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Estamos viviendo las primeras consecuencias de la última crisis, y que es, incluyendo la  iniciada en 1929 y que terminó en 1945 con una guerra mundial por medio, la más severa de toda la historia del capitalismo. De forma inmediata supone una  profunda erosión en los derechos sociales adquiridos después de numerosas luchas emprendidas por nuestras generaciones pasadas y con un enorme esfuerzo y sufrimiento. Mengua de salarios reales y destrucción progresiva de salarios indirectos fundamentales para las mayorías sociales como son la educación y la sanidad públicas y de otros servicios sociales básicos, y que puede ir acompañada, como ha ocurrido otras veces en la historia del capitalismo, en una quiebra de derechos y libertades políticas que suponga una nueva “crisis de la democracia”.

Pero hay más factores que hacen de esta crisis una crisis total, una crisis de civilización, y que tiene, en nuestra opinión, un carácter irreversible dentro del actual orden capitalista. Empecemos por la dimensión económica de la crisis

La crisis era, desde luego,  más que previsible, pese a lo que nos decían los “expertos” economistas occidentales, que no solo desconocen a Marx, si no que parecen también ignorar a los nada subversivos Keynes o Sraffa.

Para entender el origen de esta crisis es necesario comprender la verdadera estructura del capitalismo actual desdibujado insistentemente por los grandes medios de comunicación que nos hablan de los “desajustes del mercado” o de la “deuda incontrolada” como si se tratara de un mosaico de desdichas derivadas un caprichoso azar matemático.

Samir Amin ya había prevenido los riesgos múltiples de lo que denomina un capitalismo financiarizado. Para este autor, el centro de gravedad de las decisiones económicas importantes se ha transferido de la producción de plusvalía en los sectores productivos, hacia la redistribución de  provechos ocasionados por los productos derivados de las inversiones financieras (Samir Amin 2009 )  Este sistema está dominado por unos oligopolios que controlan no solamente el sector financiero, sino también todos los sectores productivos, y son por supuesto los que han obtenido mayores beneficios en el proceso de financiarización del capitalismo global

Algunos incautos (y otros decididamente malvados) recuerdan con nostalgia los años del “crecimiento espectacular” de la segunda mitad de los 90 y la primera mitad de la pasada década, cuando se origino la huida hacia adelante de las inversiones financieras y surgió el espejismo del “crecimiento sin fin”. Lo cierto es que la progresión de las inversiones financieras se realizó sobre un crecimiento mucho más débil de la base productiva. El volumen mundial de las transacciones financieras a fines de la década anterior era de dos mil trillones de dólares, mientras que el P.I.B. mundial apenas llegaba a los 44 trillones de dólares. Una  burbuja financiera de tales dimensiones tenía que estallar… y finalmente ocurrió. Pero lo verdaderamente importante de esta nueva situación es que esta debacle financiera está estrangulando a la base productiva y puede que de una forma irreversible. Como reconoció la representante del Banco Mundial para América Latina, Pamela Cox en la Cumbre Iberoamericana  celebrada el pasado octubre, el peligro de un colapso financiero global que estrangule a la economía real es un escenario que se debe contemplar.

Por otra parte, el modelo de desarrollo capitalista basado en un crecimiento del consumo tal y como lo conocemos, ha traído de nuevo aparejada una crisis de endeudamiento de su base social. De hecho la primera consecuencia, o mejor dicho la más visible, del gran despilfarro en los años del espejismo, ha sido un progresivo endeudamiento de los sectores populares y especialmente  en las sociedades de los paises enriquecidos. El crédito para el consumo se ha convertido, de una forma similar a lo ocurrido en los años 20 del siglo pasado, en un caramelo envenenado. Las familias así endeudadas deben restringir sus niveles de consumo, que caen de hecho en picado, y la consecuente contracción de los mercados concluye con el despido de miles de trabajadores, que a su vez va a suponer una nueva caída del consumo y la reproducción del  ciclo recesivo.

