Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens |
Es un indicio de los tiempos que corren: Rompecorazones de Hollywood, divas pop y celebridades de los programas de conversación en la televisión crean la música ambiental para la interminable guerra global de EE.UU.
En un mundo de criminalidad, terrorismo de Estado, mendacidad flagrante y de criminales de guerra camuflados como jefes de gobierno, ¿qué podría ser mejor que involucrar el glamor de celebridades reconfortantes para agregar un cierto “atractivo estelar” a iniciativas que de otro modo son bárbaras?
George Clooney, Rihanna, Oprah Winfrey son solo algunos de los personajes famosos que prestan sus caras y sus voces a un guión digno de Hollywood – pero el guión proviene del Pentágono.
Tal vez como agentes inconscientes, esos iconos de la cultura del consumo prestan irónicamente cobertura y justificación a crímenes y sufrimientos humanos a los que supuestamente se oponen.
Tomemos al actor George Clooney. El mes pasado, causó sensación en los medios cuando fue arrestado por participar en una manifestación frente a la embajada sudanesa en Washington para protestar contra las supuestas violaciones de Jartum en el vecino Sudán del Sur. El día antes de su arresto, Clooney tuvo una reunión privada con el presidente Barack Obama en la Casa Blanca para discutir el conflicto sudanés.
Dos semanas después, Obama recibe a Salva Kiir, presidente de Sudán del Sur, el recién formado Estado norteafricano, que se separó de Sudán en julio pasado después de décadas de guerra civil. Informes en los medios afirmaron que Obama instó a Sudán del Sur a no involucrarse en un conflicto por disputas fronterizas con su vecino del norte.
Otras dos semanas después, el ejército de Sudán del Sur escala dramáticamente el conflicto al invadir Sudán del norte y apoderarse de sus vitales instalaciones petrolíferas en el distrito de Heglig. El ataque provocó mucho ruido de sables en Jartum y el presidente Omar Bashir casi declaró la guerra contra Sudán del Sur. Los temores de una guerra hecha y derecha disminuyeron en los últimos días después que las fuerzas de Sudán del Sur se retiraron al otro lado de la frontera. Podría ser solo la primera de una serie de escaramuzas futuras.
De ninguna manera, como señala Glen Ford, editor de Black Agenda Report , Sudán del Sur se habría lanzado a una agresión tan imprudente sin haber recibido la aprobación previa de Washington.
En ese sentido, gente como Clooney proveen una función propagandística crucial. La amable estrella de cine presta credibilidad a la antigua narrativa de Washington de que el malvado en el conflicto sudanés es el Estado norteño de Omar al-Bashir. Después de todo, Bashir es buscado como un presunto criminal de guerra por la Corte Penal Internacional controlada por Occidente. La actividad de Clooney, motivada sin duda por una preocupación humana bienintencionada, agrega no obstante una dimensión hollywoodense al fraudulento principio de “responsabilidad de proteger” que Washington y otras potencias occidentales han desplegado como cobertura para intervenciones neo-imperialistas.
Mientras tanto la diva del pop Rihanna, y la reina de los chat shows Oprah Winfrey se han sumado a otras celebridades para otorgar un emotivo apoyo público al destacamento de Fuerzas Especiales enviado para perseguir al renegado africano Joseph Kony. El elusivo comandante rebelde saltó a la notoriedad después del estreno de un filme documental, Kony 2012 , que acusa a su Ejército de Resistencia del Señor (LRA), de secuestro, violación y asesinato de miles de niños en las selvas de África. La indignación pública generada por la película, hecha por un grupo benéfico poco conocido, Invisible Children, coincidió convenientemente con el anuncio por el presidente Obama del despacho de Fuerzas Especiales estadounidenses para perseguir a Kony por cuatro países africanos: Uganda, República Centroafricana, República Democrática del Congo y Sudán.
Los escépticos han señalado que la moderna saga del cazador de recompensas de Kony y el LRA está hace tiempo fuera de moda. El clímax de las supuestas depredaciones fue hace 6-10 años durante la guerra de guerrilla del LRA contra las fuerzas estatales de Uganda. En los últimos años, el LRA ha caído en relativa oscuridad. Es risible sugerir que Kony y su chusma de unos pocos cientos de combatientes presenten una amenaza para la seguridad estatal en África o para intereses vitales de EE.UU.
Además, los supuestos crímenes del LRA de Kony tienen que ser vistos en perspectiva. Si la suerte de niños esclavos secuestrados es el auténtico motivo de grupos benéficos y celebridades, encontrarían mucho más motivo de preocupación en los cientos de miles de niños africanos que son explotados y muertos cada año en las industrias legalizadas de minería y cultivo de cacao que operan en África Central y Occidental. Aunque la compañías de minería y chocolate no pueden ser responsabilizadas directamente por esas “negligencias”, esa explotación a escala continental de niños africanos es, sin embargo, parte de una agenda económica impulsada por los beneficios que pocas veces es encarada por la así llamada “comunidad internacional”.
