Para pagar la deuda contraída por los Estados (más bien por gobiernos embelesados por la banca especulativa internacional que repartió jugosas “comisiones” y “negocios” entre banqueros y funcionarios nativos) los organismos financieros internacionales “recetan medidas de recortes” que descargan sobre los sectores más pobres de los países el peso del pago de lo que otros despilfarraron. De esta manera se descuaderna el llamado Estado Del Bienestar:
Estado del Bienestar o Estado Providencia (en inglés The Welfare State) es un concepto de las ciencias políticas y económicas con el que se designa a una propuesta política o modelo general del Estado y de la organización social, según la cual el Estado provee ciertos servicios o garantías sociales a la totalidad de los habitantes de un país.
En dos documentos que adjuntamos, Marcelo Justo y Pere Rusiñol, nos cuentan las peripecias y los ataques que está recibiendo desde los años ochenta del siglo pasado, por lo menos visible y declaradamente, esta conquista de los pueblos del mundo a manos de los amos del capital financiero internacional.
Esperamos que estos documentos sean otra alerta mas que nos ponga en guardia contra este perverso proceso de reducción del Estado.
Cordiales Saludos Torrijistas
La reforma puesta en marcha para reducir el déficit continua las medidas de Thatcher de los ochenta
Corte profundo al Estado de Bienestar
Centros juveniles, bibliotecas populares, servicios sanitarios para ancianos y madres, subsidios para la vivienda dejaron de existir o fueron diezmados. En muchos casos el camino elegido es la privatización.
Por Marcelo Justo
Desde Londres
La enfermedad es el déficit; el remedio, un recorte draconiano: con esta receta la Eurozona marcha en fila al precipicio. El Reino Unido no forma parte del euro ni está bajo la férula de la troika (Fondo Monetario Internacional, Banco Central Europeo y Comisión Europea), pero ha aplicado uno de los ajustes más draconianos de la Unión Europea (UE). El impacto sobre la economía es claro: el Reino Unido está en recesión. Menos visible por el momento es el descalabro que está produciendo en el Estado de Bienestar un recorte que se parece cada vez más a una amputación hecha a las apuradas y sin anestesia.
La Coalición Conservadora-Liberal demócrata se planteó la eliminación del déficit fiscal entre 2011 y 2015 con un corte del gasto de unos 130 mil millones de dólares. Calificar de “draconiano” este plan de austeridad no es una hipérbole: el recorte promedio ministerial es de un 19 por ciento. El Ministerio de Justicia, que tenía un presupuesto anual de 8,9 mil millones de libras (14 mil millones de dólares), debe alcanzar un ahorro del 25 por ciento para 2015. Las cifras varían (Defensa corta un 8 por ciento; Bienestar Social, un 25), pero la poda afecta a todo el Estado, incluidos los municipios, fundamentales en un país que no tiene gobierno provincial.
Los recortes se decidieron entre gallos y medianoche. La Coalición asumió el gobierno en mayo de 2010 y cinco meses más tarde anunció la más profunda y radical poda del Estado Benefactor. “Esta reforma es una continuación de la reforma thatcherista de los ‘80, pero mucho más profunda. Los conservadores aprovecharon la crisis y el miedo a una crisis a la griega para llevarla adelante. Como por motivos políticos había que aprovechar el momento, se determinó el nivel de corte que se necesitaba para reducir el déficit sin tener en claro cómo se iban a cortar los servicios”, señaló a Página/12, Jane Lethbridge, especialista de la Universidad de Greenwich y miembro de Psiru (Public Services International Research Unit), una organización que analiza la reforma del Estado a nivel mundial.
