Lo perverso y obsceno del poder
Autor: Aníbal Ortizpozo
“Me arranco las visiones y me arranco los ojos cada día que pasa.
No quiero ver ¡no puedo! ver morir a los hombres cada día.
Prefiero ser de piedra, estar oscuro,
a soportar el asco de ablandarme por dentro y sonreír
a diestra y siniestra con tal de prosperar en mi negocio.”
Estrofa del poema ”Contra la muerte” de Gonzalo Rojas
A dos años del inicio de segunda década del siglo XXI, en curso, cuando la humanidad se conmueve e indigna con sombríos acontecimientos, que si bien es cierto, no son nada nuevo, lo parecen, porque mutan y se recomponen para permanecer en nuestras vidas. Qué es lo que hay, qué es lo que tenemos, qué permanece en nuestra humanidad, qué nos repugna e indigna: Ataques terroristas con explosivos a civiles. Injerencias para desestabilizar naciones e invadirlas legalmente. Mercenarios o contratistas para hacer el trabajo sucio de la tortura, violación y muerte. Armamentismo nuclear y tradicional, como el gran negocio de los perros de la guerra, hoy también soporte de las economías en crisis. Bombardeos de la OTAN a las propias naciones, miembros de la ONU, que debía proteger. Pandemias inducidas como negocio y armas de guerra bacteriológica. Poderosas mafias de narcotraficantes, que asimilan a las policías y ponen en jaque a gobiernos. Falsas crisis económicas bancarias y empresariales. Dictadura de los medios de comunicación empresarial y sus mentiras mediáticas desestabilizadoras. Muros fronterizos que separan la vida de la muerte. Vivir asqueados con la contaminación de la tierra, el aire y las aguas con basura tóxica industrial, de desechos químicos. Invasiones reales, preventivas y encubiertas en curso, sin que se pueda hacer nada para detenerlas. Absoluta impunidad por ausencia de justicia en los ya demasiados crímenes de lesa humanidad, perpetrados por el poder político y militar de las llamadas grandes potencias.
Las denuncias en los encuentros y foros mundiales sociales más progresistas, o de izquierda, han quedado reducidos a una inocua y solitaria caja de lamentos que el tiempo silencia.
Nuestro planeta Tierra cruje, se recalienta y reacomoda ante las agresiones contaminantes que se le infringen desde los sistemas mundiales de producción industrial y agrícola transgénica “monsántica.” Mientras nosotros, los humanos al parecer no tenemos la fuerza, ni la agresividad necesaria para proteger a la “Pachamama” (Madre Tierra), ni siquiera a nosotros mismos. Tampoco, existe en las organizaciones gubernamentales y sus “cumbres” periódicas, la voluntad política para cumplir los protocolos y acuerdos, los que se solapan y traspapelan subordinados a la actividad empresarial gubernamental e intereses económicos transnacionales de un perverso capitalismo en crisis, que, no tiene dinero para programas sociales de los pueblos acosados por el hambre y pandemias, pero sí tiene para la compra, producción de armas y subsidios a la banca empresarial especuladora.
Armamentismo y violencia permanecen en nuestras vidas en todos los niveles sociales, la lucrativa industria bélica es parte importante de las economías de las naciones desarrolladas. Abarca desde la poderosa industria nuclear, las armas de destrucción masiva, químicas, bacteriológicas, hasta las armas del hampa común y mafias que enfrentan hoy exitosamente a ejércitos nacionales, como sucede en el territorio mexicano.
Vivimos asqueados de la violencia generalizada presente en nuestras vidas, conocemos sus raíces y somos víctimas de sus secuelas. Sus prácticas difusas sin control, son públicas, son la noticia de la crónica roja en la prensa amarillista, donde lo obsceno es lo repugnante que se exhibe, que se muestra. La violencia es un suceso público que vende y entretiene, va desde violencia de género y femicidios, las masacres de niños y jóvenes en las escuelas norteamericanas, los múltiples asesinatos por homofobia, racismo, los secuestros y robos a mano armada.
Existen profundas raíces de la violencia cotidiana que provienen de las prácticas del terrorismo de Estado con sus paramilitares y contratistas, que crearon unos, el horroroso espectáculo de exhibir a los que asesinaron con sus lenguas como corbata (Colombia), otros de fotografiarse, burlándose mientras se orinaban sobre un grupo de cadáveres (Afganistán). Las mafias de narcotraficantes y hampa común viven impunemente en nuestro hábitat como cualquier hijo de vecino, protegidos y asociados a cínicos y corruptos funcionarios de la administración pública o a exitosos empresarios privados.
En Latinoamérica todo esto nos asquea y hace nuestras vidas insoportables, muy en especial la difundida práctica del sicariato, negocio de la muerte por encargo, presente en las acciones sangrientas y contractuales de patrones contra líderes obreros; de latifundistas contra campesinos e indígenas quienes son los dueños legítimos de las tierras que se les ha despojado.
La violencia real y virtual del cine, televisión, Internet, especialmente de los video-juegos y juguetes de la industria cultural masiva del entretenimiento, se entrelazan y confunden, han funcionado como una escuela primaria del delito, siempre a favor de un consumismo feroz y el mantenimiento del injusto sistema capitalista.
