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Traducción desde el inglés por Sergio R. Anacona
Strategic Culture Foundation
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La dinámica en desarrollo al interior del sistema mundial está produciendo profundas transformaciones en la estructura del actual centro, semi periferia y la periferia y es propensa a la proliferación de graves conflictos armados. el mundo está ingresando a una época de transición durante la cual una gran guerra por los recursos naturales y esferas de influencia, junto a una serie de conflictos regionales precedentes, constituye un escenario prácticamente inescapable.

Esta amenaza de una gran guerra se yergue sobre el horizonte, mientras estados unidos prepara el escenario para ella en el medio oriente.

Demasiadas fuerzas parecieran estar convencidas que la guerra tiene que ser la solución escogida para la prolongada crisis global.

Mientras tanto, los observadores tratan de discernir los objetivos detrás del conflicto en gestación. la primera parte de la agenda no está muy oculta. la guerra debería…

–desviar la atención de las poblaciones occidentales de la crisis hacia la lucha contra un “enemigo global”
–crear las condiciones para cancelar las elevadísimas deudas soberanas
–detener la caída de Estados Unidos hacia una nueva gran depresión, revitalizar su economía e iniciar un nuevo comienzo
–reinstaurar el liderazgo de Estados Unidos dentro del sistema mundial
–perpetuar el actual orden financiero basado en una interpretación amplia del consenso de Washington y del status de la Reserva Federal norteamericana como la casa de la moneda global.

No obstante, esta misma agenda incluye una parte tabú cuyo plan se supone que garantice la supervivencia de Israel, que retiene los territorios palestinos ocupados y que solo puede existir en un marco de permanente confrontación con sus vecinos y siempre que Occidente, de manera inquebrantable, lo apoye y que la superioridad militar de Israel continúe proyectándose hacia el futuro. Hasta ahora, Israel ha tenido el poderío para aplastar prácticamente cualquier coalición de países árabes, mientras que su monopolio regional de armas nucleares le sirve a Tel-Aviv como un medio de contención y como un seguro en caso que estalle un conflicto armado y adquiera un giro inesperado. Israel, al margen de los enemigos que lo rodean, es un pequeño estado carente de recursos naturales en su territorio, es un cuadro imposible de imaginar. La razón de por qué actualmente Israel con desesperación necesita de una gran guerra serían las siguientes:

-una victoria militar confirmaría el alto status global de Israel
-el estallido de una guerra imposibilitaría a Occidente, agobiado por la crisis, especialmente Estados Unidos que asume el 22 por ciento del comercio exterior de Israel y se sabe que bombea adicionalmente 3,71 mil millones de dólares en ayuda directa al país para terminar o reducir considerablemente su apoyo a Israel. Vale la pena mencionar en el contexto que Alemania ya pagó la última parte de las compensaciones a Israel el año 2011 por concepto de los crímenes de la Segunda Guerra Mundial. Bajo condiciones normales, asistir solo a Israel podría resultar demasiada oneroso para Estados Unidos.
-La guerra pondría fin al programa nuclear iraní y le ahorraría a Israel un potencial rival en la esfera del armamento nuclear.

La tercera, y podría decirse la parte más secreta de la agenda para la gran guerra, sería la reconstrucción del sistema colonialista global.

El colonialismo clásico dominó el mundo por más de cinco siglos y fue parcialmente desplazado del escenario global solo en la segunda mitad del siglo XX cuando la Unión Soviética se estableció como potencia mundial. Por el momento, uno tiene la impresión que debido a la lógica del desarrollo económico occidental, el breve interregno pos colonial estaría llegando a su fin. Bajo la presión de sus competidores, el sistema económico occidental se sostiene solo si puede extraer los recursos adicionales desde el exterior. Su estabilidad depende de la existencia de una periferia subordinada que abastece al centro del sistema mundial a precios módicos.

Hechos recientes, desde la invasión de Irak y Afganistán hasta la destrucción de Libia y los desbordes de la Primavera Árabe, no dejan lugar a dudas que la periferia del sistema mundial enfrenta una nueva serie de conquistas coloniales. El proceso geopolítico, es posiblemente inminente ya que una potencia capaz de plantear una oposición seria a este está completamente ausente en el mundo actual y el único aspecto de la situación a que permanece poco claro es si a la resurrección del colonialismo le seguirá un patrón bipolar con Estados Unidos y la Unión Europea asegurando el control del resto del mundo o surja alguna forma alternativa de modelo colonizador.

El mundo objeto de una nueva oleada colonizadora será testigo de una amplia recodificación del derecho internacional y la muerte definitiva de su estructura pos Yalta-Potsdam. La transformación incluirá una separación definitiva de los principios básicos de la Carta de Naciones Unidas, la eliminación de todo un nivel institucional de los miembros permanentes del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas y ajustes radicales a la noción de que los países soberanos deben ser tratados como socios igualitarios en la política internacional. En el futuro no muy distante, la ocupación y la colonización –si son perpetradas dentro de los confines de “reconocidas” esferas de influencia—serán legitimadas como sustitutos de los derechos de las naciones a la autodeterminación y soberanía de permanecer inmunes a la injerencia.

Occidente ya está reinstaurando el formato de dos niveles en las relaciones internacionales el cual permite soberanía completa exclusivamente a los países que pertenecen al centro del sistema mundial y deja a la periferia con el nivel de libertad para la toma de decisiones que estrictamente las corporaciones transnacionales puedan piadosamente tolerar.