Un caso paradigmático de estos cortes a las apuradas fue la BBC. La noche anterior al anuncio en el Parlamento, el gobierno decidió que, además de congelar su partida durante seis años, debería absorber con sus propios fondos el Servicio Mundial, costeado hasta ese momento por el Foreign Office, con un gasto adicional equivalente a más de 500 millones de dólares anuales. El gobierno dispuso: la BBC tuvo que efectuar a posteriori los recortes y despidos necesarios para que dieran las cuentas. El impacto ha sido la desaparición o privatización de todo tipo de servicios. Centros juveniles, bibliotecas populares, servicios sanitarios para ancianos y madres, subsidios para la vivienda dejaron de existir o fueron diezmados de tal manera que se volvieron insostenibles. En algunos casos, esta eliminación del servicio fue emparchada con un eufemismo armado a las apuradas. La idea de las “enfermeras comunitarias” –que prestan servicios domiciliarios– fue una manera de eliminar puestos en los centros de atención. En muchos casos, el camino elegido para disimular la merma de los servicios es la privatización. En el Servicio Nacional de Salud, que por ley debe ofrecer atención médica gratuita a todos los británicos, ha habido una explosión de decenas de miles de contratos para tercerizar servicios. “Miles de empleados fueron despedidos o transferidos al sector privado. Los servicios se están fusionando o cierran sus puertas. En Sussex, Surrey y Devon ya se han firmado contratos privados con Virgen Care para la atención de los más vulnerables, que incluye a niños, discapacitados y personas con problemas de aprendizaje”, señala la comentarista del matutino The Guardian Allyson Pollock.
Un caso visible del impacto que esto tendrá en la atención es el de la compañía privada Circle Health Care. En noviembre del año pasado, el gobierno anunció que la compañía, que tiene como CEO a un ex ejecutivo de Goldman Sachs, se haría cargo del hospital Hinchingbrooke por diez años. El hospital tiene un déficit anual de 38 millones de libras, a pesar de lo cual el contrato entre el Servicio Nacional de Salud y la compañía estipula que los primeros dos millones de libras de ganancias serán para los accionistas de Circle Health Care. La pregunta es obvia: ¿cómo va a hacer Circle Health Care para cuadrar estas ganancias cuando el hospital ya tiene un déficit sin cortar drásticamente los servicios?
El Estado de Bienestar, concebido durante la Segunda Guerra Mundial, proponía que el Estado suministrara “salud, educación vivienda y empleo” para combatir a los “cinco gigantes” que habían hecho estragos en la entreguerra: enfermedad, ignorancia, desnutrición, desempleo y carencia. “Estos principios están gravemente comprometidos. Los más afectados por los cortes son los más pobres. Estamos ante un nuevo modelo social”, explicó a este diario Jane Lethbridge. Con un desempleo juvenil que ha superado la barrera psicológica del millón de personas y sin redes de contención social, la policía ha advertido que los disturbios que sacudieron a las principales ciudades inglesas en agosto del año pasado pueden repetirse.
La advertencia no es desinteresada. La policía misma debe recortar su presupuesto en un 20 por ciento. Este mes, durante una huelga de empleados públicos, la policía, que por ley no podía plegarse a la medida, protagonizó una manifestación de unos 30 mil miembros que estaban en su día libre para protestar contra los cortes: unos 19 mil llevaban gorras oscuras para simbolizar los puestos laborales que se perderán en los próximos años. El credo privatizador los ha golpeado. En marzo, las fuerzas policiales de West Midlands y Surrey invitaron a compañías privadas de seguridad a que se hicieran cargo de la investigación de crímenes, las patrullas vecinales y la detención de sospechosos en un contrato de siete años por valor equivalente a más de dos mil millones de dólares.
