IPS
23 de septiembre de 2012.- El notable aumento de ataques de fuerzas de seguridad afganas contra tropas estadounidenses y de la OTAN demuestra la influencia e infiltración del Talibán, que parece haber paralizado la estrategia de la ocupación extranjera.

Los ataques «amigos», instigados por la milicia islamista del Talibán, causaron este año la muerte de 51 efectivos de la OTAN (Organización del Tratado del Atlántico Norte) y una desconfianza tal de los ocupantes ante el ejército y la policía de Afganistán, que la Fuerza Internacional de Asistencia para la Seguridad (ISAF) suspendió las operaciones conjuntas con unidades Kandak, de menos de 800 soldados.

La ISAF pretendía coordinar y asesorar de manera estrecha a las unidades del ejército y la policía durante este año para que estuvieran listos a asumir la responsabilidad de la seguridad de su país. Pero esa estrategia quedó inutilizada con los ataques «amigos».

El secretario de Defensa estadounidense, Leon Panetta, intentó minimizar la crisis el martes 18, calificando esos ataques de «el último jadeo» del Talibán, que ha sido incapaz de «recuperar siquiera uno de los territorios que perdió».

Pero el general Martin Dempsey, que encabeza el estado mayor estadounidense, dijo que esos ataques «son una amenaza muy seria a la campaña» militar contra la insurgencia talibán.

El comando de la ISAF también buscó quitar relevancia a su decisión, asegurando que era «temporaria» y que «se volverá a las operaciones normales tan pronto como podamos garantizar las condiciones necesarias».

Pero el poder de determinar esas condiciones lo tiene hoy el Talibán, que ha conseguido un golpe estratégico al crear un alto grado de temor y desconfianza de las tropas estadounidenses y de la ONU hacia sus aliados afganos.

Incluso si se retoman algunas operaciones conjuntas, se limitarán a aquellas que aprueben los comandantes regionales, según la nueva política de la ISAF.

El comandante general de esa fuerza de la OTAN, John Allen, buscó minimizar el rol talibán en los asesinatos «amigos», señalando que apenas 10 por ciento de los soldados y policías afganos que atacaron a tropas extranjeras eran infiltrados. La mayoría, en cambio, actuaron por rabia personal contra los asesores occidentales, argumentó.

Pero Allen admitió que algunos pueden haberse visto movidos por «radicalización o haber resultado susceptibles a la ideología extremista».

Nueva evidencia sugiere que el Talibán sí ejerció influencia en varios militares y policías que mataron a personal de la OTAN. El mes pasado, un medio de comunicación de ese grupo publicó un video en el que un comandante talibán de la oriental provincia de Kunar recibía a dos soldados que, se decía, habían dado muerte a efectivos estadounidenses y afganos.

Con base en ese video, The Long War Journal infirió que ninguno de los soldados era infiltrado, sino que habían actuado en respuesta a un reclamo del Talibán.

Douglas Ollivant, que fue asesor en contrainsurgencia del comando estadounidense en el este de Afganistán en 2010 y 2011, dijo a IPS que la evidencia señala que la mayor parte de los efectivos afganos involucrados en las muertes de tropas de la OTAN que no eran del Talibán cuando ingresaron a las fuerzas de seguridad, pero se convirtieron más tarde en «infiltrados» de hecho.

En el contexto social del Afganistán rural, los talibán locales y los soldados y policías «se conocen todos», dijo Ollivant.

El teniente coronel Danny Davis, que ha recorrido el país asiático mientras estuvo destinado allí en 2010 y 2011, halló pruebas de que el Talibán sí ejerce influencia sobre las fuerzas de seguridad que supuestamente apoyan la ocupación extranjera.

En el borrador de un informe que escribió este año, y que circuló en el gobierno y fue filtrado a la revista Rolling Stone, Davis aseveró que en «casi todos los puestos de combate que visité ese año, las tropas me reportaban interceptaciones de radio y de otras comunicaciones entre las fuerzas de seguridad afganas y el Talibán local en las que se establecían pequeños acuerdos recíprocos de no agresión».

En el distrito de Zharay, provincia de Kandahar, el personal afgano «estaba coaligado con el Talibán», indicó Davis.

El líder espiritual y político del Talibán, el mulah Omar, aseveró en un comunicado del 16 de agosto que su organización «infiltró las filas del enemigo, según el plan que se estableció el año pasado». Omar también exhortaba al personal de seguridad a «desertar y unirse al Talibán como una cuestión de deber religioso».

Estados Unidos mantuvo durante meses la presión sobre el gobierno afgano para que evitara esas acciones mediante la reiterada investigación de los antecedentes de sus militares y policías. La semana pasada, las autoridades anunciaron que habían destituido a «cientos» de efectivos.

Pero hay muy poco que pueda hacer el gobierno afgano. «Investigar antecedentes es prácticamente imposible en un lugar como Afganistán», dijo al diario The Guardian el excomandante británico Richard Kemp.

No existen archivos detallados de los reclutas de la policía ni del ejército. La única información de la vasta mayoría de ellos es una declaración de los ancianos de las aldeas que responden por ellos.

El teniente coronel retirado Anthony Shaffer, director de comunicaciones del Center for Advanced Defense Studies, dijo a IPS que los oficiales estadounidenses en Afganistán no creen que los esfuerzos del gobierno de ese país den resultado para detener el ritmo de los ataques «amigos». «Todos dicen que no habrá ningún efecto», sostuvo Shaffer.

La decisión de la ISAF de suspender las operaciones conjuntas es considerada por oficiales de ese país y observadores como un gran logro del Talibán.

El general retirado afgano Atiqullah Amarkhail reconoció en entrevista con IPS que los ataques «amigos» «han destruido la confianza de la OTAN en las fuerzas de seguridad de Afganistán».

El fin de las operaciones conjuntas «va a fortalecer y a elevar la moral del Talibán», agregó. Ellos saben «que consiguieron lo que estaban buscando y están orgullosos de haber logrado que las fuerzas de la coalición dejen de asistir a las tropas afganas».

Amarkhail no cree que el ejército de su país sea capaz de conducir operaciones sin apoyo de la OTAN, por su débil capacidad de coordinación y su falta de armamento moderno.

«Si las tropas extranjeras no nos apoyan y se ven, las cosas van a empeorar», opinó Amarkhail. Él teme que, en consecuencia, distintos elementos dentro del ejército terminen usando las armas unos contra otros.

Dawoud Ahmadi, portavoz del gobernador de la provincia de Helmand, Mohammad Gulab Mangal, también manifestó su temor de que en ese distrito, el ejército no logre actuar efectivamente contra el Talibán si la ISAF deja de operar con sus pequeñas unidades.

«Tenemos problemas en Helmand, especialmente en el norte. Si la OTAN no ayuda a dirigir las operaciones, habrá dificultades porque las fuerzas afganas no están en condiciones de hacerlo por sí mismas», dijo el portavoz a IPS.