La Conferencia de Berlín, celebrada entre el 15 de noviembre de 1884 y el 26 de febrero de 1885, convocada por Francia y el Reino Unido y organizada por el Canciller de Alemania, Otto von Bismark, tuvo la finalidad de resolver los problemas de la expansión colonial y el reparto de territorios en África. Así, la costa mediterránea africana quedó en manos de Francia y el Reino Unido. La costa oriental fue dividida entre alemanes al sur y británicos al norte. La costa occidental quedó en poder de belgas, franceses y británicos. Los españoles se hicieron con el Sáhara Occidental, los italianos consiguieron Somalia y los portugueses extendieron o afianzaron su control sobre Angola, Cabo Verde y Guinea-Bissau, Santo Tomé y Príncipe y Mozambique, mientras los alemanes obtuvieron Namibia (Wikipedia). La atomización se realizó sin presencia de africanos. El continente, al ser parcelado, trazó fronteras que se mantienen hasta ahora. Al comenzar la Conferencia, el 90 % del África estaba gobernada por africanos. Diez años más tarde, el 90 % estaba gobernada por europeos.
En 1874, sólo existía la República de Etiopía. Hoy el África está dividida en 55 naciones. La última de ellas, Sudán del Sur, fue creada en febrero de 2011. Los centros de poder mundial son enemigos de toda coalición estatal. Por eso pretenden ahora disgregar a la Unión Europea y la desaparición del euro. Cabe recordar que los Bancos, las transnacionales y petroleras que atomizaron al África son los mismos que financiaron a las ONG que han convertido a Bolivia en un tablero de ajedrez. Mientras el país, debido al veto de las ONG, encuentra inmensas dificultades para vincular su enorme departamento del Beni, a través de un camino que el Mariscal José Antonio de Sucre quiso construir hace casi dos siglos, y los Departamentos de Santa Cruz y Cochabamba están desconectados por vía férrea, el MERCOSUR, ya convertido en la quinta economía del planeta, adelanta que pronto se iniciará la construcción del ferrocarril entre la Patagonia argentina y el Caribe venezolano.
Chávez y Rousseff, en la reunión de ingreso de Venezuela al MERCOSUR, destacaron la instalación de nueve plantas petroquímicas en la Cuenca del Orinoco con participación brasileña, así como la mayor presencia de PDVSA en Brasil y Argentina. La oposición a la carretera en Bolivia se fundamenta en el ecologismo a ultranza, pese a que se ha explicado que tendrá salvaguardas ecológicas, como ocurre con los cientos de caminos que se construyen a diario en China, la India y decenas de otros países, cuyos especialistas hacen notar que frente a los daños al medio ambiente, avanza también la ciencia y la tecnología a través de medidas de mitigación, cada vez más eficaces.
El geopolítico argentino Miguel Angel Barrios ha señalado la importancia de que el MERCOSUR atienda las asimetrías regionales, ayudando a Uruguay, Paraguay y Bolivia a salir de su invariable esquema exportador de materias primas. Pero, ¿cómo ayudar a Bolivia si Bolivia no se ayuda asimisma? Bolivia, como miembro asociado del MERCOSUR e integrante pleno de UNASUR, el ALBA y la CELAC, nunca cuestionó las dos ideas centrales de Simón Bolívar que son el base conceptual de estos organismos: La construcción de la Patria Grande Latinoamericana y el mestizaje. Pese a lo anterior, el gobierno de Evo Morales acaba de anunciar, a través de la Ministra de Planificación para el Desarrollo, Viviana Caro, que la población boliviana no podrá optar por la opción mestizo en el censo de población y vivienda de noviembre próximo, sino que deberá elegir entre las 36 naciones indígenas ya reconocidas por la Nueva Constitución Política del Estado (NCPE), o, en su defecto, escribir que no pertenece a ninguna de las 36 naciones admitidas por el Estado “plurinacional”. Así se repetirá la imposición de las ONG en el censo de 2001.
La NCPE, a tiempo de reconocer legítimos derechos de los pueblos indígenas, al incorporar la existencia de inventados territorios ancestrales, imposibles de delimitar, justicias comunitarias de la misma jerarquía que la justicia ordinaria, la libre determinación y el manejo exclusivo de los recursos naturales renovables por los pueblos originarios, ha provocado un caos institucional traducido en centenares de asaltos a yacimientos mineros, cotidianos bloqueos de caminos, linchamientos no sancionados, enfrentamientos territoriales entre comunidades, departamentos y municipios, agravado por una marcada incapacidad de gestión, aunque encubierto por los altos ingresos de los precios de las materias primas. Lo cierto es que Bolivia necesita repensar su destino bolivariano con mirada endógena y no con la visión de las centenares de ONG que hicieron prevalecer sus visiones foráneas en su Asamblea Constituyente del 2008.