El contrarrevolucionario es un venezolano o venezolana común que va a su trabajo todos los días. Es un ciudadano que cumple con su horario de 8 a.m. a 12m y de 1:30 p.m. a 4:30 p.m. muchos son Líderes de organizaciones públicas, directores, gerentes, supervisores y analistas. Su trabajo parece normal, se presentan antes sus compañeros de trabajo como políticamente neutros (“institucionalistas”), aunque en sus momentos de arrebatos dejan colar su resentimiento, su racismo, su sentimiento de exclusión por el proceso bolivariano y los venezolanos de menores recursos. Muchos de ellos con razón o sin ella se sienten poco valorados; aunque, paradójicamente hayan tenido o tengan más oportunidades que muchos identificados como del proceso. Son unos malagradecidos.

Estos ciudadanos explotan las debilidades del proceso bolivariano en materia de planificación y de gestión. Muchos de ellos se hacen los locos cuando se trata del mantenimiento (preventivo o correctivo ) de los activos (maquinaria, tubería) que le han sido asignados o de las deficiencias de los procesos de producción de bienes y servicios por parte de la administración pública o de las empresas del Estado. En materia de capacitación de personal tienen como objetivo entorpecer toda actividad formativa sobre todo para el relevo de supervisores y gerentes. Ellos saben que la falta de capacitación de este tipo de personal condena a las organizaciones a su postración: poniéndolas en condiciones de venta a precio de gallina flaca. El contrarrevolucionario típico trabaja a mediano plazo (y algunos a largo plazo), sus instrumentos más poderosos son el retardo, la desidia y hacerse el loco frente a las acciones que impidan el colapso de las operaciones de la empresa o institución pública. Se esconden tras la impunidad y la solidaridad (o complicidad) automática de algunos líderes que no sabemos si se encuentran comprometidos o no en la contrarrevolución. Estos contrarrevolucionarios se apoyan en la incapacidad y/o doble juego de algunos líderes del proceso bolivariano. Son los mismos que ascienden a cargos de mucha importancia, entre otras cosas porque son buenos aduladores, acomodaticios y genuflexos con la mala gestión y con la corrupción, de la cual también se benefician. Muchos de estos contrarrevolucionarios propician la corrupción o se presentan como fachadas de otros.

Estos ciudadanos de la contrarrevolución entorpecen, dificultan y paralizan la acción de las empresas o instituciones públicas. Pero, también provocan y luego se hacen de la vista gorda frente a situaciones de riesgos, esperando para informar cuando ya sea demasiado tarde. Son buenos para tomar vacaciones oportunamente o hacerse los enfermos cuando la situación se agrava.

El corolario de la contrarrevolución son los disque “revolucionarios” (rojos- rojitos) que por cobardía, oportunismo o incapacidad saben de las acciones de la contrarrevolución y ven para otro lado, mucho menos se atreven a denunciar o despedir a los contrarrevolucionarios, por temor a los padrinos contrarrevolucionarios. Son eternos alcahuetes de la contrarrevolución que en su creencia de que son “buena gente” (o contrarrevolucionarios informales) los majunches los conservarán en sus cargos o los promoverán a posiciones de mayor jerarquía si las cosa cambia.

Para finalizar, el contrarrevolucionario no está solo: son los contrarrevolucionarios. Es clara la connivencia y sincronización de los contrarrevolucionarios de la función pública con los líderes, gerentes y supervisores contrarrevolucionarios de las empresas públicas adscritas. Los primeros le tapan todas a las acciones contrarrevolucionarias de los segundos, inclusive las promueven y/o avalan. Son los cómplices. No resulta raro observar como empleados (contrarrevolucionarios) de las empresas adscritas son destacados Vice- ministros, Directores General o de líneas de los ministerios. Ellos son las celestinas, que junto con los disque “revolucionarios”, trabajan arduamente para hacer fracasar el proceso bolivariano. Pero, ojo también hay revolucionarios y pueblo trabajador en armas para lograr el triunfo. Viviremos y Venceremos. Que viva el socialismo.