Mauricio Antelo
Viendo las imágenes del presidente Chávez y escuchando su maravilloso discurso con motivo del histórico ingreso del país caribeño a nuestro MERCOSUR no pude más que soltar una lágrima de emoción por la alegría de saber que comenzaba a materializarse el ingreso de esta potencia humana y energética al Mercado Común del Sur.
Al mismo tiempo no pude dejar de recordar los motivos que precipitaron tal ingreso, es decir, el certero “golpe parlamentario” producido por la oligarquía paraguaya y el Departamento de Estado de EEUU, junto a Monsanto, Río Tinto y otras transnacionales contra el gobierno constitucional del presidente Lugo y contra el valeroso pueblo guaraní.
La sangre aún fresca, derramada en la masacre de Curuguaty, debe hacernos reflexionar sobre el poder que aún detentan las minorías cipayas latinoamericanas, sus medios de comunicación y su relación directa con las embajadas locales en territorios latinoamericanos.
La llegada del Huracán Bolivariano seguramente revolucionará el MERCOSUR desde el punto de vista político y social primero, y luego económico. Dependerá de la fortaleza y actividad del gobierno del Presidente Chávez y de la presión de las organizaciones sociales venezolanas que el Mercosur sacuda su anquilosada estructura capitalista que ha decidido arremeter contra las clases trabajadoras medias y bajas en Estados Unidos y Europa. Es el mismo capitalismo, que hambreador, hunde a las masas en la depresión económica y social y que ha dejado a Nuestra América con el mayor nivel de desigualdad de los 5 continentes.
Pero mi felicidad radica en saber que ahora se cumple el sueño de Bolívar y San Martín, de Sucre y Artigas plasmado hoy en Brasilia por arte de la lucha histórica de los pueblos.
A partir de ahora podremos conocer aún más al verdadero pueblo venezolano, caribeño, bueno, alegre y solidario (y no el que nos quieren mostrar los medios de comunicación mafiosos con medias verdades manipuladas y mentiras abiertas para intentar distorsionar la imagen de un pueblo digno y un gobierno como no ha habido desde hace más de 100 años).
Por eso hoy estoy feliz no siendo venezolano -pero sintiendo que los soy- aunque sea por hoy.