign Policy”, y “Heritage Foundation” la web Townhall.com y las revistas Religión News y Baptist Press. Todas, de contenido judío-cristiano fundamentalista. Estos tres think tank constituyen el armazón ideológico conservador más influyente de Estados Unidos. Proclaman  que la tarea de hoy es “poner de nuevo a los EEUU en el camino correcto de la lucha por la libre empresa, el gobierno limitado, la libertad individual, los valores tradicionales y la robusta defensa nacional norteamericana” (Heritage, 2010).

Naím es además miembro  de la cámara de directores de la Fundación Nacional para la Democracia (NED, por su sigla en inglés). Directamente dependiente del Congreso de los EEUU, que lo financia, la “National Endowment for Democracy” (NED), actúa desde 1983. Se precia de mantenerse en la vanguardia de las “luchas democráticas y de ser una institución multifacética con recursos para activistas, practicantes y estudiosos de la democracia en todo el mundo”.

La NED opera por igual en Oriente medio, África, Asia y en América latina y el Caribe. “Allí donde la seguridad nacional norteamericana se ve amenazada”. En cada país, su finalidad es socavar, desde adentro, la soberanía interna como en Irán, Libia, Siria, Egipto; la democracia participativa que viven los pueblos de Cuba, Venezuela, Bolivia y Ecuador; las reformas democráticas en Nicaragua, Argentina, El Salvador. Su propósito es igualmente, el manejo y control de las élites de poder económico y político en Paraguay, Perú, Chile, Colombia, Panamá, México, Costa Rica con una clara intención de boicotear los proyectos integracionistas del área.

En el Perú, como lo he señalado en otros artículos y en mi libro sobre la institucionalidad del orden mundial capitalista (editorial académica española ISBN 978-3-8484-7058-7), la NED comparte con otras instituciones similares como el IRI, el NDI, el Freedom House el financiamiento de organismos públicos y privados que van desde las vinculadas con los procesos electorales (como la ONG “Transparencia”), hasta las llamadas “Universidades Coherentes”, pasando por institutos, coordinadoras, comisiones diocesanas, centros, ONGs, consultores individuales, congresistas, asociaciones, círculos y “redes sociales” con montos que van desde los 25 hasta los 600 mil dólares (http://www.ned.org/).

En general, los fondos que distribuye la NED están orientados a:

•    Polarizar las reclamaciones de grupos étnicos, estudiantiles, organizaciones sindicales y políticas, grupos ambientalistas, feministas, juveniles, iglesias protestantes, universidades, municipios, parlamentos, ONGs;
•    Incentivar la acción de grupos violentistas de la sociedad civil contra aquellos gobiernos que rechazan la ingerencia de los EEUU en sus asuntos internos;
•    Sensibilizar, organizar e instrumentalizar “colectivos” y “redes sociales” para defender “la libertad de prensa” y la “democracia”;
•    Enfrentar a los gobiernos nacionales con las autoridades regionales, locales y a estos, con sus respectivas poblaciones y electores;
•    Acusar autoridades de malversación de recursos públicos cuando estos asumen la defensa de sus autonomías y de sus recursos naturales contra las mafias mineras, del medio ambiente y los ecosistemas;
•    “Promover la educación cívica en valores democráticos”;
•    “Defender la gestión transparente de las instituciones públicas;
•    Difundir los mitos de la “planificación por resultados”, la meritocracia y el imperio de la ley.

De todo esto se ocupan los escritos del “experto” Naím y a todo esto se ha dedicado como “halcón” de Bush, del Banco Mundial, de la Fundación Rockefeller, del grupo Prisa, dueño del diario El País de España y de más de 1,200 emisoras y de canales de televisión en América latina para destilar odio a los procesos y dirigentes revolucionarios. Su discurso, aparentemente “cuestionador, crítico, constructivo, innovador, progresista, democrático, transparente” se identifica como “Efecto Naím”, y está, también en Globovisión. Su perspectiva se ajusta con exactitud a las previsiones del pensamiento destructor republicano expresado en los “Documentos de Santa Fé”. 

Pero esto no es todo lo que adorna al peregrino Naím. Fue éste quien impuso el “paquete económico” del FMI y el BM, al pueblo venezolano en febrero de 1989, siendo ministro de fomento, industria y comercio del segundo gobierno de Carlos Andrés Pérez. Este “paquete” de medidas orientado a producir el “ahorro fiscal” y la liberalización de la economía venezolana, condenaba a los trabajadores al despido masivo y a la pérdida de sus salarios, y a los más pobres, al hambre y la desesperación. Las protestas por su aplicación desencadenaron el “Caracazo”. Este hecho produjo la muerte de más de 3,500 personas, como consecuencia de la aplicación del “Plan Avila” diseñado por asesores norteamericanos e israelitas para restaurar el orden con el uso de armas de guerra. (Este mismo Plan se pretendió poner en ejecución en el 2002 para reprimir al pueblo que salió a las calles para restituir en el gobierno al presidente Chávez. No funcionó, gracias a la acción de militares nacionalistas que se opusieron).

De esta trayectoria del señor Naím no da cuenta “Letras Libres”. Tampoco dice que el “paquete económico” que impuso (y que  es exacto al que hoy esconde el programa de Capriles), contenía entre otras medidas, “el sometimiento de la economía venezolana al FMI, la determinación de la tasa de cambio por el mercado, la liberación de los precios de los alimentos, el incremento de las tarifas de todos los servicios públicos (agua, luz, teléfono, electricidad, gas doméstico), el aumento del precio de la gasolina y otros derivados del petróleo, el aumento de las tarifas de transporte, la eliminación de los aranceles a la importación”. Todo para beneficiar a las instituciones financieras a través de la deuda externa y a sus socios extranjeros y nativos. Las protestas no sólo se produjeron en Guarenas cerca de Caracas y en esta misma ciudad. Se extendieron a toda Venezuela y en todas partes se aplicó el “Plan Avila” con toque de queda y total militarización. Y no hubo retroceso alguno. El “paquete” se aplicó y esto generó el rechazo general que desembocó en la rebelión militar de 1992, dirigida por el Comandante Hugo Chávez. Abrumado por la protesta popular y las pruebas de corrupción y entreguismo, Carlos Andrés Pérez fue separado de su cargo de presidente y reemplazado, primero, por el presidente del Congreso y luego por Rafael Caldera en 1994. Naím, no es precisamente un moisés de las tablas, lo es, de los  think tanks del terror.