Después del escándalo en Colombia, los uniformados estadounidenses siguen dando que hablar. El abogado Antonio Rodrigo Machado dijo que los militares intentaron asesinar a la bailarina. Y que Washington protege a sus hombres.
Darío Pignotti / Página12

Desde Brasilia


La agresión que un grupo de marines propinó a la bailarina brasileña Romilda Aparecida Ferreira, después de haberla contratado en un club nocturno, hecho ocultado durante meses por la embajada norteamericana, confirma que son una regla y no una excepción los escándalos prostibularios de los “boys” cuando parten en misión al traspatio.

De acuerdo con la denuncia de la joven, cuyo cuerpo fue arrollado por una camioneta de la embajada, su caso fue más grave que otros dos protagonizados por agentes norteamericanos: uno a principio de mes con una decena de chicas en Colombia, donde Obama participó en la Cumbre de las Américas, y otro ocurrido el año pasado, donde agentes secretos fueron vistos en compañía de strippers en El Salvador.

“Romilda fue víctima de un intento de homicidio. Fue arrojada violentamente fuera de la camioneta, luego la camioneta pasa por encima de ella, le quiebra la clavícula, le quiebra costillas, le perfora el pulmón, ella queda desmayada y el vehículo con chapa oficial la abandona –declaró el abogado Antonio Rodrigo Machado a este cronista–. Washington protege a los marines que agredieron a Romilda, o por lo menos no ha dado la colaboración que corresponde a las autoridades brasileñas para que los sospechosos sean investigados. Todo esto fue, en última instancia, una ofensa a la soberanía de Brasil, que no puede ser archivada como si nada hubiera ocurrido.”

El hecho sucedió el 29 de diciembre a la salida de Apple, conocido prostíbulo de lujo de Brasilia, cuando un grupo de mujeres fue contratado por cuatro militares norteamericanos que prestaban servicios, no se sabe si permanentes o provisorios, en la embajada. Pero sólo tomó estado público el martes pasado, justamente cuando el secretario de Defensa León Panetta fue recibido por su colega brasileño Celso Amorim, para dar curso a los acuerdos militares, de momento poco ambiciosos, rubricados este mes por los presidentes Dilma Rousseff y Barack Obama en Washington. La paliza dada a Romilda eclipsó el encuentro celebrado en el Ministerio de Defensa brasileña donde Panetta declaró estar indignado con el comportamiento de sus muchachos e informó que éstos fueron enviados de vuelta a casa, en lugar de permanecer en Brasil para testimoniar ante la Justicia. El Ministerio de Relaciones Exteriores brasileño pidió explicaciones al embajador en Brasilia Thomas Shannon, ex secretario de Estado Adjunto para el hemisferio, y no se descarta que el tema se cuele en la agenda a ser tratada esta semana por los cancilleres Antonio Patriota y Hillary Clinton. Paralelamente, fuentes del gobierno informaron en Estados Unidos que luego de tantas orgías y golpizas el Servicio Secreto establecerá nuevas normas de conducta, “entre ellas detener el abuso de alcohol, prohibir el ingreso de huéspedes a los hoteles y no frecuentar más locales que no gozan de buena reputación”, se consignó un cable de la agencia ANSA desde en Miami.

Casi al mismo tiempo, en Brasilia, la embajada comunicaba “estar consciente del incidente” y juraba haber cooperado “plenamente con las autoridades brasileñas pertinentes, incluyendo la policía”. El abogado Rodrigo Machado discrepa “con el sentido de la palabra colaborar, porque si realmente hubiera intención de ayudar a esclarecer, la embajada habría ordenado a sus marines que permanecieran en Brasil. Esto no parece demostrar una voluntad de que se haga justicia, más bien parece que se intenta que el hecho permanezca impune”.

Machado y Danilo Prudente, ambos del estudio jurídico Cezar Britto, concedieron una entrevista de una hora y media, iniciada durante el viaje a hacia Tabuatinga, una localidad ubicada en la violenta periferia de Brasilia, donde vive Romilda. “Ella se está convirtiendo en la estrella del barrio, vienen periodistas de todos lados, de Estados Unidos vinieron varios”, me cuenta un taxista en la estación de servicio Ipiranga, frente a la casa de la mujer agredida.

Sin embargo, la versión de los abogados de Romilda es distinta de la del Departamento de Estado, cuya vocera, Victoria Nuland, dijo en Washington que la bailarina no fue expulsada por un marine de la camioneta, sino que ella “trató de abrir una puerta del auto y entrar en un vehículo cerrado y en movimiento. No consiguió hacerlo, cayó y se hirió ella misma”.

“Lo que dice Estados Unidos se contradice con lo que dijeron todos los testigos, incluso alguno de los marines, a la policía de Brasilia, y lo que dijeron las colegas de Romilda. Todos coincidieron en que ella fue sacada con violencia de la camioneta y arrojada. Sería importante que los marines estuvieran aquí para participar en la reconstrucción”, señalan los abogados del estudio Britto.

Danilo Prudente comenta que entre enero y marzo mantuvieron negociaciones con emisarios de la embajada para llegar a un acuerdo sobre el caso, sin que éste tome estado público. “Yo no sé si ellos (la embajada) en realidad estaban negociando sólo para postergar las cosas, para que el escándalo no estallara justo antes de que la presidenta Dilma visitara Washington (principio de abril)”. Y agrega: “Es obvio que este caso tiene repercusión diplomática, pero lo que a nosotros nos preocupa es que Romilda reciba una reparación justa y se haga justicia”.