Criterio soberano 1
Sicópatas contra mansos y mensos 3
Globalización democrática 4
Globalización plutocrática 6
Dilema final 8
Criterio soberano
“Grecia es el alumno díscolo de la UE, pero su crisis no se explica únicamente mediante gráficas con perfil de precipicio o estadísticas de infarto. La actual es también una crisis social, cultural y política; está en juego su modelo de anclaje en Europa, pero también el reto de conservar su idiosincrasia en un mundo global.” (Tomado del anexo “No es la economía, estúpidos”) (Subraya agregada)
Realmente, para aclarar conceptos conviene reconocer dos grandes corrientes sobre el globalismo.
Sin lugar a dudas, “el reto de conservar la idiosincrasia en un mundo global” marca la diferencia esencial entre ambos modelos.
La conservación de su idiosincrasia ha sido la constante de los pueblos a través de la existencia de la Humanidad. Ha constituido el cemento antropológico que ha mantenidos unidos a familias, clanes, tribus y sociedades, realizando la inclinación gregaria presente en los individuos.
Esta disposición los hace reacios al aislamiento y la soledad, y les exige identificarse con alguna cultura que les suministre los elementos civilizatorios (creencias, lengua, gustos, medicinas, prácticas productivas y formativas, etc.) necesarios para adquirir identidad propia respecto a los demás miembros de la especie pertenecientes a otros núcleos sociales.
Tal inclinación es muy fuerte, tanto que muchas culturas exigen el sacrificio de esa individualidad, la renuncia a ser o existir, o sea, a conservar y proteger la vida propia, única e irrepetible, para ofrendar el individuo a sus dioses, que les conceden su identidad humana específica a los miembros del conglomerado.
Aunque ahora no son admisibles para la sensibilidad occidental, los clásicos sacrificios de víctimas humanas propiciatorias (o inocentes, como las llama la Biblia; y que fueron comunes en la cultura maya y muchas más fascinadas con el asesinato de vírgenes de ambos sexos) los replican esos fanáticos que se inmolan atando bombas a sus cuerpos para matar herejes o enemigos políticos.
Su sacrificio demuestra que, como especie, aún conservamos supersticiones primitivas bastante reprobables y disolventes de la convivencia, que estamos en trance de superar lo más rápido posible.
Curiosamente, por lo general cada núcleo social autónomo posee divinidades propias que difieren de las ajenas; pero todos tan felices, si se trata de politeístas.
En cambio, para los monoteístas éste es un motivo de conflicto que les impide serenarse y respetar los fueros ajenos, pues se sienten obligados con su divinidad a imponerles su fe a los demás humanos. Y tal abuso lo consideran gran virtud, lo presentan como una misión divina, y suelen premiarlo tras la muerte del creyente “ejemplar”.
La amenaza para los mansos de corazón respetuosos de la Vida y de sus diversas manifestaciones, es notablemente grave a partir de los pueblos obsesionados con la pretensión de que poseen el único dios verdadero, en particular los apocalípticos sionistas, quienes, en su transcurrir nómada, adoptaron esa idea de los zoroastras y la transmitieron a cristianos y musulmanes, aunque todos se esmeran por ocultar su origen antrópico o humano.
Su convicción los convierte en fanáticos fundamentalistas, peligrosos para quienes son ajenos a sus creencias.
Pero ellos insisten en que son decentísimos y que tienen el deber de guiarnos o sacrificarnos, a los demás, para mayor gloria del tenebroso “dios de los ejércitos”, tan caprichoso, inconsistente, vengativo y letal para quienes se atrevan a dudar de su grandeza inmensa y absoluta.
Semejantes desmesuras -que se fundan en el invencible poder divino y el temor de los humanos a confrontarlo, en particular si se trata de individuos aislados, frágiles y sin raigambre- explican que la manifestación de identidad cultural de los grupos humanos se haya conservado a pesar de las guerras arrasadoras entre pueblos resueltos a exterminar al vencido, y a pesar de los enormes sacrificios que su conservación les exige a los individuos mancomunados.
Esa necesidad de pertenencia -que le da sentido al individuo como ser gregario- no ha dejado de expresarse en la época conocida como Historia.
Ésta, quizás, es la que dio lugar a tales aventuras genocidas, de las cuales tantas anécdotas se hallan en la Biblia, un libro que corresponde bastante bien a ese período antropológico que fenece por la caducidad absoluta de sus “valores” fundacionales, tanto como por el rechazo multitudinario a los métodos que ha utilizado para perpetrar y perpetuar las sociedades piramidales y opresivas que lo han caracterizado.
Sicópatas contra mansos y mensos
Durante la Historia, humanos ambiciosos, inescrupulosos, despiadados, arrogantes y megalómanos, evidentemente sicópatas desalmados como lo dejan claro los horrores por los que los recordamos, comportándose como los lobos de Tomás Hobbes y convencidos de su grandeza personal que les daría derecho a cometer toda clase de tropelías, han sometido y esquilmado a los que podemos definir como mansos, y, muchas veces, como mensos. En conjunto se trata de las grandes mayorías laboriosas, ingenuas y buenas.
