
Somalia es un país controlado en buena parte por la milicia de Al Shabab y vive en tensión, especialmente al sur y centro, por los combates de este grupo islámico con el Gobierno Federal de Transición y las tropas de la Unión Africana en Somalia (Amisom), a fin de instaurar un Estado musulmán de corte wahabí en el país.
Reino Unido junto con Estados Unidos acordaron en febrero pasado tomar todas las medidas para “combatir” la piratiería y el terrorismo en Somalia durante una conferencia sobre el futuro del país africano que se celebró en Londres (capital inglesa) y a la que asistieron representantes de más de 40 países y organismos internacionales, como el Banco Mundial y las Naciones Unidas (ONU).
En ese evento, el primer ministro británico, David Cameron, dijo que apoyaría al nuevo Gobierno somalí, que sustituirá en agosto próximo al actual de transición.
Según Cameron, la nueva administración estará formada “en un 30 por ciento por mujeres y todas las regiones estarán representadas” y “debe estar limpio de corrupción”.
En ese encuentro se materializó, con la aprobación por parte de la ONU, una ampliación de los efectivos de Amisom, de 12 mil a 17 mil 731 soldados, a propuesta de Reino Unido.
Londres también había anunciado la creación de un centro de inteligencia en la isla de Seychelles, noreste de Madagascar.