Z. Brzezinski expresó con la mayor claridad su visión de los pilares del nuevo orden colonial, estos deben ser el Gran Occidente –Estados Unidos y la Unión Europea—y el Gran Oriente –Japón, la India, Turquía y Arabia Saudita—señalando que ningún papel se le asignaría a Rusia en la futura política mundial. Por ejemplo actualmente, no se amilanan de hablar abiertamente acerca de imponer un control internacional sobre Siberia y no pasará mucho tiempo antes que el concepto que la Rusia contemporánea es la sucesora del imperio ruso, que en el año 1884 firmó una convención que aludía a la “ocupación eficiente” de países que evidentemente no estaban preparados para manejar sus propios recursos. Podría suceder más pronto de lo esperado que la “ocupación eficiente” consiga un párrafo en el código internacional de conducta y Rusia se vea enfrentada con la amenaza de sus derechos a sus recursos naturales revocados.

La OTAN es un instrumento real y exitosamente probado de la nueve colonización. El nuevo concepto estratégico de la alianza sellado en Lisboa el año 2010 establece de manera sutilmente velada que el mantenimiento de la estructura del sistema mundial, que comprende el centro y la periferia como necesarios para el bienestar del mundo occidental, debe ser parte de la misión de esta. Lo anterior es el aspecto fundamental de la nueva visión de la OTAN: el grupo de pesos pesados occidentales se prepara para nuevas cruzadas –las cuales siempre han sido económicamente motivadas—y las regiones del mundo que suministran materias primas estarán inevitablemente bajo presión militar.

Por el momento, Occidente no puede coexistir con países que combinan la propiedad de abundantes recursos naturales con poderío geopolítico. Occidente podrá seguir aparentando desconocer los arsenales nucleares de Israel o Pakistán, país este de crónica y escasa gobernabilidad que no puede o no quiere intentar seriamente expulsar a los Talibanes, pero la atención sigue estando centrada en el energéticamente rico Irán y su apuesta por el liderazgo regional, aunque el país es signatario del Tratado de No Proliferación Nuclear.

En todo caso, el programa nuclear iraní no es más que un casus belli que sin tener ningún interés en las tecnologías nucleares, el país todavía estaría en graves aprietos. Mientras tanto, Moscú debería tener presente que está destinado a ser el siguiente blanco después de Teherán como dijo el mismo Brzezinski: en el siglo XXI Estados Unidos se desarrollará contra Rusia, a expensas de Rusia y sobre las ruinas de Rusia.

Entre otros objetivos, los planificadores de la gran guerra obviamente esperan impedir el surgimiento de la Unión Euroasiática. Está claro que sus designios globales implican la distribución de los recursos contenidos en el espacio pos soviético entre el Gran Occidente y el Gran Oriente y el punto de los actuales proyectos como el de Europa desde el océano Atlántico hasta los Urales es para integrar a Rusia en el mundo occidental al tiempo de amputarle su parte de Siberia. Rusia tendrá que aguantar mucho forcejeo en el próximo foro del G8 en Camp David supuestamente para coaccionarla a que desista de su apoyo a Siria e Irán y a las iniciativas euroasiáticas, como también hacer que Moscú efectúe profundas reducciones en sus arsenales de armamento nuclear táctico. A Rusia le serán ofrecidas algunas regalías a cambio, pero no puede confiar en la posición china sobre esto, ya que el retorno de Rusia expone a China a una ingrata competencia en Eurasia.

La lección que emana de toda esta historia de las relaciones de Rusia y Occidente es que las creencias de Moscú en la posibilidad de una sociedad con Occidente eventualmente demuestran ser ilusorias. Del mismo modo, la historia de las grandes guerras demuestra de manera convincente que los beneficios son típicamente cosechados por países que son los últimos en involucrarse. Este enfoque claramente garantiza al astuto un lugar en las filas de los ganadores. B. Borisov estuvo absolutamente acertado cuando en el año 2009 escribió en su “Mundo Maldito”: La creación de una configuración geopolítica similar a la Unión Euroasiática, cosa que haría posible –gracias a la suma del poderío de una coalición—la formación de una zona tapón—cosa que retardaría la entrada directa de Rusia en la guerra (la cual no necesariamente abarcaría el territorio metropolitano) debe ser considerada por Moscú como prioritaria. Esencialmente, el dilema de Rusia es escoger entre la formación de un bloque de naciones ahora mismo, cuando todavía existe un margen de libertad de maniobra o hacer lo mismo bajo la presión de una situación de combate. Debe tomarse en cuenta de manera inmediata que las oportunidades para reconformar el paisaje político en los territorios adyacentes a las fronteras rusas –como lo hizo tras el reciente conflicto con Georgia—se están evaporando día a día.

Al hablar sobre las razones de por qué Rusia no debe reducir su armamento nuclear táctico, uno podría pasar por alto el hecho que para el país que podría ser el lado débil en la guerra que se aproxima, este armamento podría ser una eficiente herramienta para sofocar el conflicto en su fase temprana. La falta de un componente táctico en la guerra nuclear haría que Rusia capitulara u optara por una pesadilla nuclear total.

Rusia está siendo deliberada y persistentemente inducida hacia una gran guerra. al finalizar esta, rusia quedaría irreversiblemente borrada de la historia. cualesquier decisión que tome el gobierno ruso, la cuestión pertinente sería cómo este armamento ayudaría al país a transitar la futura gran guerra y obtener una posición decente en el mundo una vez que esta termine. rusia debe tener muy presente una sencilla verdad, que sus arsenales nucleares tácticos y estratégicos son las únicas fuerzas en las cuales siempre podrá confiar.

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