El criterio es simple y claro, y así lo han manifestado los compatriotas del autor citado. Con su proverbial flema, los ingleses dicen: “Dios los hizo corderos para que los trasquilemos”.
La idea la expresaban mis ancestros paisas con la metáfora adecuada a la vegetación y fauna del trópico, en vez de a la fauna nórdica domesticada; pero se puede advertir que la intención y el significado son los mismos: “Primero se acaba el helecho que los marranos”.
Para despejar dudas, conviene advertir que los viejos de por acá no llamaban “marranos” sólo a los judíos “conversos”. En el refrán citado, el término se refiere a los mensos que conforman las masas idiotizadas, y que caen fácilmente en manos de estafadores y avivatos. A éstos, por su parte, solemos llamarlos “culebreros”, como al ex dictador Álvaro Uribe Vélez, vergonzosamente paisa.
Por su parte, la alusión al helecho se refiere a que éste vegetal, tan abundante en nuestros montes y selvas, se usa como combustible propicio para chamuscar a esos inocentes animalitos, que saben tan sabroso y serían tan abundantes.
En fin, para completar la cuestión de los ingenuos -víctimas ideológicas de indeseables aprovechados y abusivos-, se dice que “los vivos viven de los bobos; y éstos, de papá y mamá”
Globalización democrática
Pero retomemos la cuestión de la globalización, que es de mayor trascendencia y conviene entenderla bien para no dejarse engañar ni caer en chauvinismos tan anacrónicos, estúpidos y retrógrados como los que predican los ignorantes y arrogantes xenófobos de derecha en USA y Europa, y que tienen un inconfundible carácter nazista.
Fácilmente se entiende que la persistencia de los pueblos indica que “conservar la idiosincrasia” ha sido el secreto para no desaparecer a pesar de las agresiones que han sufrido por parte de quienes los han esclavizado, llenos de ansias de poder y riqueza.
Para sojuzgar al prójimo decente y pacífico, lo típico en la Historia ha sido el recurso constante al engaño y la violencia. Mediante su uso combinado, los plutócratas han mantenido sometidas y explotadas a las mayorías.
Las estúpidas, infundadas, anacrónicas y absolutamente intolerables guerras actuales, incluyendo la demencial ofensiva de Bashar al Assad contra su propio pueblo inerme y que ya dura demasiado, son la ilustración agónica de tal constante detestable (engaño + violencia), que ya todos los pueblos rechazan, así como rechazan a quienes la promueven.
¡Se imponen la Verdad y la no violencia como fundamentos de la sociedad mundial superior, o Sociedad Democrática Global que habrá de remplazar las imperantes durante la vigencia de la ahora moribunda Historia, derrotando el Nuevo Orden Mundial con que los potentados pretenden perpetuarla y cuyas características estratégicas y estructurales definen en el Club Bilderberg!
Por su parte, luchar por mantener la diversidad cultural en un mundo inevitablemente globalizado, como lo advirtió tempranamente el genial Marshall McLuhan al denominarlo “Aldea Global”, exige que cada integrante de esa aldea conserve su integridad.
Pero dicha integridad depende en buena medida de la pertenencia a una cultura “identificatoria”; o sea, en la que el individuo se sienta como pez en el agua entre los que lo entienden y comparten sus cosmologías y valores sociales.
En concreto, la integridad de la persona no se reduce exclusivamente a lo individual, que también consideramos bastante trascendente y valioso tras las conquistas de la Revolución Francesa, actualmente materializadas en acuerdos tan respetables y crecientemente respetados como la Declaración Universal de los Derechos Humanos.
Por ende, la globalización que anhelan las mayorías es la que respeta las soberanías en que se basan las enriquecedoras diferencias, tanto de los individuos como de los pueblos, garantizando la realización personal, la convivencia pacífica y el beneficio colectivo, ya sea al nivel de la aldea local, tanto como al de la regional o la mundial.
Desde luego, la Verdad es el fundamento y la garantía de esa alta conquista de la civilización, capaz de dignificar a la Humanidad situándola en superiores planos vivenciales de armonía, solidaridad, colaboración y respeto.
La Verdad se impone, liberando a la especie del aterrador destino que le han trazado los herederos de Abraham, y en el que insisten los sionistas ahora que tanto poder ideológico, político, económico y militar han acumulado.
A éstos energúmenos los secundan los islamistas extremistas, envidiados por fundamentalistas cristianos desesperados por meter a sus huestes en semejante maremagno, pero bastante desacreditados como para que lo logren.
Por eso es indispensable difundir la Verdad, pues si seguimos ocultándola para remplazarla por las mentiras irradiadas por los dueños de los medios de alienación masiva, los potentados pueden imponer hegemónicamente su aterradora globalización, aplastando cualquier eventual oposición e imponiendo un mundo de mentiras absolutas y convenciones inhumanas.
