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La comunicación es entendida como el proceso en de transmisión de
información de una entidad a otra. Para quienes poseen la capacidad de
hacer que la información que transmiten sea comprendida, aceptada y
asumida como cierta por el receptor, la comunicación puede ser un gran
arma, que en principio debería ser utilizada para cumplir un rol
social. Marcela Farré afirma que “hasta la década de los ochenta, no
existía en la mayoría de las televisiones una lógica empresarial de la
programación. Sin competencia, las televisiones del Estado mostraban
una oferta simple, sin considerar el aspecto persuasivo de la
programación”. Sin embargo, desde hace mucho se tiene conciencia del
poder de la comunicación y cómo ha servido esta de instrumento a los
grupos sociales dominantes para alcanzar intereses particulares, de
orden político, económico, etc.

Basta con prestar atención a la programación de los medios de
comunicación masiva para darse cuenta la manera en que estos, a través
de la publicidad, la propaganda, e incluso a través de aquellos
espacios que se asumen como recreativos y de entretenimiento, procuran
moldear, los gustos y necesidades de los seres humanos. Sin embargo,
el trabajo de la gran industria de la publicidad va mucho más allá de
la simple labor de exacerbar o crear una necesidad de consumo
específica para vender un producto determinado. Los llamados mass
medias han hecho posible que un mensaje llegue a millones de personas,
que si está correctamente elaborado y es lo suficientemente
convincente, puede llegar a fomentar valores (o antivalores),
ideologías, transformar las realidades  y afectar la visión de las
personas en cuanto a la manera de comprender y vivir la vida,
adaptándola a sus propias necesidades (por lo general, diferentes y
opuestas a las de la mayoría de la población).

De esta forma, los mass medias se han erigido como grandes estructuras
de control y dominación de las masas, en manos de los grandes grupos
de poder en todo el mundo, que son quienes finalmente deciden lo que
debe conocerse o no, lo que debe ser considerado verdad o mentira y lo
que debe importar a la mayoría de la población, aún cuando no tenga
esto nada que ver con su realidad personal o lo que ocurre en su
entorno.  Tal como ocurrió el año pasado, cuando las grandes agencias
de información se dedicaron a promocionar la “boda real” entre
Guillermo de Inglaterra y la Duquesa de Cambridge, algo que se supone
no debería interesar en lo absoluto a los venezolanos; no obstante,
escuchábamos por esos días a unas cuantas (y también cuantos)
conversar sobre este “importantísimo” evento, ignorando por completo
que tal vez algún vecino estaría próximo a dar también un paso
similar, o que en el momento en que compartía el júbilo de la familia
real, miembros de su comunidad podrían estar debatiendo, proponiendo
ideas que les permitiesen mejorar su calidad de vida y organizándose
para dar solución a un problema que le afectaba directamente.

Es este el mayor peligro que representan los grandes poderes de la
comunicación, la pasividad y el aletargamiento en que han logrado
sumir a gran parte de la humanidad, desviando su atención de fines y
objetivos trascendentales, como su organización y unidad en pro de la
satisfacción de sus necesidades como pueblo.

Ante esta triste realidad han surgido iniciativas que si bien no
tienen, por ahora, la fuerza suficiente para poner en jaque a estas
formas de dominación, representan una amenaza para el sistema vigente,
en tanto aplican un modelo de comunicación alternativa que muestra a
la opinión pública las realidades de los pueblos, donde son sus
carencias, fortalezas y potencialidades, así como el sentir y pensar
de quienes los integran, los protagonistas del proceso de
comunicación.

Los medios alternativos cumplen un rol esencial en la dinámica social
y política de nuestro país. Como formas de organización en sí mismos,
están llamados a promover las experiencias ya existentes e incentivar
el surgimiento de nuevos modelos de integración entre las comunidades,
contribuyendo a reproducir los modelos exitosos; a dar voz a los que
luchan y participan de forma activa en los procesos de transformación
por los que atraviesa cada localidad; están llamados a rescatar los
valores propios y avivar el sentido de identidad; y sobre todo, están
llamados a desafiar el sistema de comunicación burgués y superar el
cerco de la censura, desinformación, alienación y sumisión que este
impone. Están llamados a despertar a las bases populares.

En Centro América, los medios alternativos dieron desde la
clandestinidad ejemplo de resistencia y de lucha, que aunque costó la
vida de algunos de estos luchadores, sirvieron para despertar la
conciencia de muchos pueblos, donde hoy florecen nuevos modelos que
bregan por el bienestar y la reivindicación de los derechos de las
mayorías. En El Salvador, las radios Venceremos, Farabundo Martí y Voz
Popular, sirvieron como brazo comunicacional y propagandístico para el
Frente Farabundo Martí de Liberación Nacional, cumpliendo un papel
estratégico de agitación, denunciando violaciones a los derechos
humanos, informando sobre lo que estaba sucediendo en el país en
momentos en que había censura de prensa y actuando como elemento
cohesionador entre el Frente y la población civil. También en la
clandestinidad, desde Costa Rica, Radio Sandino apoyó la insurrección
del Frente Sandinista de Liberación Nacional contra el régimen de
Somoza en Nicaragua.

En Perú, los medios alternativos hicieron visible la masacre que en
junio del 2009 el Gobierno de Allan García cometía contra las
comunidades indígenas que protestaban en defensa de la Amazonía y
contra las medidas privatizadoras que este pensaba implementar. Más
recientemente en Honduras, durante el Golpe de Estado a Manuel Zelaya,
aún cuando hayan vencido los intereses foráneos y la fuerza de los
militares de derecha, los medios alternativos se encargaron de
informar a los ciudadanos sobre lo que estaba ocurriendo en el país y
de mantener encendida la llama de la resistencia.

En Venezuela, ante la manipulación ejercida por los mercaderes de la
información durante el golpe de Estado mediático del año 2002, se cayó
en cuenta de lo imperante que resultaba el fortalecimiento de medios
de comunicación alternativos, que hablen al pueblo con la verdad y no
busquen invisibilizar la evolución de los distintos procesos que
atraviesa nuestra sociedad actual, ni que funjan como bases para el
sostén de un modelo económico que está dando muestras de
resquebrajamiento a nivel mundial.

En Chile, gracias a las ventajas que ofrece hoy la tecnología, se ha
podido conocer la severa represión de la que han sido víctimas los
estudiantes que se han atrevido a alzar sus voces para exigir la
mejora de sus condiciones, en defensa de la gratuidad y el libre
acceso de las mayorías a una educación de calidad. En la indignada
Europa y los Estados Unidos, desde donde están siempre prestos a
señalar de manera inquisidora a quienes consideren que trasgreden las
libertades de expresión e información, se han visto comprometidos por
la difusión de fotografías y videos que ponen en evidencia la brutal
manera como han arremetido sus cuerpos de seguridad, contra los miles
de manifestantes que, pacíficamente, reclaman por sus garantías
sociales y derechos conquistados, que hoy se ven amenazados.

Probablemente serían otras las realidades de Perú, Honduras, Chile,
Estados Unidos y Europa, si existiesen medios de comunicación
alternativos que permitieran a los ciudadanos expresar abiertamente
sus ideas y motivos. Incluso, tendríamos en Venezuela un escenario
distinto al actual y se darían de forma más acelerada las
transformaciones que lentamente se han desarrollado en los ámbitos
económico, político, social y cultural, si contáramos con un sistema
comunicacional alternativo verdaderamente sólido e independiente, que
respondiese, más a los intereses de cada comunidad u organización, que
a los intereses de determinados actores o empresas.

(*)Internacionalista