/ Aporrea

“A Dios rogando y con el mazo dando”.

Así, con la prudencia y parquedad de los hombres de la sierra, pensó Juan Manuel Santos, antes de llegar a ciertos acuerdos que, pese todo, uno cree muy positivos, con la insurgencia colombiana. Lo son tanto, que el señor Uribe anda que echa chispas por los ojos y espuma por la boca y los denuncia como negativos, aún contra lo que han dicho hasta los gringos. Claro, es bueno advertir que la palabra del gobierno de EEUU es una moneda devaluada. Como que lo pensado y dicho por el ex presidente colombiano, en lista de la DEA, generalmente es malo y hasta perverso.

La oración inicial viene a cuento porque Santos, advirtió a las Farc y a su propio ejército, que el acuerdo de La Habana no significa que el gobierno suyo parará las acciones ofensivas sin llegar a un acuerdo definitivo. Es decir, por ahora, tendremos que esperar esa matanza termine. Seguirá el plomo parejo, mortandad y desasosiego entre los vecinos.

Piensa Santos, supone uno, que una tregua, un cese al fuego, que debió acordarse si hubiese un poco más de buena fe, podría en primer término dar argumento a Uribe para que continúe su campaña infernal. También, impedir que dentro de las fuerzas armadas de su país, metidas en ese conflicto por largos años y, lo más probable, con una visión muy prejuiciada o reconcomiada, tome cuerpo una actitud en contrario que el ex presidente se encargaría de avivar.

Pero, estando desde hace algún tiempo a la ofensiva y habiendo producido algunas importantes bajas al contrario, según lo que cotidianamente dice la prensa, aún leída al revés, cree ventajoso continuar para llegar al cierre de las conversaciones en la mejor ventaja o posición posible. De paso, significa no darle oportunidad a los insurgentes para reorganizarse, acomodar sus espacios y hasta curar sus heridas.

Son célebres muchas campañas militares, previas a un acuerdo anunciado, que las partes tratan de ocupar el mayor espacio posible o dejar la sensación de más fortaleza, para negociar en las mejores condiciones.

Por eso Santos, se ha extremado al decir que no habrá cese al fuego hasta tanto no se cierre el diálogo. Es la misma estrategia del turco o árabe, gustoso del regateo, que comienza por pedir lo máximo para llegar por encima aún de la cifra que esperaba al inicio. Pero también para intentar cerrarle el pico a Uribe y aminorar la inquietud que podría haber causado el acuerdo de La Habana en ciertas cúpulas militares.

Por cierto, que la gente de Capriles, quienes anunciaron con bombos y platillos que importarían los métodos de Uribe para enfrentar la delincuencia en Venezuela, acaban de anunciar “su alegría” por el acuerdo Farc-Santos, dejando a su aliado colombiana en la estaca. ¿Quién les entiende? Aunque es la misma táctica asumida frente a las misiones y todo lo bueno y exitoso que Chávez ha hecho, para engañar a quien puedan. Como eso de decir que harán mejor lo que Chávez ha hecho, mientras ocultan el plan que habrían de aplicar que no es otra cosa que quebrar a Venezuela y los venezolanos.

Claro, “una cosa piensa el burro y otra quien le va a montar”. Lo importante es el acuerdo Santos-Farc y se inicien las discusiones en Octubre; la dinámica de ellas, indicará lo que haya que hacer.

Pese a la estrategia de Santos, bien conocida por sus futuros interlocutores, “en el camino se emparejan las cargas” o “hablando se entiende la gente”.

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