Federico Larsen
Marcha

En respectivas cumbres fuertemente marcadas por la situación en Paraguay, Unasur y Mercosur debatieron los pasos a seguir hacia el fortalecimiento de la integración regional. Idas y vueltas de un proceso en disputa.

¿Hacia dónde va el Mercosur? Esa parecía ser la pregunta, planteada casi como desafío por parte de varias delegaciones oficiales antes del comienzo de la 43 cumbre del bloque,celebrada en los últimos días de la semana pasada en Mendoza. Y en términos generales se le encontró una respuesta. La suspensión de Paraguay y el anuncio de la incorporación de Venezuela como miembro pleno, son un claro gesto por parte de los líderes del Mercado Común del Sur acerca del rumbo que se perfila. Sin embargo, también hubo una serie de discusiones ligadas a los aranceles comerciales regionales, y el comercio exterior del bloque, que reavivaron antiguas disputas y plantean cierta desprolijidad a la hora de encontrar un rumbo económico claro para América del Sur.

Afuera Paraguay, adentro Venezuela

Los países miembros del Mercosur resolvieron suspender a uno de sus fundadores, Paraguay, hasta las próximas elecciones previstas para abril de 2013. Se trata de una medida fuerte, que se complementa con el retiro de los embajadores de diferentes países latinoamericanos de Asunción, y las sanciones comerciales que avanzaron algunas naciones, como ya lo ha hecho Venezuela. Es una señal clara en defensa de los procesos democráticos en la región, castigados en los últimos años por intentonas golpistas de diferente envergadura, y un avance de los sectores más conservadores sobre las libertades políticas de los pueblos. Tampoco es casual que la resolución que suspende al gobierno golpista de Federico Franco se haya dictado en el tercer aniversario del levantamiento militar que destituyó al presidente hondureño Manuel Zelaya. Ese hecho motivó en su momento la toma de posición de la OEA y la Unasur, y representó el comienzo de un debate -que se va profundizando en las diferentes cumbres- acerca del reconocimiento de gobiernos latinoamericanos fruto de procesos antidemocráticos. Así, si bien en algunos casos -como el de Honduras- la real incidencia de los bloques regionales fue bastante blanda, a medida que avanzan los intentos golpistas en el continente -en Bolivia, Ecuador y ahora Paraguay- las reacciones se van haciendo cada vez más contundentes. Para el Paraguay de Franco, la primer consecuencia de estas decisiones es el aislamiento político y comercial, un hostigamiento que sirve hoy de advertencia para la derecha sudamericana y sus aliados extranjeros ante posibles intentos desestabilizadores.

Pero, así como ocurrió en Honduras, la resistencia concreta y real está protagonizada por los pueblos. A través de un comunicado de prensa, la Articulación de Movimientos Sociales hacia el ALBA, hoy quizás la mayor alianza continental de organizaciones sociales latinoamericanas, saludó las iniciativas tomadas en Mendoza y aclaró que “la acción de los países que conforman el Mercosur tiene el significado de la solidaridad y la responsabilidad con el momento histórico que transitamos en América Latina, al mismo tiempo que reafirma nuestra más enérgica voluntad de seguir adelante, por nuestra independencia y soberanía”.

En este mismo sentido, en la mayoría de los sectores involucrados cayó muy bien el anuncio de la incorporación de Venezuela como miembro pleno del Mercosur. Se trata de un hecho histórico, estrechamente ligado a la suspensión de Paraguay. El parlamento de ese país, cuyos legisladores protagonizaron el golpe que destituyó al presidente Fernando Lugo la semana pasada, era el único que aún no había aprobado la incorporación de Caracas al mercado único, planteando una serie de reservas de naturaleza política. Con la suspensión del país guaraní, este escollo se disolvió, y los jefes de estado pudieron anunciar la inclusión del país bolivariano, que se hará efectiva el próximo 31 de julio en una reunión especial del Mercosur en Río de Janeiro. Con la derecha ‘suspendida’, y esta apertura hacia un gobierno socialista, la carga política que recubre la última cumbre resulta bastante clara. O como analizan los movimientos sociales hacia el ALBA, “consolida una posición común de solidaridad entre nuestros países y la unidad regional frente a las constantes estrategias desestabilizadoras”.

El ‘modelo’ Mercosur

Ante la avanzada del bloque conservador en América Latina, constituido por lo que ya muchos analistas llaman la Alianza del Pacífico -que comprende los gobiernos de Chile, Perú, Colombia y México principalmente-, el Mercosur dio una respuesta clara acerca de cuál va a ser su rumbo, aunque no deje de mostrar ciertas grietas e incongruencias. Si bien se ha avanzado en la definición de líneas generales en lo político, el Mercosur continúa siendo una institución que no logra definirse claramente en su principal factor fundante: lo comercial. En Mendoza, diferentes hechos remarcaron la debilidad de los acuerdos trazados y la incertidumbre acerca de la integración económica de la región. La renuncia del alto representante del Mercosur, el brasileño Samuel Pinheiro Guimaraes, los cruces entre la delegación argentina y la de Brasil por los aranceles de importación y exportación, las declaraciones del presidente uruguayo acerca de la frágil política económica común, dejan en claro que la integración comunitaria está aún lejos de ser una realidad. No cabe duda de que la incorporación de Venezuela, tercera economía regional y verdadero motor y estandarte del cambio político-ideológico en América Latina, puede ser un factor de revitalización del Mercosur. Sin embargo, las diferentes visiones comerciales e intereses particulares de los distintos gobiernos dificultan el establecimiento de un rumbo económico claro. Bien se podrían adoptar bases de acuerdo cristalinas y políticamente fuertes, como son las de la ALBA. Pero la disparidad ideológica entre la ‘sintonía fina’ argentina, el ‘capitalismo humano’ brasileño y el socialismo del siglo XXI venezolano parecen tener un límite claro en su integración.

Acuerdos políticos de avanzada y estancamiento en la definición del modelo económico parecen ser las vertientes principales de la reunión de Mendoza, para un Mercosur que sin embargo sigue creciendo y que, ante el escenario de crisis global contemporáneo, tiene la posibilidad de convertirse, junto con la Unasur y la Celac, en un bastión de integración y construcción de alternativas para todo el continente.