Daniel del Pino y Sergio León
Publico.es
La crisis y el discurso antiausteridad alimentan a los partidos ultras. Amanecer Dorado usa la violencia en Grecia con total impunidad. Las instituciones italianas están pobladas por numerosos fascistas. En España no tienen más fuerza porque el PP absorbe sus votos. Portugal sigue siendo la incógnita pese a los recortes
Conviene no olvidar Mesolongi y Rafina. En esas localidades griegas los neonazis de Amanecer Dorado arrasaron hace unas semanas los puestos de inmigrantes en dos mercadillos al aire libre. Son símbolos de la vergüenza de Europa, como en su momento lo fueron El Ejido y Rosarno. Pero lo sucedido en Grecia tiene un ingrediente extra que debería preocupar en especial a las instituciones europeas. Tres diputados de la formación de extrema derecha que triunfó en las elecciones de junio participaron en la cacería de extranjeros. El 22% de los griegos simpatiza con su líder y fundador, Nikolaos Michaloliakos, según el último sondeo.
El Parlamento griego está dando los pasos para retirarles la inmunidad parlamentaria y que puedan ser juzgados pero esto no parece que vaya a frenar su comportamiento. Desde la primera vuelta de los comicios en mayo se ha visto a los miembros de Amanecer Dorado recorrer las calles de Atenas amenazando a la comunidad homosexual; agredir a dos diputadas en un plató de televisión; obligar a los periodistas a levantarse en una rueda de prensa ante la entrada de Michaloliakos; recoger sangre «de verdaderos griegos sólo para verdaderos griegos»; o repartir comida producida en Grecia.
Durante la campaña electoral amenazaban incluso con «minar las fronteras» para impedir la llegada de inmigrantes. Parece un discurso de otro mundo, desterrado de Europa hace más de medio siglo. Y sin embargo, su popularidad continúa creciendo. El periodista del diario Ekathimerini, Nikos Konstandaras, lo explicaba de la siguiente manera en una columna: «Amanecer Dorado no sólo no esconde su verdadera naturaleza sino que alardea de su intolerancia y violencia en cada oportunidad que se le presenta. Cultivar la rabia sin límites les favorece. Hemos visto con frecuencia cómo la facción más dura acaba imponiéndose en una revolución».
En la actualidad, una treintena de partidos ultras se ha consolidado en los parlamentos nacionales de toda Europa pero «Grecia es un caso específico. El discurso de Amanecer Dorado se basa en el fascismo de los años 30», explica el profesor de Sociología de la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB), Josep Maria Antentas.
«La xenofobia y la inmigración son la base común del discurso de estas formaciones ultras. Intentan captar los sentimientos de los votantes con una retórica demagógica, la de ‘somos un partido fuera de los partidos tradicionales’. Ir contra la inmigración sirve como elemento de cohesión frente al peligro del exterior. Y en Grecia, además, esa cohesión se consigue también con la unión frente a las directrices impuestas desde Alemania con los recortes», añade.
La crisis como coartada
En esto coincide el doctor en Historia y profesor universitario Xavier Casals, para quien «los nuevos partidos de extrema derecha se han convertido en formaciones antiglobalización que han sido capaces de reinventarse y llamar la atención del electorado de centro, captando su voto de protesta contra la dictadura de los mercados«. Y los recortes y las políticas de austeridad que han seguido los Gobiernos europeos desde que se iniciara la crisis de la deuda griega hace dos años, han espoleado a estos partidos que tienen en el discurso anti UE su mejor arma.
«Han sabido conformar una opción electoral atractiva. Se han posicionado contra las directrices europeas y eso les ha llevado a recoger más apoyos que nunca», prosigue Casals. Por su parte, Antentas incide en que «la frustración por la imposición de las políticas de recortes provoca reacciones sociales muy distintas y una de ellas es el renacimiento de ideologías reaccionarias». El eurodiputado de IU, Willy Meyer, va más allá y cree que la actual coyuntura económica «se ha convertido en el caldo de cultivo perfecto para la proliferación de la ideología fascista».
Bruselas no ha mostrado una posición firme contra la aparición de estos grupos, que plantean un reto enorme para la evolución de la política comunitaria y cada vez ocupan más escaños en el Parlamento Europeo. «La extrema derecha no estuvo nunca tan presente. Han pasado cosas muy graves sin que se haya hablado de ellas. El hilo conductor es su eurofobia. Vemos continuamente a los eurodiputados ultras decir verdaderas barbaridades. Atacan el pluralismo religioso, a la moneda única…», denuncia el eurodiputado socialista Juan Fernando López Aguilar. Según él, la única alternativa que le queda a la UE para preservar su identidad es «defender la democracia representativa frente a la propuesta populista que sólo ofrece respuestas irracionales».
Lo que queda claro es que nada de lo que está ocurriendo hoy puede tomarse como un caso aislado. Así se vio la entrada en el Gobierno austriaco del ultra Jorg Haider en el año 2000. Hoy, el Partido de la Libertad de Austria que Heinz-Christian Strache heredó tras la muerte de Haider en 2008, es la tercera fuerza del país y apunta a ser la primera.
En Holanda, el Partido para la Libertad de Geert Wilders hizo añicos la coalición de Gobierno y forzó al primer ministro, Mark Rutte, a dimitir y a adelantar los comicios. Los holandeses decidieron castigar en las urnas el pasado día 12 a los partidos antieuropeos y Rutte recuperó su puesto. A pesar del varapalo y de perder una buena cantidad de escaños, Wilders y su formación antimusulmana mantienen 13 diputados en el Parlamento.
