“Nos encontraremos en guerra en las próximas semanas”, dijo el ayatolá a sus invitados.
Se comunica que las instalaciones nucleares más importantes fueron tapadas con bloques de roca, por encima echaron toneladas de hormigón y, al final, lo cubrieron todo con acero.
Además los misiles balísticos de mediano alcance Shahab-3 ya están preparados para lanzar golpes contra Israel, Arabia Saudita y las instalaciones militares de EE.UU. en la zona del golfo Pérsico.
El mismo día 27 de julio, las Fuerzas Armadas de EE. UU. presentaron su nueva bomba antibúnker. Cada bomba pesa 15 toneladas y es capaz de penetrar a casi 20 metros por dentro de la tierra.
La tensión entre Irán y Occidente crece cada día. Unos 125.000 soldados de EE. UU., decenas de buques militares y varios portaaviones están apostados en las cercanías de Irán. Además, Washington y sus socios han aplicado duras sanciones económicas contra el país persa. El motivo de tanta presión son las sospechas de que Irán esté desarrollando armas nucleares. Ante estos ataques, Teherán amenaza con cerrar el estrecho de Ormuz, una arteria vital para el abastecimiento mundial de petróleo.
Además, hace unos días Teherán declaró que no pasará por alto el conflicto interno que azota a su aliado, Siria. “Cuando sea necesario Irán entrará en el conflicto sirio y dará una respuesta decisiva a los opositores”, declaró el subjefe del Estado Mayor General de las Fuerzas Armadas de Irán, el general Masoud Jazayeri.