RAÚL SÁNCHEZ CEDILLO / Activista y miembro de la Universidad Nómada

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Y bien, aquí estamos. No nos preguntaremos qué es, qué ha hecho, qué ha sido del 15M un año después. Nos basta con confirmar su existencia y su presencia. Y luego debemos arrojarlo sin remilgos a la violencia y la urgencia de la realidad ambiente. Lo primero que tenemos que preguntarnos es qué cabe hacer ante lo que se avecina y cómo podría hacerse a grandes rasgos. El problema es que no sabemos qué es lo que va a suceder: la única certidumbre es que la condición necesaria, aunque no suficiente, para el final de la pesadilla griega y de su extensión a los países del sur de Europa pasa por el contagio de la revuelta al corazón de la UE. Ahí es nada.

Por eso es necesario canibalizar la coyuntura que nos quieren imponer como desesperada y perdida. ‘Canibalizar’: utilizar las piezas en buen estado de un artefacto averiado para construir algo nuevo. Sea: tanto contra el gobierno de acémilas neoliberales y neofranquistas, como contra uno de sacrosanta unidad PPSOE. Se trata de sacar las consecuencias de la pérdida real de soberanía de los gobiernos nacionales y autonómicos. Tienen que irse porque han usurpado el poder y lo están aprovechando para reducirnos a la más completa desposesión o la más degradante resignación. Esta prescripción se aplica incluso a los “compromisos dilatorios” como el gobierno PSOE-IU en Andalucía. La coyuntura se define así por nuestra amenaza destituyente real e inminente.

El ejemplo del 15M se torna en modelo de código abierto para el resto de la zona euro. Pase lo que pase, canibalizar la coyuntura se traduce en un principio: la deuda produce revuelta contagiosa, y la revuelta es el principal factor de crecimiento. Tal es la coyuntura que ha de leer todo gobierno –pero también dentro del parlamento europeo– que tenga veleidades de cambiar la situación. Así tenemos además el camino cortado para el odio y el resentimiento nacional-populista y su corolario fascista. Y entonces hablemos de green new deal o de lo que haga falta.

Canibalizar la coyuntura carece de sentido si no hackeamos el repertorio estratégico disponible. Si nos atrevemos a pensar el 15M como un sistema-red complejo y dinámico, capaz de integrar sin suprimir la expresión política de la individualidad y la singularidad cualesquiera, y traducirlas en un antagonismo colectivo, flexible y autoorganizado contra quienes niegan las condiciones de vida, de trabajo, de derechos y de participación de los más; entonces podemos confiar en que la percepción de la gravedad y la urgencia de la situación se traduzca en una simplificación programática de lo complejo. Una simplificación que permita una afectación generalizada de la población. Tal es el sentido estratégico de la ficción del 99%. Solo una revuelta y/o una revolución democrática continental pueden disolver las fuerzas que sostienen la dictadura financiera en la UE.

Las versiones ‘clasistas’ o maximalistas de los objetivos del 15M no entienden este problema, ni parecen sensibles a la urgencia de la situación. Olvidan además que las clases no preexisten, sino que se crean en la lucha. El resquebrajamiento de la hegemonía de la casta financiera y política sobre unas clases medias en descomposición no sólo es una oportunidad extraordinaria de reabrir una estación constituyente en Europa, sino una situación preñada de peligro que de lo contrario será pasto de las políticas del odio y de la guerra entre pobres. “Vamos lento, vamos lejos”, sin duda, pero nos la jugamos siempre en las encrucijadas y las paradojas de la coyuntura. Con confianza, cuidado, alegría que no niega el dolor y un uso estratégico de las máscaras se puede vencer esta batalla decisiva en Europa.