Juan Francisco Coloane

Naciones Unidas, por la forma en que se originan los diversos formatos en su evolución, en muchos aspectos es un remanente de siglos de cultura colonial en el manejo de las relaciones internacionales.

Si bien el problema en Siria aparece como un problema de la ONU, transferir la cuestión central del conflicto a un ejercicio de fuerza entre potencias que compiten por zonas de influencia o supremacía a secas es confinar un tema mayor que está pendiente.

Es así que el problema subyacente principal reside en la Carta de Naciones Unidas, documento que ha permanecido como un documento sacrosanto. Se puede leer como un instrumento democrático hasta el resorte del capítulo VII donde las medidas coercitivas y de fuerza responden a un globo altamente militarizado y aun en estado colonial donde predominan los países con constituciones de excepción nacidas en estados de guerra debido a la expansión colonial con rostro de capital transnacional.
El problema hay que pesquisarlo en el origen mismo de la idea de formar una administración de las relaciones y de la paz cada vez más universal. La necesidad de una administración más abarcadora es el puntal donde se afirma la noción de un sistema colonial con la expansión del capital como trasfondo. Es así que cuando emerge la noble intención de establecer cartas de principios donde se establecen derechos para la protección de todas las naciones, en el orden de internacional existía una línea divisoria marcada principalmente por los detentores del poder colonial.
La Organización de Naciones Unidas es constituida por un grupo de 193 naciones. En su primera versión, como Liga de Naciones después de la Primera Guerra Mundial, en su carta de arranque (1918), consistía en adaptar sus funciones a las condiciones creadas por el nuevo poderío asumido por los vencedores. EEUU bajo la presidencia de W.Wilson rechaza la carta firmada en Versailles porque un artículo aseguraba la mantención de las fronteras. Fue un indicador de la precoz desconfianza en un sistema internacional para la administración de relaciones de poder, haciendo prevalecer un claro interés por la expansión y el aumento del caudal económico. Los derechos humanos y la paz eran demasiado intangibles a pesar de los 10 millones de muertos de esta guerra.
Había pasado poco más de una década y comienza la Segunda Guerra (1939-1949) en donde participan directamente 57 naciones. El número de muertes se eleva a 54.8 millones. Se acaba la Liga de las Naciones y se refunda la ONU en San Francisco en 1945 con una nueva carta: …. “Los propósitos de las Naciones Unidas son mantener la paz y la seguridad internacionales, y con tal fin, tomar medidas colectivas eficaces para prevenir y eliminar amenazas a la paz y para suprimir actos de agresión u otros quebrantamientos de la paz”.
El logro de este propósito se realiza por “medios pacíficos y de conformidad con los principios de la justicia y del derecho internacional”. También fomenta entre las naciones “relaciones de amistad basadas en el respeto al principio de la igualdad de derechos y al de la libre determinación de los pueblos, y tomar otras medidas adecuadas para fortalecer la paz universal”.
Todo debería ocurrir a través de la cooperación internacional estimulando “respeto a los derechos humanos y a las libertades fundamentales de todos, sin hacer distinción por motivos de raza, sexo, idioma o religión.” Todo va bien hasta que se llega al Capítulo VII. La carta que se elabora deja un espacio amplio para que las potencias ejerzan su prerrogativa: “El Consejo de Seguridad determinará la existencia de toda amenaza a la paz, quebrantamiento de la paz o acto de agresión y hará recomendaciones o decidirá qué medidas serán tomadas de conformidad con los Artículos 41 y 42 para mantener o restablecer 1a paz y la seguridad internacionales”.
El actual sistema de relaciones que gira en torno a la ONU con este tipo de instrumentos, no pudo evitar el proceso que condujo a la invasión a Irak en 2003 donde existió una evidente interferencia de las corporaciones transnacionales por el botín del petróleo y el eje geopolítico de la región.
El sistema tampoco pudo anticipar la situación por la que atraviesa Siria. El organismo multilateral creado para la paz ha servido poco y la sensación es la de estar en presencia de una institución disfuncional respecto a la realpolitik que emerge como tendencia. Las informaciones que llegan desde China avalan esta visión. El ejército está solicitando más injerencia en los asuntos de conducción política y la carrera armamentista no cede en ninguna zona del planeta, donde nadie está dispuesto a regalar nada.
La ausencia de un nuevo orden internacional post confrontación bipolar entre la URSS y EEUU ha resultado en que la víctima institucional principal de esta situación es el principal organismo con llegada global para preservar la paz: Naciones Unidas.
Considerando las actuales relaciones de poder entre la sociedad civil representada por el estado y el gran capital transnacional, en donde se observa un considerable desequilibrio a favor de éste último, la idea de un organismo con llegada global para la administración de las relaciones y de la paz, pareciera haber perdido validez.
Es tal la interferencia y la distorsión que provocan las corporaciones del capital transnacional en la política a nivel doméstico y en las relaciones internacionales que, para las naciones del calado que sean se les hace cada vez más difícil concebir una política de estado en materia internacional. El capítulo de economía y negocios puede avasallar el resto de los temas. Ver el caso de Egipto y las relaciones entre las Fuerzas Armadas y el capital de las transnacionales. (Egypt’s Generals and Transnational Capital .Marshal/Stacher. 2012).

Egipto se ha sumado a la legión de países que impulsa el derrocamiento del gobierno Sirio, a la par de las otras naciones en vías de desarrollo carcomidas en su autonomía por la presión del capital transnacional. Si se revisa la lista de países dependientes y subdesarrollados que han apoyado las resoluciones del Consejo de Seguridad y de la Asamblea General de la ONU que abren la posibilidad de la intervención militar para derrocar el gobierno de Assad, es conspicua la presencia determinante en la economía de esos países del capital transnacional.