Autor: Néstor G. Mon

 

Los últimos acontecimientos globales relacionados con la blogósfera y su intento de censura por parte del gobierno de los Estados Unidos no hizo más que despertar la conciencia de usuarios e internautas sobre el nefasto papel que desempeña la propiedad intelectual en el desarrollo de la humanidad.

 

Que un gobierno aplique la censura en la red y obligue a grandes empresas que gestionan el mundo de internet o bloquee sitios que consideren peligrosos es al menos un acto de “terrorismo intelectual” al obligar a creadores de la web (empresas o personas) a desistir de publicar un acto humano de creación cultural o tecnológica. Así, el accionar de la potencia industrial depredadora impone sanciones criminalizando a ciudadanos del mundo y violando sus derechos humanos consagrados en la Declaración Universal de 1948, que si firmó el país del Norte.

 

La acción terrorista intelectual supone un gran despliegue mundial de miles de especialistas  por la gran matrix para infiltrar y sorprender a los peligrosos subversivos -que tablets en mano- golpearon los centros neurálgicos del complejo-militar-industrial-comunicacional en manos del Pentágono y las agencias de inteligencia del Tio Sam.

 

Tal como sucede con las invasiones humanitarias, el  narcotráfico, el lavado de dinero o la trata de personas, el departamento de estado USA acude a la solución de un “problema” creado por ellos mismos para controlar a las poblaciones de los países a ocupar, controlar o dominar: La piratería es ahora el nuevo concepto de terrorismo y causante de males globales que deben ser combatidos a escala mundial por su creador, la industria del copyright estadounidense.

 

La Unión Europea en debacle y arrastrada por su amo americano junto a algunos otros países pro-yanquis, firmaron el tratado ACTA contra la falsificación y piratería mientras el resto de los países está siendo sometido a lobby para elaborar leyes que se adapten a esta normativa impulsada por el G-7 en tiempos de J.W. Bush.

 

La nueva arquitectura de poder por aplicación de leyes de derechos de “autor” en manos de las multinacionales audiovisuales, están dando una nueva muestra de poder real que deberá ser enfrentado por los millones de usuarios y consumidores, ciudadanos de un mundo que resiste los embates del imperialismo tecnológico en su fase de autodestrucción inminente.