La historia no es nueva. Ya la vimos en SurAmérica en todo su apogeo durante los años 70 y 80, en el Asia tercermundista o en el África rica en recursos naturales pero depauperada casi hasta el exterminio por las mafias bancaria-institucionales del mercado capitalista. En Europa pensábamos que la cosa no iría con nostros porque eso solo afectaba a sociedades hipotéticamente atrasadas e incultas que no habían conseguido adpatarse a los nuevos tiempos y al exigente mundo moderno. Algo así no podría llegar al mundo rico. Ahora vamos a empezar a comprobar con espanto cuan estúpidos e ignorantes hemos sido. Como muchos ya pronosticaron en el pasado el capitalismo depredador no puede detenerse ante nada porque la explotación ilimitada y progresiva del ser humano y de la tierra está escrita en sus propios genes.
Los gobernates españoles, representados por la muñeca diabólica que suele dar el parte de guerra tras la reunión del consejo con una mezcla maléfica de sádico placer y estupidez dibujada en su rostro, se toman en serio su trabajo sicario al servicio de las oligarquías financieras. Quieren forzarnos a aceptar su agenda política antidemocrática por la vía del miedo y la inevitabilidad de los hechos consumados. Una agenda política repleta de dolor, injusticia, desempleo y expropiaciones de bienes públicos por parte de los que nada producen. “Más pobres seréis más dóciles y trabajaréis mejor”, parecen querer decirnos en su lenguaje de empresa de servicios designada por la teocracia del dinero para dar las noticias de la liquidacición y cierre.
Sin embargo, a pesar de este sombrío panorama, no debemos ser pesimistas. La Historia nos enseña que los grandes avances y revoluciones se producen en este tipo de contextos, en los que se dan las condiciones de crisis apropiadas para la emergencia de nuevos estados de conciencia y nuevos paradigmas de pensamiento. Cada vez con más fuerza cobrarán vigencia ideas, ancladas en la ética de un humanismo socialista y libertario, que nos empujarán a buscar nuevas soluciones comunitarias para los viejos problemas, con la cuestión fundamental de la propiedad de los bienes básicos para la vida, incluyendo al crédito, como telón de fondo.