Un entendimiento del proceso de empobrecimiento, opresión y sufrimiento humano en lo que es mejor descrito como “el África de EE.UU.” es ahogado por la histeria pública provocada por celebridades lacrimosas, que allanan el camino emocional para que el Pentágono despache sus “fuerzas humanitarias” para perseguir a “monstruos malignos”.
La histeria también oculta, convenientemente, importantes hechos históricos sobre las causas de conflicto en todos estos países africanos. Convenientemente, porque la guerra por testaferros de Washington es una causa importante para conflictos actuales, y a pesar de ello Washington se presenta, en parte gracias a celebridades cómplices, como salvador de los sufrientes.
Mucho más culpable de crímenes contra la humanidad que Joseph Kony es el presidente de Uganda, Yoweri Museveni. Durante más de 25 años, fuerzas ugandesas bajo Museveni han estado librando campañas de tierras arrasadas de genocidio contra su propio pueblo para desplazarlo de los territorios norteños ricos en minerales. La cantidad de muertos asciende a millones. Durante los años genocidas, Museveni fue respaldado por sucesivos gobiernos en la Casa Blanca. La noción de que Obama acaba de enviar Fuerzas Especiales a África oculta el hecho de que operaciones encubiertas de EE.UU. han estado activas durante décadas en África.
En 1996, Fuerzas Especiales de EE.UU. respaldaron la invasión por Uganda de la República Democrática del Congo, desencadenando una guerra encubierta que sigue atormentando amplias áreas de África Central y del Este, con un número de víctimas mortales que asciende a millones.
Otra ventaja del saqueo de Museveni, respaldado por EE.UU., en el norte de Uganda fue la provisión de un conducto de armas y suministros a los separatistas en el sur de Sudán en su guerra civil de décadas de duración contra Jartum, que causó más de dos millones de muertos. Las crisis humanitarias en Sudán, de la hambruna a la guerra, son por lo tanto un legado de la intervención occidental. No obstante, celebridades como George Clooney llaman a que haya más intervención de este tipo con la excusa de “humanitarismo”.
Rico en petróleo y ubicado estratégicamente, Sudán ha sido un antiguo trofeo para Washington y otras potencias occidentales. El que Sudán se haya dividido entre el Norte y el Sur el año pasado, puede ser visto como un éxito en la política de guerra por testaferro de Washington y un simple paso en el camino hacia el control de todo el territorio. Hay que recordar que Sudán era uno de siete países –junto con Iraq, Somalia, Líbano, Libia. Siria e Irán– revelados por el ex general estadounidense Wesley Clark como parte de un plan del Pentágono en 2001 para lograr la hegemonía en las regiones ricas en petróleo del mundo. La nueva ignición del conflicto sudanés durante este mes es consistente con una continuación de la política occidental de cambio de régimen en Sudán, norte y sur.
Sudán es uno de los principales productores de petróleo en África. Pero en los últimos años, el antagonismo de Jartum con Occidente significó que China se convirtiera en el socio dominante en la industria petrolera de Sudán, construyendo refinerías y oleoductos. Más de dos tercios de las exportaciones de petróleo de Sudán fueron embarcados a China en 2010.
Un cambio estadounidense de régimen en Sudán mataría dos pájaros de un tiro: conseguir el control del petróleo sudanés y desalojar al competidor global China de un importante punto de apoyo en el continente africano.
Uganda está decidido a convertirse en un nuevo gigante petrolero africano, con el reciente descubrimiento de más yacimientos en su frontera occidental con la República Democrática del Congo (DRC). Se sabe que la DRC tiene vastos depósitos de metales y minerales.
Indecibles recursos naturales en todo el continente africano son las verdaderas razones para las guerras a través de testaferros de Washington que han sido responsables por la masiva miseria y pobreza y los continuos conflictos que amenazan con volver a estallar en nuevas guerras en todos los frentes.
Cubriendo la repugnante verdad de la destrucción en África por EE.UU. hay insensatos, engañosos, histéricos “documentales” sobre amenazas ficticias en África y crisis humanitarias. Celebridades angustiadas y voces en off agregan calidad estelar al engaño y preparan el terreno para aún más “intervenciones humanitarias”.
Una cosa que estas celebridades estadounidenses deben tener claro es el hecho de que su gobierno se encuentra en una orgía asesina en todo el globo de África a Afganistán, Iraq, Pakistán y más allá. Siria e Irán muestran que la sed de sangre está lejos de haber terminado. Los psicopáticos asesinatos masivos por individuos como el sargento Robert Bales son solo las sombras de las guerras criminales del gobierno de EE.UU.
Rogar al mismo gobierno que se ocupe de causas humanitarias en África es como esperar que un psicópata entregue medicinas a través del cañón de un fusil.
———–
Finian Cunningham es corresponsal de Global Research para Medio Oriente y el Este de África.
© Copyright Finian Cunningham, Global Research, 2012