La justificación de esta gigantesca reforma ha sido la “imperiosa” necesidad de reducir el déficit fiscal. En 2010, el déficit rondaba el 11 por ciento del PIB debido al aumento del gasto y la caída de la recaudación por la recesión que produjo el estallido financiero de 2008. Con el programa de austeridad, el déficit disminuyó a un 9,3 por ciento en el primer año y a un 8,3 por ciento en el segundo año, pero con la recesión de finales del año pasado, principios de éste, esta tendencia se está revirtiendo. En marzo la deuda superó el billón de libras, la recaudación cayó un 3,6 por ciento y el gasto fiscal se disparó de la mano de los beneficios sociales por desempleo, que aumentaron unos 8,5 mil millones de libras (13 mil millones de dólares). Esta situación va a empeorar porque los despidos en el sector público recién comienzan. El Estado, que tenía más de 6 millones de empleados en 2010, tendrá menos de 5 millones en 2017. Con la crisis de la Eurozona en la puerta y una perspectiva anémica de crecimiento, el gigantesco experimento de la Coalición Conservadora-Liberal demócrata no solo está devastando un tejido social construido durante décadas e hipotecando el crecimiento económico sino que corre el peligro de empeorar por muchos años la situación fiscal.
El estado del bienestar está en peligro
Los expertos advierten de que el modelo social vigente en Europa en las últimas seis décadas afronta su crisis más severa. Las recetas centradas en la austeridad dividen a los economistas
Pere Rusiñol Madrid
Un nuevo fantasma recorre Europa y no es precisamente el mismo del que hablaba Marx. Va en dirección contraria, provisto de tijeras, y apunta al corazón mismo del modelo social europeo desde hace al menos 60 años: el Estado del bienestar.
Tras el plan de rescate del euro lanzado en mayo, y que movilizará otros 750.000 millones de dinero público con los déficit ya disparados, en todos los países de la UE se han sucedido los recortes, siempre en la misma dirección: adelgazamiento del sector público, reducción del gasto social, rebajas en las pensiones… Y muy pocos dudan de que se trata sólo del comienzo. Vendrán más.
Las recetas de recorte abrupto del gasto en plena crisis han dejado estupefacto al penúltimo premio Nobel de Economía, Paul Krugman, que esta semana insistía en Alemania que no es prioritario un ajuste que cortará en seco el crecimiento. Pero han sido asumidas en todo el continente, ahora ampliamente dominado por la derecha, que ya gobierna en todas las potencias internas (Alemania, Reino Unido, Francia, Italia) y que las considera el único salvavidas para preservar el modelo europeo.
«Está clarísimo que esta crisis no tiene nada que ver con el Estado del bienestar»
En los islotes de izquierda como España, las medidas se han presentado como «un paréntesis», como una especie de NEP de la socialdemocracia: un paso atrás, pero para tomar impulso y salvar el Estado del bienestar. Y aquí está el meollo: ya no se discute que el Estado del bienestar está en peligro. No necesariamente por su supuesta insostenibilidad. Pero la amenaza se ha hecho real para todos.
«Está clarísimo que esta crisis no tiene nada que ver con el Estado del bienestar ni con el gasto, pero todo indica que la presión sobre los gobiernos seguirá. Y una vez que han aceptado la austeridad como prioridad por encima del crecimiento, la dinámica es imparable», advierte Costas Lapavistas, economista de la Universidad de Londres. Y añade: «Vamos hacia decisiones drásticas que eran inimaginables hace apenas tres años. Es difícil creer lo que ha pasado en tan poco tiempo».
Su tesis coincide con la de Vicenç Navarro, catedrático de la Universidad Pompeu Fabra y uno de los mayores expertos en el Estado del bienestar. «El mundo empresarial, incluyendo el capital financiero, ha querido reducir la protección social como una forma de debilitar el mundo del trabajo y quieren utilizar la crisis para conseguirlo», afirma.
Un ‘parte’ grave
Los expertos discrepan sobre las causas de la enfermedad y, por tanto, sobre las recetas a aplicar. Pero el parte es grave: los déficit y la deuda se han disparado en toda Europa, los ingresos de los estados se desploman, la financiación se encarece, el envejecimiento es imparable… Hace 50 años, el gasto en pensiones equivalía en España al 1,5% del Producto Interior Bruto. Hoy se acerca al 8,5%. Y las proyecciones para 2050 rozan ya el 15%.
