Mario Alcántara
En un revelador artículo publicado en Aporrea.org, me anoticié, perplejo, de la inesperada irrupción en la Asamblea Nacional venezolana de nada más y nada menos que uno de los más detestables monopolios alimentarios del Mundo, conocido como MONSANTO.
Según el artículo de Diana Ovalles, el detestable pulpo ofreció ante la Comisión Permanente de Finanzas y Desarrollo Económico «un plan para incrementar la producción de maíz y soya, abaratar la producción y aumentar la competitividad», según lo publicado en el portal oficial del parlamento venezolano.
El plan de aumento de producción “fue presentado ante la Asamblea Nacional por el representante de Monsanto en Asuntos Gubernamentales para América del Sur, Caribe y región andina, Rafael Aramendis, recibido por el diputado Ricardo Gutiérrez, del partido opositor Podemos por el estado Portuguesa. El vocero opositor manifestó que su bancada propondría un debate sobre el uso de los transgénicos en la agricultura venezolana, pues sostiene que el tema «debe ser manejado como una política de Estado sin prejuicios».
No es casual: Monsanto no solo ha financiado golpes de Estado -como el propio presidente Lugo ha denunciado-, sino que también, y muy infelizmente, ha secuestrado a sectores del gobierno de Argentina y Brasil que permitieron el avance de los Organismos Genéticamente Modificados OGMs (ahora queriendo protegerlos con propiedad intelectual).
Monsanto y el Gobierno de los Estados Unidos son los responsables de la introducción de insecticidas y pesticidas, del corrimiento de la frontera agrícola y la destrucción de bosques y biodiversidad, junto a posibles inducciones de cáncer en seres humanos en períodos de tiempo relativamente breves y de la corrupción de funcionarios públicos.
En Venezuela es la Empresa Polar y sectores empresariales afiliados a Fedecámaras como Fedeagro, quienes son tentados por el financiamiento y supuestas inversiones de tecnología transgénica a través de convenios con productores y empresarios deslumbrados por el lucro y la innovación.
En Argentina, Brasil y Uruguay, este lobby ya dio sus frutos y la introducción de nuevas variedades de semillas transgénicas disfrazadas de innovación tecnológica, a cambio de royalties para financiar universidades es moneda común
Ya en el año 2009 Brasil superó a Argentina colocándose en segundo lugar en el ranking mundial de producción (después de EE UU) para alcanzar los 30’3 millones de hectáreas plantadas. Mientras tanto Uruguay y Paraguay incrementan también la superficie de cultivo de transgénicos. Los cultivos más numerosos corresponden al maíz, la soja y el algodón, pero se planea la introducción de otras especies como por ejemplo la caña de azúcar modificada genéticamente.
Así, el Mercado Común del Sur (MERCOSUR) se proyecta casi como una “república sojera” con una producción que ronda las 100 millones de toneladas y que en total reúne el 70 % de las exportaciones mundiales de soja.
El MERCOSUR transgénico amenaza a Venezuela
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