Fabian Lindner
Sin Permiso
La decisión de Moody´s de cambiar la calificación de Alemania de estable a negativa es una salva de advertencia. Aunque es poco probable que la decisión de Moody´s tenga alguna repercusión significativa en los costes de refinanciación del gobierno alemán, debería hacer que los responsables políticos alemanes se parasen a pensar. Si bien el país ha capeado bastante bien la crisis de la eurozona hasta hoy, es probable que su economía se vea arrastrada por la crisis más temprano que tarde.
Hasta ahora, Alemania ha sacado sobre todo provecho de la crisis. Como refugio seguro de los inversores de la eurozona que huyen de los mercados de deuda, sus tipos de interés están bajos como nunca lo habían estado y la decisión de Moody’s apenas sí supone diferencia para los rendimientos de los bonos alemanes. Además, la semana pasada la subasta de bonos alemanes a corto plazo llevó incluso a rendimientos negativos. Dicho de otro modo, los inversores se muestran tan dispuestos a invertir en bonos alemanes que están incluso dispuestos a pagar por ello. El sector privado, cuyos tipos de interés dependen de los del gobierno, se enfrenta asimismo también a tipos históricamente bajos de refinanciación que estimulan la inversión y la demanda interna. A la vez, puesto que muchos inversores le vuelven la espalda al conjunto de la eurozona, se ha depreciado el tipo de cambio de la eurozona, dando así impulso a las exportaciones alemanas fuera de la zona euro.
Así que ¿por qué se muestra escéptica Moody´s? La razón principal es que se han acumulado a ritmo constante los riesgos en el seno de la eurozona, lo cual se debe a lo enormemente entreverada que está la banca alemana y su industria con las economías de los países hoy en crisis. Antes del comienzo de la crisis, los bancos alemanes proporcionaron amplio crédito a estos países, especialmente a su sector privado. A su vez, los países en crisis utilizaron este dinero para importar bienes alemanes. Esto proporcionó un potente estímulo a la economía alemana que se encontraba en una prolongada crisis económica en los primeros años de 2000. Mientras se estancaba la demanda interna, tanto los bancos alemanes como la industria alemana estuvieron encantados de prestar y vender en el extranjero. Los beneficios empresariales llegaron a niveles inéditos. Pero cuando el auge se convirtió en reventón, esos mismos bancos quedaron con apuestas arriesgadas y recortaron enormemente sus préstamos a los países en crisis. Con la congelación de los préstamos alemanes, su industria lo tendrá más difícil para vender sus productos en el extranjero. Cerca del 40% de las exportaciones de Alemania tiene como destino otros miembros de la eurozona. Las exportaciones a España, Italia, Portugal y Grecia ya han caído de forma espectacular y la atmósfera de declive económico del resto de la eurozona amenaza a la industria exportadora alemana.
Pero en lugar de ayudar a sus socios comerciales tanto a atender el servicio de la deuda como a mantener sus importaciones, las medidas políticas de crisis por parte de Alemania han puesto tanto a sus bancos como a su industria en grave riesgo. Angela Merkel y su ministro de Finanzas, Wolfgang Schäuble, han insistido en recortes simultáneos en el gasto público, recortes que ahondan la crisis económica y que limitan, por tanto, su capacidad de importar bienes alemanes y cubrir el servicio de las deudas alemanas.
Lo que resulta especialmente extraño de la actual situación es que Alemania se enfrentó a una situación casi semejante en 2008. Luego, la explosión de la burbuja inmobiliaria provocó una crisis económica global; la espectacular caída de las exportaciones condujo al declive más profundo del PIB desde 1945. Hubo que salvar a muchos bancos alemanes debido a sus malas inversiones en instrumentos hipotecarios estructurados. Ya en aquel entonces las malas inversiones bancarias amenazaron la estabilidad financiera. Salvar a los bancos, al igual que un gran estímulo fiscal, incrementó de modo significativo la proporción de deuda del gobierno alemán.
Por contraposición con 2008, sin embargo, la actual política alemana no es víctima indefensa de los riesgos de la globalización. Influye directamente en el futuro de la eurozona y sus miembros. Hay muchas cosas que podría hacer Alemania: ayudar a los países en crisis abogando por recortes menos dramáticos del gasto público; estimular el crecimiento alemán con el fin de aumentar sus exportaciones de otros miembros de la eurozona y contribuir a establecer al Banco Central Europeo como prestamista en última instancia.
Por desgracia, es muy improbable que esto suceda. El consenso económico en Alemania es que los países de la crisis invirtieron en exceso y tienen ahora que sufrir por sus pecados del pasado. Es poco probable que se escuche la advertencia de Moody’s. La economía alemana pagará el precio.
(*) Fabian Lindner estudió ciencias políticas y economía en Alemania y Francia. Trabaja como economista en el Instituto de Política Macroeconómica (IMK) de la Fundación Hans-Böckler y redacta la bitácora «Herdentrieb» en el semanario alemán Die Zeit.