Matías Santos

 

El proyecto político iniciado en 2003 por Néstor Kirchner que salía del infierno neoliberal fue sometido a innumerables presiones de monopolios globales, principalmente estadounidenses.

 

Recordados son las noticias del diario Clarin relacionadas al lobby de Monsanto para cobrar regalías por las cosechas de maíz transgénico en territorio Argentino.

 

Cambiar ganancias por principios podría parecer una decisión política y económica pragmáticas pero se parecen más a una claudicación ideológica contraria a los principios de soberanía política e independencia económica: depender de las semillas transgénicas y del paquete tecnológico de Monsanto no parece una decisión precisamente peronista según lo expresado por el ministro de ciencia y tecnología Lino Barañao, ex investigador y actual lobista del monopolio y los organismos internacionales promotores de las patentes que responden a intereses de quienes fomentan las guerras e invasiones en el mundo.

 

Dificilmente pueda justificarse un cambio de posición política por promesas de futuras ganancias (U$S 3.000 mllones??), sin haber un negoción de por medio mediado por oscuros intereses ligados a ganancias personales de quien sabe quienes.

 

La defección ideológica frente a Monsanto es una alerta para quienes apoyando las políticas del gobierno de Cristina Fernández ven un retroceso y un indicador de no saber por donde ir para enfrentar los aún vigentes niveles de atraso político, económico , social y cultural que padece el pueblo argentino y del que Monsanto no está dispuesto a colaborar con sus semillas y alimentos transgénicos, que utilizan investigadores nacionales, tierras y aguas argentinas para generar ganancias (la parte del león) a los Estados Unidos.

 

Lo de Monsanto es un duro golpe al concepto de Patria justa libre y soberana y mucho menos es un avance en el proyecto político emancipador iniciado en 2003.

 

El capitalismo depredador se deglutió al ilusorio «capitalismo normal» de Cristina Kirchner.

 

El acuerdo con Monsanto no profundiza el proyecto político emancipador  y no es un orgullo