Fascistas de siempre en las instituciones italianas
«Vemos continuamente a los eurodiputados ultras decir verdaderas barbaridades» Estos dos países son sólo un ejemplo de lo que está pasando en Europa, un fenómeno que puede extenderse a otros países del sur de Europa, los más castigados por la crisis. Y aunque a priori parezca difícil que este tipo de formaciones tan extremistas puedan cuajar en Italia, España o Portugal, estos Estados cuentan desde hace años con sus propias amenazas, lo que en el contexto de la crisis, puede convertirse en el punto de partida perfecto para desarrollarse.
Las raíces populistas, nacionalistas -en este caso secesionistas- y xenófobas auparon a la Liga Norte de Umberto Bossi a principios de los años noventa, que llegaría al Gobierno de Italia en el 94 en coalición con Silvio Berlusconi. Su alianza ha marcado las últimas dos décadas de la política. Il Cavaliere, con tal de garantizarse la estabilidad de sus Ejecutivos, cedió a los leguistas carteras como la de inmigración, permitiéndoles instaurar la xenofobia y el racismo de estado.
La Liga ha llegado a encabezar iniciativas tan como las rondas padanas (patrullas ciudadanas que se dedicaban a delatar a los sin papeles por la calle) y ha tratado de prohibir la apertura de bazares chinos o restaurantes de kebabs –sin éxito-. Mientras, su política migratoria violaba las normativas más básicas. La Liga ha dado personajes esperpénticos como el eurodiputado Mario Borghezio, famoso por su antiislamismo, homofobia y, más recientemente, por alabar la matanza del extremista Anders Breivik en Noruega.
Al lado de Bossi y Berlusconi siempre estuvo Gianfranco Fini, hoy presidente del Parlamento italiano y fundador de Alianza Nacional, formación que nació de las cenizas del fascista Movimiento Socialista Italiano (MSi). Estos son también los orígenes del exministro de Defensa, Ignazio La Russa, o del alcalde de Roma, Gianni Alemanno.
Los escándalos de financiación ilegal y su pasado en el Gobierno han hundido las expectativas de la Liga, pero al mismo tiempo han comenzado a surgir formaciones como La Destra de Francesco Storace (también exmiembro del MSi) que, si bien no llegarán tan alto en los comicios de 2013, han tratado de copiar el modelo del Frente Nacional (FN) de Marine Le Pen en Francia, abrazando las banderas de la salida del euro, del control de la inmigración y de la amenaza fantasma del islam. Por otro lado está Casa Pound, movimiento relacionado con la Fiamma Tricolore, agrupación de partidos de extrema derecha, que hereda su nombre del poeta musoliniano Ezra Pound, y que ha sido relacionado recientemente con ataques violentos contra inmigrantes.
El PP absorbe su avance en España
En España, La Falange y Fuerza Nueva parecen haber pasado a la historia, pero en su lugar surgió la Plataforma per Catalunya . El partido xenófobo de Josep Anglada obtuvo 69 concejales en toda Catalunya y movilizaciones como la de finales de junio en el municipio madrileño de Torrejón de Ardoz contra la construcción de una mezquita, hacen indicar que la formación está intentando ampliar su zona de acción.
«En España ya hay un partido que hace que el electorado de extrema derecha esté a gusto. El PP abarca todo el espectro» En cualquier caso, si en nuestro país no proliferan más este tipo de partidos es porque el Partido Popular fagocita al electorado más radical de derechas. «En España ya tenemos un partido que en parte hace que el electorado de extrema derecha esté a gusto. El PP abarca todo el espectro», indica Meyer. Por su parte, López Aguilar culpa al Partido Popular Europeo de «abrazar la bandera de la extrema derecha con su defensa de la identidad nacional y la restricción de la inmigración».
El socialista puso como ejemplo al expresidente francés, Nicolas Sarkozy, quien sabedor de las pocas opciones que tenía ante Hollande, radicalizó su discurso para tratar de atraer la confianza de los votantes del FN. Marine Le Pen se hizo con casi el 18% de los votos en la primera vuelta de las presidenciales, un resultado histórico -a la vez que catastrófico para Sarkozy- que se vio reforzado en las legislativas con los tres escaños que devolvió a su formación a la Asamblea Nacional por primera vez desde 1986.
La mayor incógnita en el entramado ultra en la UE sigue siendo Portugal, donde el Partido Nacional Renovador no obtuvo más de 18.000 votos en las elecciones de 2011 pese a la intervención de la troika y su programa antieuropeísta, militarista y de corte fascista. En cambio, su presencia sí es fuerte en países del norte de Europa como Dinamarca, Suiza, Finlandia, Noruega, Hungría, Suecia o Bélgica.
Ya sea desde la oposición o entrando en gobiernos de coalición, el peligro de que los ultras consigan mayor peso persiste, advierte Meyer. ¿Cuál es su objetivo? El profesor Antentas lo tiene claro: convertirse en la fuerza predominante de la derecha. Una tendencia que persistirá mientras la inestabilidad política les permita «monopolizar el discurso y no desgastarse», incide el historiador Casals.
Las próximas elecciones en Europa marcarán la evolución de estos partidos y, por consiguiente, establecerán la corriente política del continente. Pero entretanto tanto, como remacha López Aguilar, mientras «la amenaza del fascismo siga viva, hay que permanecer alerta».