Autor: Ricardo Canese

 

El sentido común es el menos común de los sentidos, particularmente cuando hay intereses creados y se busca ocultar la verdad.

 

La insólita inversión propuesta por Rio Tinto Alcan (RTA), de instalar una planta lingotera de aluminio en el Paraguay, es enteramente similar a la instalación de una fábrica de azúcar en el norte del Chaco. El Paraguay carece de bauxita o alúmina, la materia prima necesaria para producir aluminio (los yacimientos más cercanos están a 5.000 km, o más). También carece de sus insumos: brea de alquitrán, coke, combustibles y fluorita.

 

No existe mercado para procesar los lingotes de aluminio y no es razonable que exista en un futuro próximo. Todo ello se ve agravado por el hecho de que el Paraguay es un país mediterráneo y, consiguientemente, el costo del flete es muchísimo mayor que en el caso de países que cuentan con costa al mar o, peor aún, con los que tienen yacimientos de bauxita y la planta se puede instalar allí mismo, sin pagar flete alguno.

 

En el caso de un ingenio azucarero que algún desubicado quiera instalar en el norte del Chaco, ocurre lo mismo. En el norte del Chaco no hay caña de azúcar. Es cierto que se podría transportar desde donde se la produce (de Benjamín Aceval, por ejemplo), pero tendrá un costo de flete elevado.

Tampoco hay población y, consiguientemente, el azúcar que se produzca se tendrá que transportar a los centros de consumo (como Asunción), también a un costo elevado. ¿Técnicamente se puede instalar una planta de azúcar en el norte del Chaco, a unos 700 km de donde está la materia prima y los mercados de consumo del azúcar? Claro, no hay inconveniente técnico alguno. El problema es el económico, por el mucho mayor costo del flete, tanto de la materia prima (caña de azúcar) como del producto terminado (azúcar). De hecho, a nadie se le ocurriría siquiera analizar la posibilidad de instalar una planta de azúcar en el norte del Chaco, pues sería estructuralmente deficitaria y, si se llegara a instalar, y el Estado le diera garantía de que debería funcionar sí o sí, sería una permanente carga (subsidio) que deberá pagar todo el pueblo.

 

Similares circunstancias se dan con Rio Tinto Alcan, y varios técnicos, que dicen saber la cuestión, son los mejores “lobbistas”a favor de tal transnacional. Los que cuestionamos la idea lo hacemos, dicen, porque somos contrarios a toda transnacional. Nada más alejado de la verdad.

 

Veamos los hechos. El Paraguay no tiene bauxita ni alúmina; tampoco tiene coke, combustible, brea de alquitrán ni fluorita. Todo esto debe venir importado debiendo pagarse flete marítimo y luego, como somos un país mediterráneo, debe pagarse el transbordo y también el flete fluvial. Además, no hay mercado para procesar los lingotes de aluminio que saldrán a escala industrial, unas 100 veces más que nuestro casi nulo consumo local.

 

Sostener que se instalarían industrias procesadoras de aluminio –existiendo ya plantas de tal tipo en zonas industrializadas del mundo– es mentir aviesamente; hasta la CRU Strategies, muy favorable a Rio Tinto Alcan, lo dice claramente: las plantas procesadoras de aluminio no se instalan cerca de las lingoteras, sino cerca de los principales mercados mundiales.

 

Vale decir, no hay que ser experto para darse cuenta de que una planta de aluminio que pretende instalar RTA no es viable en el Paraguay, salvo que se le regale o subsidie enormemente la energía eléctrica, que es la riqueza que quieren llevarla empaquetada en forma de lingotes de aluminio.

 

Dicho sea de paso. Los cálculos que hemos hecho para calcular el subsidio de 14.000 millones US$ en 20 años (Rio Tinto Alcan pretende un contrato por 50 años, lo que aumentaría el subsidio muchísimo más) se basan en una tarifa de 38 US$/MWh (el MIC dice que la tarifa debe ser de 37,50 US$/MWh en barras de Itaipú). Toman en cuenta una demanda de punta de 2.200 MW actual más 1.600MW que demandará RTA; es decir, un 50% del total hidroeléctrico que dispone el Paraguay. El otro 50%, como sabe cualquier aprendiz de técnico, en pocos años –aun con un bajo crecimiento de la demanda– se utilizará totalmente y se requerirá de generación térmica. Para tal momento, los costos de generación (o importación) de energía eléctrica los hemos considerado iguales a tan solo 150 US$/MWh (Uruguay no consigue generar o importar en forma estable a menos de 200 US$/MWh, y no es un país mediterráneo).

 

Estos cálculos, que por lo bajo dan un subsidio de 14.000 millones US$ en 20 años, los podemos detallar y verificar en cualquier momento y, fruto de la verificación, resultará un subsidio mayor. Si apenas ese fuera el subsidio (14.000 millones UU$ en 20 años), se habrá multiplicado por 8 nuestra deuda externa (hoy en 2.000 millones US$) y será una verdadera tragedia para el país. Sino se desea multiplicar por 8 la deuda externa, en sustitución se podría a) aumentar la tarifa eléctrica a todos los demás usuarios (como hizo el Brasil en casos similares), b) aumentar impuestos o recortar gastos sociales como educación y salud. Esta solución sería “saltar de la sartén al fuego”, es decir, peor que multiplicar la deuda externa por 8.

Pero dejemos los cálculos complicados –que es hacia donde quieren derivar la discusión los que muchos intereses poderosos defienden– y volvamos a lo fundamental. No es prudente instalar un ingenio de azúcar en el norte del Chaco. Nadie lo hará si debe arriesgar su capital. Lo mismo, no es prudente instalar una fábrica de aluminio donde no hay bauxita, no hay alúmina, no hay ninguno de los insumos necesarios y no hay mercado. ¿Quién pagará el sobrecosto de flete, similar al que tendría un ingenio azucarero en el norte del Chaco? Al ser la ANDE pública, se pretende que sea el pueblo paraguayo el que subsidie (regale dinero) y allí está el meollo de la cuestión.

 

¿Quiénes son los irresponsables que, contra viento y marea, propugnan darle un enorme subsidio a RTA que le obligará al pueblo paraguayo a trabajar como esclavo de tal empresa? Si los “genios” propulsores de esta idea ANTES instalaran un ingenio azucarero en el norte del Chaco, con sus propios bienes, y lo hicieran funcionar rentablemente, sin subsidio público, quizás podríamos cambiar de opinión. Si no demuestran con los hechos sus infundados dichos, lo único que están haciendo es reiterar su sujeción a quienes quieren lucrar a costa de todo un pueblo, al que quieren obligarle a trabajar en forma esclava para subsidiarle (regalarle) 14.000 millones US$ en 20 años y mucho más en los 50 años de contrato, como pretende Rio Tinto Alcan.