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Después de treinta años de neoliberalismo en nuestras naciones de América Latina, la pobreza se ha incrementado.

En América Latina hoy hay 174 millones de pobres, un poco más del treinta por ciento de toda la población.

Es por ello que nuestra región tiene el desafortunado estigma de ser la zona más desigual en distribución de la riqueza en el mundo.

Señalan especialistas que esta pobreza en América Latina tiene un alto contenido de indigencia.

Así, 73 millones de personas en nuestros países son indigentes.

Sin embargo, las cifras que marcan este estado de nuestros coterráneos menos favorecidos, son frías y no reflejan situaciones inherentes a la pobreza como condición de las personas.

La pobreza vista no en su naturaleza cuantitativa, sino en lo que significa para las personas que la sufren, implica dificultades diarias para sobrevivir, ya que esta condición está estrechamente relacionada con la situación de exclusión laboral.

De lo que se desprende que en el plano de la salud pública en muchos países de nuestra área geográfica, hay falta de acceso a la atención de salud más elemental.

En la mayoría de los países de América Latina la pobreza también pone limitantes al acceso a la educación, con la imposibilidad de completar la escuela media y en muchos casos la primaria.

La pobreza, como señalan analistas, viene acompañada de la discriminación, o la llamada mirada de desprecio de los demás, al ser vistos los pobres como personas de una categoría inferior.

Pero la condición de pobres no es solitaria en la calificación de las personas desposeídas.

La mayoría de las veces la pobreza va acompañada con otras condiciones y particularidades, inherentes a los pobres que los sumen en ambientes más profundos de discriminación y desprecio.

En oportunidades estos pobres son ignorados y desconocidos por el resto de los estratos sociales.

Cuando los pobres son personas de la tercera edad, o pertenecientes a las poblaciones indígenas, afro descendientes, o discapacitados entonces son como invisibles para las capas más privilegiadas de la sociedad.

Sobre las personas pobres, los otros estratos de la sociedad y los potentes medios de difusión hacen descender un estigma de inutilidad o de ser poco utilizables, en un esquema social que exige la mayor competitividad y la mejor condición de consumidores, que es en definitiva lo que les importa a las empresas capitalistas.

En nuestra región latinoamericana, según una encuesta, una de cada tres personas se siente discriminada en el marco de una pobreza institucionalizada y creciente, por la instauración de modelo neoliberal.

Es por ello que este modelo y su auge en la esfera financiera transnacional, que potencia la pobreza y la discriminación, es considerada antinatural y antihumana, no sólo por la izquierda, sino también por la mayoría de las personas de buena voluntad.