Este proceso de retroalimentación de la recesión se dio ya en la crisis de 1929 y fue agravándose en la medida que los principios liberales, basados en el control del déficit público mediante la reducción del gasto, estuvieron vigentes, especialmente bajo la administración Hoover en EEUU.   Hobsbawm llamaba la atención recientemente sobre la increíble ignorancia histórica de las élites políticas actuales al respecto. Algunos, desde la ignorancia   o desde la mala fe, o mejor dicho, desde una adecuada combinación de ambas, argumentan hoy que la intervención estatal en las economías de los paises europeos en los años 30  originó la política conocida como “fastidia a tu vecino” y que aquello fue la causa de la II guerra mundial. Tal fue también la conclusión de la conferencia de Bretton- Woods en 1944 que dio paso, una vez concluida la guerra, al sistema de intercambios mundial dominante desde entonces,  base del neocolonialismo y que es conocido por ese nombre.  Sin embargo esto es absolutamente falso. La verdadera causa de la política de “fastidia a tu vecino” y de la II guerra mundial es la misma que la de la I Gran Guerra, cuando todavía estaban vigentes los principios fundamentales del liberalismo. La causa de las dos guerras mundiales fue la lucha por el control de los recursos del planeta entre  las distintas potencias imperialistas, algo que no es un escenario ni mucho menos lejano en el momento presente, cuando sufrimos la aplicación de los principios de la “escuela de Chicago”.

En efecto, otro factor clave en esta crisis de un sistema  de producción y distribución basado en el despilfarro por parte de una minoría planetaria-el 15% de la población mundial consume y despilfarra el 85% de los recursos globales- es precisamente el agotamiento acelerado de estos recursos. Por una parte, cada vez es más limitado el acceso a éstos por parte de las mayorías planetarias, y por otra las potencias imperialistas occidentales necesitan un control cada vez más efectivo de dichos recursos (energéticos, del subsuelo,  del suelo y de los recursos marinos). Además, las nuevas potencias económicas emergentes como China e India  también necesitan de éstos, así como los paises del Sur en su conjunto. La respuesta de EEUU y la U.E  en la nueva crisis de reparto se resume en dos líneas de actuación:

La primera, el despliegue militarista de los EEUU, especialmente desde 2001, con la invasión de Afganistán y el control del oleoducto centroasiático que abastece de petróleo a China, India y Rusia. La intención por parte de los EEUU y sus aliados de controlar el abastecimiento energético de sus cada vez más competitivos adversarios asiáticos se escondió adecuadamente detrás de la gran pantalla mediática de la “lucha contra el terrorismo”.

Con la invasión de Irak se proseguía con esa estrategia de control de los recursos por parte de EEUU, pero esta vez también incluía el control del abastecimiento energético de sus socios y aliados, Francia y Alemania (amistad y negocios, agua y aceite, dice un viejo proverbio italiano).

Pero la cicatrización de las heridas abiertas en el viejo bloque imperialista ha llegado de la mano de otra agresión de grandes magnitudes: La invasión de Libia que parece suponer además una tregua entre Europa  y EEUU en la pugna por la hegemonía en África, y el inicio de una política de colaboración en el expolio del continente. Colaboración efectiva desde 1961con la intervención de la C.I.A. contra el proceso de construcción nacional y social en el Congo y el asesinato de Patrice Lumumba junto a decenas de miles de congoleños. Mantenida después por las imperiosas necesidades de la Guerra Fría, se rompió, concluida esta, por la rivalidad franco-estadounidense en el control del riquísimo subsuelo de la  región centroafricana (que comprende varios paises del centro del continente desestabilizados de forma permanente)   rica en petróleo y minerales estratégicos como el coltán y el uranio, además de diamantes, oro, aluminio, sales de wolframio y un largo etc. En 1996 Ronald Brown, secretario de comercio de EEUU declaraba “concluida la era del dominio económico y de la hegemonía comercial de Europa sobre África,  África nos interesa”. Sin embargo, la llegada al gobierno de la administración Obama, que no ha variado en lo más mínimo la apuesta de los EEUU por el despliegue militarista como eje estratégico  en la crisis de reparto, parece convenir ahora en la colaboración con sus socios europeos en las tareas de control global de los recursos mundiales. Se trata sin duda de compartir los gastos. La agresión a Libia a través de la OTAN (el brazo armado del G-7)  y el derrocamiento del gobierno soberano del país norteafricano, la probable destrucción total de su compleja sociedad tradicional, incluso un eventual reparto del país a través de un sistema de concesiones a petroleras de los paises agresores retratan perfectamente esta fase de acuerdos en el reparto.

El siguiente paso en esta estrategia por el control de las fuentes energéticas fósiles, disponibles todavía, puede ser la invasión de  Irán.