Nos da asco, el inhumano poder económico y bélico de las grandes potencias, actuando como imperios de la antigüedad, continúan haciéndose presente en nuestras naciones, con su poder de exterminio, para consolidar sus neo-colonias, hacernos dependientes, robar nuestros recursos naturales, sin respetar la autodeterminación de los pueblos, ni la soberanía expresa en nuestras constituciones. La injerencia de las naciones poderosas hoy toma múltiples formas, enmascarándose torpemente para intervenir, ya no son invasiones directas tradicionalmente armadas, tipo Irak, Afganistán, son las guerras de cuarta generación o injerencia solapada, las de los golpes suaves, la manito blanca OTPOR, las operaciones encubiertas tipo Kosovo/Serbia y otras, donde insurgen personas desconocidas armadas, preparadas por los más despiadados contratistas de la CIA y Al Qaeda, ciudadanos o haciéndose pasar por ciudadanos de las naciones a desestabilizar e invadir, quienes son dotados de modernas armas, aviones no tripulados para bombardear, con apoyo de una alta tecnología, inimaginable, GPS, Twiter, telefonía celular, para crear imágenes virtuales de plazas verdes tomadas como sucedió en Libia, donde perversamente, contraviniendo las elementales normas humanitarias para los prisioneros de guerra, capturaron a Gaddafi y su hijo vivo para asesinarlo posteriormente.
Perverso y obsceno fueron los dos atentados con explosivos a desprevenidos civiles, mujeres, niños, que en la mañana del 10 de mayo de este año, viajaban esperanzados a la escuela, al trabajo en Damasco, Siria. Los terroristas, son una vez más héroes libertarios, que cuentan con el apoyo encubierto de la OTAN para masacrar a civiles.
Obscenas son también las amenazas de invasiones preventivas a Irán, Pakistán, Corea del Norte, Venezuela, o el sostenido terrorismo de Estado con sus falsos positivos, leyes patriotas antiterroristas que aún asesina y mantiene a presos, torturados, sin un juicio justo, en Abu Ghraib, Bagram, Guantánamo o cualquier base militar, embajadas o portaviones US Army.
El repugnante rostro intercambiable de la injerencia en Latinoamérica es la desestabilización de las naciones y derrocamiento de sus gobiernos, creando al interior de ellas, ONGs mercenarias, provistas de generosos aportes económicos, alianzas con los grupos de poder económico, opositores y militares golpistas ideológicamente afines a la política norteamericana, ”una especie de guerra civil, donde pequeños y heroicos grupos luchan por su libertad en contra de un tirano asesino, que quiere instaurar el comunismo”, que en Chile (1973) les resultó exitoso con el apoyo de la oligarquía y los militares fascistas; en Venezuela (2002), el golpe que no les resultó, porque el pueblo y los militares liberaron y repusieron al Presidente en su cargo; en Haití (2004), la desestabilización armada los llevó hasta el secuestro de su Presidente y que, para protegerlo, para luego ocupar el país con sus marines; en Honduras (2009) con argumentos legales respaldados por la Corte Suprema y el Congreso, con apoyo de militares se expulsó al Presidente en ejercicio; en Ecuador (2010) con una protesta por mejora salarial de policías y secuestro temporal del Presidente; en Bolivia (2008), alentando el separatismo de una de sus provincias, en complicidad con el gobernador-empresario de Santa Cruz, y posterior huelga de policías; recientemente en Paraguay (2012), esta vez la intervención tomó la forma de golpe parlamentario para destituir a su Presidente.
La injerencia funciona apoyada en el perverso poder de la dictadura mediática donde la mentira, el rumor, el insulto y la descalificación de las autoridades legítima y democráticamente elegidas, se repiten con frecuencia, al estilo de la vergonzosa mentira de EEUU sobre posesión armas de destrucción masiva para invadir Irak, lograr que se ahorcara a su Presidente y apropiarse de su petróleo a costo de miles de vidas humanas, destrucción y saqueo de obras de las antiguas culturas Sumeria y Mesopotámica, incunables patrimonios de la humanidad.
Los medios de comunicación en manos de la oligarquía criolla y transnacional de la información, continúan noche y día difundiendo mentiras y medias verdades con pautas, libretos o guiones “Made in USA” originados en los laboratorios de guerra sucia.
El ¿qué hacer?, ¿qué cambiar?, ¿qué crear? son las preguntas a las que debemos darle respuestas, empecemos reconociendo que todo cambio revolucionario, requiere de un desaprendizaje y desalienación de todos nosotros, hombres y mujeres, nacidos y criados en salvajes sociedades de consumo, donde los valores humanos obedecen a una profunda mercantilización de toda la vida social. Por lo tanto “ellos”, los cambios, deben iniciarse primero al interior de nosotros mismos.
Reflexiones como ésta, sólo son una alerta a la imaginación política; un ejercicio ético de inconformidad y resistencia a estas sociedades conservadoras, de silencios cómplices, que vivimos.
Apoyemos toda práctica cultural comunicacional, que nos obligue a pensar, que provoque una toma de conciencia propulsora de acciones, sobre aquello que debemos cambiar y lo que debe permanecer, para crear humanidad. Entonces, creemos humanidad, otra humanidad, asumamos todos los días el oficio de humanizadores.