Quisiera posiblemente lo mismo que tú: vivir de verdad, con toda la fuerza sugestiva y aun la pobreza significativa de esta expresión, pero no quiero más sucedáneos. Ni un minuto más en esta galería de rostros planos, llena de retales de otras vidas que no son la nuestra, la de un nosotros que nunca llega y que por lo mismo nunca serán la mía. Aquí soy un vacío duplicado, un espejo puesto frente a todas mis miserias o mis delirios de grandeza, frente a mi orgullo o mi calamidad, y no es ahí donde quiero que me encuentres. No busco comprador aunque esté en venta. No tengo nada que vender. Tengo hambre, sed, sueño, frío y calor, según las estaciones, sufro, me alegro, y hasta una vez supe del tacto y de hacer el amor. Además dicen que debo morir y que muero. Sin embargo, nada de esto es aquí posible, en esta suerte de eternidad digital. Lo que necesito es volver a respirar tu odio y tu amor, tu incomprensión y tu abandono, que la rabia muerda y la indignación, si existe, sepulte de veras a los que la provocan. Por ello quisiera escapar de esta red de simulacros, de esta fútil sincronía inmaterial que sólo nos aleja indefinidamente.
Ya casi olvidé el día en que aprendimos esta extraña conexión, en que nos prometimos una cercanía inaudita, un mutuo sabernos sin espera ni mediación. El día en que finalmente nos convertimos en este estúpido ego virtual, definitivamente cerrado sobre sí, anestesiado, mercader de su propia inanidad. El día en que aprendimos a perseguir nuestros nombres y nuestras imágenes mientras fuera seguía reinando un silencio sepulcral. El día en que dejamos de hablar y de mirarnos para hablar y mirarnos sólo a través de este desierto, aquí donde fingimos que es una empresa fácil la de intentar estar juntos.
Salir de aquí, de esta atmósfera inodora, no debe, empero, resultar sencillo. Acaso es un esfuerzo inútil y condenado a fracasar. Ahora pienso que muchos, además, no nos reconoceríamos fuera de ella, sin este hábito de convertir cada minúsculo acontecer personal en un suceso o cada opinión en un titular. ¿Cuántos habrá que vivan ya sólo por este insaciable afán de registro? ¿Cuántos, yo entre ellos, han depuesto definitivamente su carnalidad por esta insidiosa forma de espíritu? Posiblemente no hay marcha atrás. Hay que vivir forzosamente con esta adicción y con esta realidad duplicada, repetida en su idéntica precariedad. O quizás no. Acaso basta con cerrar la sesión, olvidar los perfiles y salir a la búsqueda de esos lugares donde la vida recupere otro latido. Puede ser. A fin de cuentas no todos padecemos esta adicción, incluso hay quien se jacta de vivir al margen de estas dependencias. Unos pocos iluminados que han sabido siempre de su inautenticidad. Me pregunto dónde se reúnen, en qué secreto vínculo trabajan o a quién demonios rinden su deseo de encuentro. Pues, presiento, como digo, que si hay un mundo es siempre el que aún está por construir.
De todas formas lo haré. Cerraré la sesión, compondré mi figura y trataré de buscar vuestros rostros entre el tumulto, si hace falta, levantaré la voz, gritaré ¡Basta, estoy aquí, fuera de vuestras redes! ¿Es que no me oís? Quizás no lo haga sólo, quizás hay ya muchos que lo intentan desde hace tiempo. Al menos hoy lo haré y desearía que tú hicieras lo mismo. Espero no sea ya demasiado tarde. Te veo afuera.