Julio C. Gambina
Se acaba de presentar el informe anual del FMI para el 20121, algo así como su “memoria y balance”, donde se insiste en la continuidad y gravedad de la “crisis financiera internacional”, que nosotros preferimos caracterizar como “mundial y sistémica”, no solo financiera e internacional.

Apuntamos a destacar que más allá de lo financiero y lo económico, la crisis se proyecta en otros campos, tales como los alimentos, la energía, el medio ambiente, entre otros asuntos; y que no debe considerarse un problema entre naciones (internacional), aún cuando la gestión de la economía es nacional, porque el problema es global y se asocia al funcionamiento del orden mundial.

Pero más allá de la caracterización, desde el FMI se insiste que la crisis se proyecta por lo menos una década, según Pierre Blanchard, el jefe de los economistas del FMI. Sostuvo que entre el 2008 (estallido con la bancarrota en EEUU, especialmente de Lehman Brothers) y 2018 es previsible la duración de la crisis mundial, con lo que aún restan varios años para ensayar los ajustes que promueve el organismo internacional y que sufren los pueblos del mundo. También para pensar en enfoques alternativos de política económica, incluso más allá y contra el propio régimen del capital.

Esa continuidad de la crisis es la razón por la cual, la titular del FMI sostiene en el informe anual 2012 que “sigue faltando confianza, persisten las tensiones en los mercados financieros y la recuperación es aún endeble. Entre tanto, el desempleo se mantiene en niveles inaceptables en demasiadas regiones y la estructura social está sometida a una presión creciente” y por ello llama a “restablecer la estabilidad económica y financiera internacional” para el crecimiento.

Como vemos, el pronóstico es delicado y la convocatoria es sesgada hacia el ajuste, para estabilizar las cuentas macroeconómicas de los estados nacionales que evidencian situaciones críticas. Además hay preocupación por las tensiones que devengan en conflictos sociales. No lo dice el Fondo, pero la indignación crece a escala global.

Más capital al FMI para el ajuste y el fetiche del crecimiento

Agregó Christine Lagarde, cuya asignación anual alcanza a 467.940 dólares anuales (unos 183.200 pesos argentinos mensuales al cambio oficial), que “Los países miembros manifestaron su confianza (en el FMI) a través de una ampliación de los recursos por un valor de 456.000 millones de dólares.”

Resulta increíble la apuesta y el compromiso de variados países con una organización co-responsable de una crisis que entre 2008 y 2009 consumió 25 billones de dólares en salvatajes estatales a grandes empresas y bancos. Gigantescos sueldos para gerentes de empresas, organismos y bancos contra el crecimiento del desempleo y la miseria, toda una realidad.

Esa ampliación de capital fue resuelta por el G20 en el 2010, y el FMI utiliza esa mayor capacidad financiera para “asesorar y asistir” a países en problemas, tal como lo hizo con la región latinoamericana en los 80´ y en los 90´ con los regresivos resultados por nosotros conocidos en deterioro de la calidad de vida de la mayoría de la población.

Incrementar los recursos del FMI consolida una institución para el ajuste y el empobrecimiento de la población mundial, algo que el propio Fondo reitera y sugiere en sus diagnósticos. Claro que el promedio de ingresos de los altos funcionarios del Fondo está, según el informe del FMI, en 312.934 dólares al año, unos 122.500 pesos argentinos mensuales al cambio oficial. Nada mal para recetar ajustes que derivan en alarmantes datos de desempleo y miseria.

El diagnóstico del FMI señala las debilidades de la economía mundial, especialmente en la zona del euro, y donde “la mayoría de las economías emergentes y países de bajo ingreso siguieron experimentando un crecimiento sólido”.

Nada se dice que ese crecimiento significa, por ejemplo, excedentes en China destinados a la compra de bonos del tesoro de EEUU; o expansión de las remesas de utilidades de las transnacionales que operan en esos países emergentes, acrecentando el fenómeno de fuga de capitales desde los países emergentes a los desarrollados.

Se destaca en el informe del FMI como principales problemas el déficit fiscal y el elevado endeudamiento público. En el plano social sobresale el desempleo. Se califica la situación para el 2012 como de “una frágil y tímida recuperación”.

La heterodoxia opina

Son los temas que en definitiva se discutieron en las jornadas monetarias del BCRA en la semana que pasó, ámbito que congrega buena parte del pensamiento económico heterodoxo mundial; y en el encuentro anual de Economía y Derechos Humanos que organiza la Universidad de las Madres de Plaza de Mayo, y que también convoca a heterodoxos y al pensamiento crítico regional y global.

En ambas ocasiones la titular del BCRA, Mercedes Marcó del Pont coincidió en que la crisis mundial “será larga” y que “la economía argentina crecerá bastante menos que el año pasado”. La argumentación apunta a señalar el diferencial de crecimiento de la economía local respecto de la baja proyección de las economías del capitalismo desarrollado.

Es curioso cómo se sostiene el fetiche del crecimiento. La apelación del FMI y del BCRA es al crecimiento, como si ese crecimiento pudiera asignarse equitativamente al conjunto de la población.

Las mismas autoridades económicas de la Argentina rastrean las causas de la inflación local en la concentración económica, fenómeno asociado a la propiedad privada y extranjera de las principales empresas fijadoras de precios. Son éstas las que captan lo principal de la renta social generada en la Argentina, más allá de los paliativos importantes de una política social masiva que se reconoce en 3,5 millones de asignaciones universales, o más de 2 millones de jubilaciones sin aportes previos.

La extensión de la política social no define el núcleo de la acumulación capitalista, que sigue siendo predominante desde la ganancia, altamente concentrada en la cúpula del poder económico. Es un razonamiento válido para el país y para el mundo.

Ajuste, desempleo y transición al socialismo

La proyección para el 2013 es de recesión europea y desaceleración del conjunto de la economía mundial, con elevadas tasas de desempleo. El informe del FMI resalta que “Al cierre del ejercicio 2012, más de 200 millones de personas en todo el mundo estaban sin trabajo, y en algunos países del sur de Europa más de la mitad de los jóvenes no pueden encontrar empleo”.

Es interesante verificar como el FMI convoca con un lenguaje ubicuo al ajuste en los países con problemas (Europa principalmente) y destaca que el crecimiento en los emergentes se debe a ajustes previos.

Así como el FMI muestra al capitalismo desarrollado el espejo del ajuste de nuestro países en décadas anteriores; los pueblos ajustados en la coyuntura debieran observarse en el espejo de las resistencias que en Latinoamérica generaron las condiciones para los procesos de cambio político que hoy se viven y se estudian con interés en todo el mundo, razón que explica la presencia de intelectuales en variadas jornadas de debate económico que se realizan entre nosotros.

En rigor, no alcanza con análisis heterodoxos en el marco del capitalismo. El interrogante apunta a pensar más allá del capitalismo y en el tránsito de esta sociedad en crisis a otra, quizá en el rumbo del socialismo del Siglo XXI que sustenta la revolución bolivariana desde su afirmación electoral del 7 de octubre.

Nota:

1 Informe anual 2012. Trabajando juntos para apoyar la recuperación mundial. En: http://www.imf.org/external/spanish/pubs/ft/ar/2012/pdf/ar12_esl.pdf (consultado el 6/10/2012)