«El Estado del bienestar requiere ajustes, sí, pero los Tesoros están menos endeudados que en los años noventa y el modelo no tendría por qué estar en peligro», apunta Valeriano Gómez, ex secretario general de empleo del PSOE, hoy en la Fundación Ortega y Gasset. Su receta: «Hacer más eficiente el gasto público, reducir el consumo interno y no deprimir los ingresos públicos. ¡Cuánta ingenuidad había en aquello de que bajar los impuestos es de izquierdas!».
«Estamos a más de diez puntos de países como Dinamarca»
La reforma fiscal debería ser la prioridad de cualquier política que se proponga salvar el Estado del bienestar, muy por encima de la austeridad, subraya Ignacio Zubiri, catedrático de Hacienda Pública de la Universidad del País Vasco, en línea con la mayoría de expertos consultados.
Zubiri es uno de los expertos en pensiones más respetado de España y nadie podría confundirlo por un radical. Está indignado: «Lo más lamentable es que se nos imponen recetas que son pura ideología, como la obsesión por bajar impuestos, reducir el déficit y dejarlo todo en manos del mercado, como si se tratara de soluciones científicas».
«El Estado del bienestar en España es pequeño, pero es insostenible si no se afronta en serio una reforma fiscal que nos acerque a Europa. Estamos a más de diez puntos de países como Dinamarca y la presión recae sobre los asalariados de renta media», lamenta Zubiri. «El origen del déficit es el colapso de la recaudación y ello puede ser letal: sin el aumento de ingresos y algunas reformas en el gasto podemos ir hacia la liquidación del Estado del bienestar», remacha.
Este momento está más cerca de lo que se cree, advierte Miren Etxezarreta, catedrática emérita de Economía Aplicada de la Universidad Autónoma de Barcelona: «Vamos hacia atrás y muy deprisa, hacia un modelo de tipo anglosajón, con un Estado del bienestar mínimo para los más pobres y todo lo demás, privado».
«Vamos hacia atrás y muy deprisa, hacia un modelo de tipo anglosajón»
La presión sobre las pensiones, pese a que el sistema sigue en superávit y acumula una hucha de más de 60.000 millones, es en su opinión paradigmática: «Los planes de pensiones privados son los mayores inversores del mundo; ellos son en buena parte los famosos mercados, que presionan para conseguir disponer del ahorro y que la gente tenga que pagar por lo que hoy le aporta el Estado del bienestar».
En 1995, los fondos privados de pensiones en el mundo canalizaban inversiones por valor de 4,9 billones de euros. En 2009, el volumen había ascendido a 12, 7 billones, lo que representa ya el 27% del PIB mundial.
Inversores o especuladores
«A los que nos prestaron dinero les llamamos ahora especuladores», lamenta Germà Bel, catedrático de Teoría Económica de la Universitat de Barcelona. Bel sí considera que sobran las razones para «redefinir» el Estado del bienestar, con independencia de la crisis: «El sistema se ha esclerotizado, se ha vuelto injusto y a veces ineficiente por el desprecio a la excelencia. Como además no se ha mejorado la productividad y la sociedad envejece, las reformas son urgentes».
«¡Menos mal que los mercados nos exigen disciplina!»
«¡Menos mal que los mercados nos exigen disciplina!», añade. «De lo contrario, a lo mejor seguiríamos aún instalados en políticas miopes incompatibles con el sostenimiento del Estado del bienestar», concluye.
¿Pero no supone el Estado del bienestar una losa demasiada pesada para competir en un mundo globalizado? Al contrario, recalca Pablo Beramendi, profesor de Ciencia Política en la Universidad de Oxford. Y cita como prueba los países escandinavos: «Hay un contrato social orientado a la eficiencia económica: de un lado, apertura y flexibilidad. Del otro, la protección del Estado del bienestar, que es una parte básica de la competitividad cuando en los países mediterráneos es remedialista».
El Estado del bienestar se tambalea en su cuna europea. Pero el epitafio global aún no está escrito. Quizá ni siquiera se escribirá, porque el fantasma que recorre EEUU se llama… Estado del bienestar.