La intervención en Irán está anunciada desde hace tiempo. Se planteó ya en la reunión que el Club de Bilderberg tuvo en 2005 en localidad alemana de Rottach-Egern. En esta reunión participaron, entre otros  el general americano, James L. Jones,  comandante  de las fuerzas de la OTAN en Europa, junto con  Eival Gilady, consejero estratégico del entonces primer ministro israelí, Ariel Sharon.  Se discutió sobre las consecuencias que tendría   una intervención militar de la OTAN con participación israelí en suelo iraní. Al terminar la reunión ya había propuestas dos fechas alternativas para la invasión (Daniel Estulin en la Revista Época 08-07-2005, reproducido en Solidaridad.net, 01-02-2006) Es muy probable que los sucesivos desastres militares de las fuerzas de ocupación de EEUU y sus aliados, propiciados por las resistencias afganas e iraquí, hayan obligado a posponer la fecha del inicio de la agresión. También habrían influido en este aplazamiento los desencuentros entre la administración Bush y algunos de sus socios europeos (Francia y Alemania) por la cuestión irakí. Sin embargo EEUU ya ha construido en el Afganistán ocupado  extensas infraestructuras militares destinadas a sostener un ataque a gran escala sobre Irán. Pero es preciso señalar aquí que semejante aventura podría acarrear unas consecuencias internacionales del todo imprevisibles, incluso aunque el gobierno ruso, acuciado ahora por graves problemas políticos  internos, parece haber bajado en las últimas semanas el tono contra la presión occidental en la región (especialmente sobre Siria). También llama la atención a este respecto el relativamente limitado espacio que los media occidentales han dedicado a la feroz represión con que Putin ha respondido a las quejas de la oposición contra el grave  déficit democrático en la Federación Rusa. ¿Silencio por silencio? ¿Omertá por omertá?

La segunda estrategia utilizada por occidente en esta guerra por el control de los recursos energéticos (entre otros) y con el fin de ahorrar energía de origen fósil ha sido la producción de agro-carburantes en detrimento de la producción de subsistencias. La primera consecuencia de la realización de estos proyectos en EEUU y la U.E ha sido el alza brutal de los precios en el mercado mundial de granos y la aparición de nuevas y devastadoras hambrunas en el este africano que ha costado ya la vida a centenares de miles de personas. El fantasma del hambre se puede extender a otras regiones del Sur, cuyas economías se ven a la vez castigadas por la crisis global con  el descenso de los precios de las materias primas, de cuya exportación a los paises del Norte obtienen los principales recursos para su supervivencia, teniendo en cuenta, además, que deben destinar buena parte de ellos al servicio de la deuda.

Pero hay otro elemento de la crisis que hace de ésta una crisis  total, y no solamente una crisis económica. Nos referimos al hecho de  que, junto a los graves desequilibrios en la base material del sistema capitalista, se desarrolla un derrumbe en las estructuras superiores del sistema, es decir en sus estructuras culturales. Hablamos de una crisis  de civilización. Ciertamente los valores que han caracterizado a la civilización occidental se reproducían en el imaginario social gracias a la pretendida superioridad de estos frente a la barbarie que supuestamente caracterizaba al resto de culturas. J. Fontana ha realizado ya una excelente exposición  del proceso de construcción histórica de los valores occidentales en su Europa ante el Espejo. Pero hoy además con los avances en la comunicación, estos presupuestos de superioridad se convierten en  una afirmación sencillamente ridícula. La posibilidad que tiene hoy cualquier ciudadano occidental de aproximarse física o virtualmente a otras culturas, y de conocer también la terrible experiencia histórica de cientos de pueblos que han visto destruidas manifestaciones culturales milenarias, por la arbitraria brutalidad de quienes se decían portadores de la civilización y del progreso, hacen tambalearse ahora los cimientos de unos postulados que solo podían sobrevivir en tanto en cuanto fueran considerados como absolutos. Cuando se hunde precisamente su coartada principal, o sea, el paradigma mismo del progreso, y con gran rapidez, para las mayorías sociales planetarias, incluidas las mayorías del mundo enriquecido, estas no pueden por menos que replantearse los pilares mismos de una civilización- la civilización burguesa- que les prometió un futuro para ellos o para sus hijos, o para los hijos de sus hijos, que ya nadie puede creer.

Hoy los pueblos reivindican sus identidades culturales-como lo hace Euskal Herria- como una prioridad frente a la catástrofe a la que les empuja el imperialismo occidental y su aculturación forzosa.  Precisamente esto ha sido recogido en su propuesta para una Quinta Internacional Socialista por Noam Chomsky, Bill Fletcher jr, Fernando Vegas y  Michael Albert, entre otros: Las relaciones culturales y comunitarias entre razas, grupos étnicos, religiones, y otros grupos culturales deben proteger los derechos e identidades de cada comunidad bajo condiciones de respeto mutuo. Dicen en su manifiesto.

Quizá en estos principios estén las claves de  la  alternativa a un sistema que ahora puede haber llegado a su límite histórico, y que nació hace ya cinco siglos destruyendo toda expresión cultural (incluyendo verdaderas civilizaciones) que se encontraba en su camino.

Eraikuntza (Grupo Vasco de Historiadores Socialistas)