Hora do Povo
En la edición anterior, abordamos el número record de empresas desnacionalizadas (247) en el Brasil entre enero y septiembre de este año, superando la cantidad de empresas adquiridas por el capital extranjero en todo el año de 2011, cuando fueron desnacionalizadas 208 empresas – y también en los demás años, desde 2004, cuando la consultoría KPMG comenzó a realizar la “Pesquisa de Fusiones y Adquisiciones” en el Brasil.
Ahora, agregamos más un dato esencial: un número expresivo de empresas nacionales fue adquirido por multinacionales norte-americanas. Solamente en el tercer trimestre, de un total de 80 empresas desnacionalizadas, casi la mitad (37) pasó al control de monopolios de los EUA, superando de lejos las que fueron adquiridas por conglomerados originarios de Inglaterra (8), Francia (6), Alemania (5), España (5), entre otros.
Después de la explosión de la crisis en septiembre de 2008, los EUA inundaron el mundo con las super-emisiones de dólares (Quantitative Easing 1 e 2). Apenas con el QE2, en 2010, fueron emitidos US$ 600 mil millones, transferidos a los monopolios, no sólo para especular, sino también para la adquisición de empresas. Y el FED ya prepara nueva inundación de dólares en el planeta, el Quantitative Easing 3, conforme el acta de la reunión de agosto.
Según Patrice Etlin, socio para América Latina de la Advent International, empresa norte-americana de private equity, “hay hoy, cazando transacciones en el Brasil, cerca de US$ 11 mil millones”. Ciertamente, es un valor subestimado – solamente en el caso de Amil (empresa de planes de salud), acaparada por la norte-americana UnitedHealth Group, fueron usados cerca de US$ 5 mil millones -, lo que no anula su significado: el apetito voraz sobre nuestras empresas.
La primera consecuencia de esa desnacionalización de la economía es la desindustrialización y, consecuentemente, la estagnación económica – no hay desarrollo sustentado, para usar una palabra tan al gusto del equipo económico, si no es basado en la industria.
En la medida en que sectores son dominados por las multinacionales, la cadena productiva, o sea, la industria de componentes y bienes intermediarios, va siendo diezmada. Entonces, lo que antes era fabricado en el país por la industria nacional pasa a ser importado.
Un entusiasta del comercio del Brasil con los Estados Unidos, Welber Barral, que viene a ser el presidente de la Coligación de Industrias Brasileñas, declaró recientemente: “Precisamos estimular las exportaciones para los EUA promoviendo inversiones americanas aquí. Hoy, 40% del comercio es intra-firmas”. Por “comercio intra-firmas”, lea-se comercio entre la matriz de las multinacionales y las filiales instaladas en el Brasil. Es lo que el Banco Central registra como préstamos inter-compañías, como una de las modalidades de entrada de inversiones extranjeras directas (IED).
Y así, la desindustrialización resultante de la desnacionalización hizo caer para 14,6% la participación de la industria en la formación del Producto Interno Bruto (PIB), una regresión al nivel de 1950, o mejor, inferior al de aquel período (19,3%).
Otra consecuencia de la desnacionalización, además del crecimiento de las importaciones, es que hay un crecimiento vertiginoso de las remesas de lucros, principalmente en períodos de crisis, como acontece desde 2008 en los Estados Unidos, pero que se extiende por Europa y el Japón.
No es por acaso el agujero de las cuentas externas, llamada de transacciones corrientes (balanza comercial, servicios y rentas y transferencias unilaterales). El problema es que con el desierto de ideas vigente en el Ministerio de Hacienda, la política usada es la de usar la entrada de IED para cubrir el déficit en las cuentas externas, lo que significa querer apagar el fuego con nafta: más entrada de IED resulta en más desnacionalización. Por lo tanto, más importación, más remesa de lucro y más agujero en las transacciones corrientes, en un círculo vicioso sin fin.
Transferir para el exterior las decisiones sobre los rumbos de nuestra economía implica en abrir mano de cualquier proyecto de desarrollo nacional. La presidente Dilma se ha esforzado para la reducción de las tasas de intereses, que viene ocurriendo desde agosto de 2011. Sin embargo, la economía continúa patinando por cuenta de la desnacionalización y de la desindustrialización. Sin una política industrial digna del nombre, el gobierno se ha limitado a exoneraciones, lo que no resuelve el problema del crecimiento y hasta el ministro Mantega ya admite que el PIB de este año no llega a 2%, inferior al del año pasado.