Globalización plutocrática
En efecto, las clases tradicionalmente dominantes -apegadas a la fuerza, guiadas por sus obsesiones y basadas en la ignorancia en que se esmeran en mantener sumidos a los vasallos- proponen una globalización que pretende diluir las diferencias culturales entre los diversos pueblos mediante la imposición de un estilo de vida light, sanforizado, estandarizado, plástico, artificial, anodino, decadente, homogenizador, insoportable, del cual una visión temprana fue plasmada por Aldous Huxley en su panfleto “Un mundo feliz”, escrito por encargo de los sionistas para perfilar la sociedad que aspiran a implantar a fin de controlarnos como a entes inferiores.
Lamentablemente, esta degeneración delirante de lo que puede ser la globalización, va más avanzada que la respuesta auténtica de los pueblos, pues apenas ahora es de dominio público tanta bestialidad depredadora con la que los amenazan los potentados decadentes en su agonía inevitable, pero que se esmeran en presentar como fórmulas salvadoras idóneas, aunque es evidente que su dinámica es absolutamente letal.
En consecuencia, corresponde continuar denunciando el grave peligro en que estamos, hasta que logremos completar la masa crítica de seres libes y dignos necesaria para vencer a los enemigos comunes.
Esta muerte anunciada, los decrépitos la quieren tergiversar consolidando un “gobierno mundial en la sombra” que oculte el desahucio definitivo de la Humanidad.
Al respecto han adelantado bastante. Ya pretenden imponerlo global y hegemónicamente, como demostración inequívoca de que habría triunfado su eterno “Nuevo Orden Mundial”, con el que darían fin a la Historia, según los delirios de Francis Fukuyama.
Con tan protervos fines, ahora quieren escalar su ofensiva robándoles la identidad a los pueblos europeos, tan diversos y perseverantes, aprovechando que los gobernantes lacayos están resueltos a ceder toda la soberanía que les exijan.
Para que no haya dudas, los vendepatria españoles lo expresan con la consigna de “más disciplina y menos soberanía”.
Si la gente no reacciona oportuna, lúcida y multitudinariamente, sus enemigos politiqueros y chanchulleros han de reforzar ambos propósitos propios de sicópatas traidores (o autócratas vendepatrias), prevalidos de los presuntos “éxitos” alcanzados en la “Cumbre Europea” celebrada el 28 y 29 de junio en Bruselas.
Los cipayos no entienden que tales “victorias pírricas” apenas son paliativos oportunistas para serenar los ánimos de los pueblos exaltados y a punto de estallar.
Pero la ofensiva neoliberal no se detendrá, así Ángela Merkel, su principal defensora en la comunidad europea, tenga que tragarse sus palabras o hasta perder su protagonismo. Al fin y al cabo, ya no da más, y nadie la toma en serio. Definitivamente, está agotada.
La concertación de Mario Monti, Mariano Rajoy y Francois Hollande logró matizar o morigerar las contraproducentes, antipopulares, ruinosas, desacertadas, absurdas y deliberadamente perversas recetas neoliberales exigidas por la teutona.
Esta señora posa como la desequilibrada e inepta, o perversa y taciturna enemiga de todos, en su papel de fiel interprete de las aspiraciones del sionismo apocalíptico o de las órdenes de los Rothschild o de las políticas neoliberales o de las sugerencias del Club Bilderberg, pues las ofensivas apocalípticas se reconocen por diferentes nombres.
Además, para aumentar la confusión que les permite mantener su impunidad, suelen ser adoptadas por los vendepatrias como políticas internas originales surgidas de sus privilegiadas mentes.
Por fortuna, la circulación creciente de la información sin censuras les está permitiendo a los pueblos ponderar adecuadamente la mediocridad de los impostores que los engañan y desgobiernan, posando como genios capaces de sacar del sombrero fórmulas milagrosas e ininteligibles que amedrentan a los humanos comunes y corrientes que se fían de sus líderes.
Desde luego, los gobernantes español, francés e italiano no dejarán de utilizar este presunto “triunfo” para profundizar la entrega de soberanía y de riquezas nacionales en beneficio de los potentados impunes e inmunes, con el consecuente despojo económico de los bienes públicos y el deterioro creciente de las condiciones de vida de las mayorías.
Dilema final
En consecuencia, la necesidad de reacciones populares contundentes, capaces de derrotar de una vez por todas a los enemigos comunes, cada vez es más urgente, pues las identidades de los pueblos están tan amenazada como la biosfera y la Vida en general, por la globalización de los potentados que pretenden precipitar el Juicio Final para mantener su impunidad personal por sus numerosos y gravísimos crímenes.
Y están a apunto de lograrlo, para desazón de todos. Si no nos despabilamos, no tendremos mas remedio que chirriar los dientes, como lo previo el apóstol Juan en su Apocalipsis.
¡Si te parece que es un desafío de origen humano, en nada divino, podemos evitarlo en vez de sentarnos a rezar esperando el “inevitable” Apocalipsis!
¡Basta ejercer consistentemente la democracia real!
ANEXOS:
1. “No es la economía, estúpidos”
2. “Querido señor Presidente es usted un hijo de puta. Usted y sus ministros”
d.botero.perez@gmail.com