Desde los años ochentas los terratenientes soyeros aliados a Monsanto, Cargill, Syngenta y otros gigantes del agronegocio gringo, han expulsado de sus tierras a 100 000 campesinos y forzado la reubicación de muchas comunidades indígenas para extender sus gigantescas siembras del frijol. Cerca de 2 por ciento de los terratenientes poseen el 80 por ciento del área cultivable mientras existen 87 mil familias campesinas sin tierras. El cultivo de la soya hace que cada año se rieguen en Paraguay 20 millones de litros de agrotóxicos que contaminan y enferman a las personas, la tierra, el agua y el ganado. Son elocuentes a unas semanas del golpe los despidos masivos en el anteriormente respetado y competente ente estatal de sanidad vegetal, el reemplazo de su director por un gerente del agronegocio y la súbita aprobación del cultivo de algodón transgénico violando las normas legales. Los despidos se extienden a numerosas dependencias gubernamentales en las que ilegalmente se echa por “luguistas” a los trabajadores de la misma manera que se priva a familias de programas sociales con ese argumento. Un factor impulsor del golpe podría ser el afán del vicepresidente golpista Federico Franco, aspirante a la presidencia en 2013, de apoderarse de los fondos de los programas sociales para la compra ilimitada de votos en las elecciones de ese año.
Otro motivo del golpe, considerado de primer orden por algunos analistas, es el suculento negocio para el propio Franco de firmar contrato con la trasnacional canadiense Río Tinto, cuya exigencia de que le entregaran a título de subsidio 14 mil millones de dólares de energía eléctrica en veinte años para la extracción de litio era rechazada por Lugo, que en cambio intentaba sacarle beneficios para el Estado paraguayo. No ha de extrañar por ello que el gobierno golpista haya designado viceministro de industria a un cabildero de Río Tinto e iniciado negociaciones con la trasnacional.
En resumen, Paraguay, pese a ser uno de los países con mayor desigualdad social y población en pobreza en América Latina y la economía más débil del Cono Sur ocupa a la vez un lugar importante en el mercado capitalista mundial por su condición de cuarto exportador mundial de soya, potencia hidroeléctrica, las ubérrimas aguas del acuífero guaraní, su biodiversidad y ricos yacimientos minerales. Sin embargo, el extraordinario apetito de control y dominio que estas condiciones despiertan en Estados Unidos y el capital internacional se potencian exponencialmente debido a su situación geográfica, fronterizo con Brasil, Argentina, Bolivia y Uruguay, países estratégicos en el esquema integracionista latinoamericano Unasur/Mercosur/Celac, todos con gobiernos que en distintas medidas se distancian del Consenso de Washington. Dicho esquema constituye el escudo que laboriosamente intentan construir América Latina y el Caribe para defender su independencia frente a Estados Unidos. De allí que derrocar a Lugo, por pálida que fuera su gestión, era fundamental para el imperio y es incompleto cualquier análisis de las causas del golpe que no lo tome en cuenta.
El objetivo principal del golpe es clavar un puñal a la unidad de América Latina y el Caribe empuñado por un gobierno servil hasta el tuétano a Estados Unidos. Hay que evitar que se consolide el gobierno de Franco y la farsa electoral que se pretende montar para perpetuarlo. Mantener bien lejos a la OEA.