Gustavo Márquez Marín
El ingreso de Venezuela al MERCOSUR se inscribe en un proyecto geopolítico sustentado en el respecto a la autodeterminación de los pueblos y en el reconocimiento de diversos mecanismos de integración con distintas velocidades, en los cuales coexisten gobierno democráticos políticamente diversos. El núcleo duro es el ALBA, con el se pretende romper la lógica del capital transnacional, para darle el protagonismo a los Estados y a la Política. Este modelo de integración se basa en las ventajas comparativas y cooperativa, en la complementación e integración productiva mucho más allá de la comercial, centrándose en lo social. Con la entrada de Venezuela al MERCOSUR, estarán integradas 3 de la 4 economía más grandes de ALC para constituir la columna vertebral de la UNASUR.
La integración tiene sentido si prioriza la lucha contra la pobreza y la exclusión social, promoviendo relaciones de cooperación, complementación, solidaridad y reconocimiento de las asimetrías. En orden ascendente, Venezuela va engranando en el ALBA, MERCOSUR, UNASUR y CELAC, mecanismo estos que marchan a distintas velocidades, con diferentes grados de desarrollo y de cohesión política.
Esta visión choca con el modelo de integración neoliberal ortodoxo, unilineal, basada en el darwinismo económico y social –del cual es abanderado el candidato Capriles Radonsky- enfocado en la ampliación de los mercados de las grandes corporaciones transnacionales y la facilitación de su comercio, para que éstas maximicen sus ganancias en detrimento del bienestar de los pueblos.
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