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El mundo, desde sus inicios, ha tenido en el ser humano, independientemente de raza, sexo, color de piel, credo o religión, una fuente inagotable y renovadora del saber y trabajo creador, algunas veces para mal pero mayormente en la búsqueda y logro del bienestar individual y colectivo.

La invención de la escritura, el calendario, la rueda, la pólvora, la imprenta y hasta los más avanzados equipos y sistemas tecnológicos de la era actual, nos dicen que no hay  límite para que hombres y mujeres, en cualquier región del planeta, puedan crear y establecer nuevas condiciones, conceptos y formas de vida que puedan ser aplicadas, como elemento novedoso dentro de la sociedad o sustituyendo otras menos adecuadas.

Por razones propias de la dinámica de las sociedades, condiciones geográficas, crecimiento poblacional y muchas otras, hubo pueblos con mayores posibilidades de crecimiento en materia militar, científica o económica, siendo Europa el Continente que más se benefició en este sentido, al tomar experiencias y recursos de las antiguas civilizaciones árabes, asiáticas y africanas que le sirvieron para adquirir una fortaleza formidable en su momento, e irradiarla hacia otras regiones del planeta, convirtiéndose en referencia obligada en cuanto a desarrollo, modernismo, sistemas de gobierno y organización social.

Dentro de este contexto vale señalar que el “nuevo mundo”, como se dio por llamar a los Pueblos y Naciones que hoy conforman la región Suramericana y Caribeña, recibió la influencia de la civilización europea y con estas experiencias comenzó a transitar en el plano internacional, sin embargo, con el devenir del tiempo ha comenzado a visualizar su propio camino, en base a sus propias realidades, potencialidades e idiosincrasia.

Como es natural, esta búsqueda de nuevos horizontes genera resistencia de quienes no aceptan que naciones y pueblos que estuvieron siempre tras sus huellas, puedan explorar y construir nuevos conceptos y formas de vida, diferentes a los que ellos idearon y que desean mantener como únicos  e inalterables. La reacción va desde el menosprecio por las nuevas ideas y esquemas sociales o de gobierno, hasta la acción dura y directa para neutralizarlos.

La lucha actual de América Latina y Caribeña por abrirse paso en el mundo, como una región soberana, con ideas propias, esquemas sociales y de Gobierno con visión humanista, alejada del terrible sistema capitalista dependiente del dinero y de la explotación de seres humanos para enriquecer a unos pocos, va tomando fuerza y seguramente, más temprano que tarde, logrará conformarse como una referencia social, económica y científica en el mundo. Es la ley de la vida y forma parte de los ciclos históricos que inevitablemente va teniendo la humanidad.